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Mikel Casal
El sueño de Mendeleyev

El sueño de Mendeleyev

La Tribuna ·

La implantación de la Tabla Periódica de los Elementos puede ser considerado como uno de los logros más significativos de la ciencia a la vez que vincula estrechamente diferentes áreas de conocimiento

antonio heredia bayona

Lunes, 4 de marzo 2019, 00:42

El 20 de diciembre de 2017 la 72ª. sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó 2019 como el Año Internacional de la Tabla Periódica de Elementos Químicos (IYPT 2019). La conmemoración coincide, además, con el 150º. aniversario del establecimiento del Sistema Periódico por el químico ruso Dmitry Mendeleyev en 1869. La implantación de la Tabla Periódica de los Elementos puede ser considerado como uno de los logros más significativos de la ciencia a la vez que vincula estrechamente diferentes áreas de conocimiento como la astrofísica, la química, la física, la biología y la geología. Puede ser considerada como un modelo heurístico único que ha permitido, permite y permitirá a los científicos predecir propiedades de la materia y sus transformaciones, la esencia de la ciencia química.

Para todo químico la Tabla Periódica (TP) supone un icono a la vez que un paradigma único e insustituible que condensa la esencia de su ciencia. Para otros científicos supone el punto de partida, la existencia y justificación de teorías y modelos claves para aproximarnos a preguntas sobre el origen y composición de nuestro Universo y de la emergencia de la vida en nuestro planeta. Una mirada comprensiva y generosa de la TP refleja una miríada de hechos e historias diversas imposibles de resumir aquí. Sólo destacar que esa tabla, de diseño geométrico inconfundible, que estudiamos en nuestra enseñanza secundaria lleva la base del atomismo filosófico de Leucipo, Demócrito y Epicuro, contiene apasionantes historias milenarias de alquimistas que centraron su atención en elementos como el mercurio, el plomo y el oro, estuvo latente en el nacimiento de la ciencia química moderna en los trabajos de Antoine Lavoisier, de John Dalton, de Jacobs Berzelius, quien introdujo la simbología actual, hasta los químicos alemanes del siglo XIX quienes alumbraron la importancia clave de elementos como el carbono y sus posibilidades de combinación con otros átomos para conducirnos al estudio de la química de los seres vivos que creció exponencialmente a partir de entonces. Observándola con perspectiva simplificadora, la TP contiene los primeros bloques elementales esenciales con los que la naturaleza ha construido, con una capacidad creativa fascinante, nuestro mundo.

Los 116 elementos actuales de la TP tienen un origen común; un número limitado de ellos han sido creados por la ciencia física moderna pero la gran mayoría tienen su origen en el mismo comienzo de nuestro Universo. La cosmología química moderna nos explica la secuencia de reacciones nucleares y procesos que condujeron a la formación de estrellas y planetas y a la formación de los distintos elementos de los mismos en una ordenada, progresiva y secuencial escalada gravimétrica de los átomos de los diferentes elementos. De esto modo podemos afirmar que estamos hechos de polvo de estrellas, de materia de origen interestelar y cósmica que ha viajado en el espacio para condensarse en un pequeño planeta que ha sido capaz de convertir la materia en consciencia. Y cuando fallecemos nuestras cenizas, o nuestro cuerpo en el vientre de la madre tierra, regresan a esa composición elemental de la que procedemos. Parafraseando a Darwin llevamos en nuestros cuerpos la impronta indeleble de nuestro origen. Otros planetas, asteroides y estrellas contendrán elementos comunes a los terrestres solo que en distintas proporciones. Suena a mito épico, quizás lo sea. Pero esta es la asombrosa realidad después de miles de millones de años de evolución cósmica, química y biológica. Una larga y fascinante historia sin final escrito.

Un análisis de los elementos presentes en la materia viva de nuestro planeta indicaría que hasta setenta elementos de la TP estarían presentes en la misma en proporciones variadísimas. No debe dejar de asombrarnos que, además de los elementos básicos mayoritarios como carbono, nitrógeno, oxígeno e hidrógeno, contenemos en nuestras estructuras moleculares trazas, cantidades ínfimas de elementos tan singulares como el selenio, cobalto, cobre o vanadio. Cada elemento de la TP por separado carece de potencialidad. El gran poder y la fuerza de la TP radica en ella misma, en su conjunto ordenado de posibilidades. Unas posibilidades infinitas que han hecho de la química la única ciencia capaz de generar su propio objeto de estudio. De otro modo no se podría explicar el vasto e inclasificable número de productos presentes en nuestra vida cotidiana. Durante el año 2019 se sucederán eventos conmemorativos de todo tipo. Una buena ocasión para informarnos, desde una perspectiva transversal más enriquecedora, sobre la importancia de la TP. Para, por ejemplo, recordar y leer a Primo Levi quien aunó la sutileza del químico y su pasión por la química con la lucha dramática por la supervivencia. Para fascinarnos y entender el origen de los colores de nuestro mundo como una propiedad ya implícita en cada uno de los elementos químicos. 

Para enfatizar con múltiples ejemplos que la ciencia ha avanzado formulando las preguntas correctas frente a la superstición y el nihilismo. Para entender, con el verso de Borges, que el verdadero oro de los alquimistas estaba en el polvo del camino recorrido. Para aproximarnos al significado tanto de la sonrisa irónica de Demócrito como del sueño de Mendeleyev en el que cada átomo tenía su lugar preciso en un, hasta entonces imposible, orden. O quizás, finalmente, para soñar con Emily Dickinson alcanzar a ver el rostro de los átomos.

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