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En mitad de la balada triste de trompetas que rige el ritmo del actual Málaga, hastiado del bucle de sobresaltos negativos, parece haber uno en el vestuario que escucha su propia música, y por cómo baila tiene el volumen bien alto. Lejos de ruidos, Antonio Cortés Heredia (Málaga, 16-04-2000) ha logrado saltar a la pista que tanto persiguió. Con su mejor sonrisa y la actitud del que sabe que está ante la oportunidad de su vida. Porta el humilde 38 de un canterano, pero lo ilumina con un Antonín característico y genuino que presenta el huracán de su fútbol.
Pura electricidad. Un rayo de luz entre los nubarrones que sobrevuelan al Málaga. Sus apariciones hasta el pasado domingo ante el Huesca fueron puntuales y poco a poco ha ido rascando minutos hasta lograr ganarse la confianza suficiente del míster para ser titular. No fue en las mejores condiciones. El once con el que coincidió lo dejó aislado entre defensores rivales en busca de balones. Pero eso le daba igual. Corrió cada balón desde el minuto uno y luchó jugadas que parecían perdidas, sacando de quicio a sus marcadores. Ingredientes para ser el canterano (de los debutantes de esta temporada) más utilizado. Y promete más.
«Está muy a gusto y contento, disfrutando del momento. Hace unos días me sorprendió que él mismo, antes de decirle nada, ya me adelantó que tiene los pies en el suelo y que piensa en el futuro. Tiene claro que tiene que ser disciplinado y hacer las cosas bien». Lo cuenta Fernando Muñoz, presidente del 26 de Febrero, equipo donde aprendió a ser futbolista. Allí jugó hasta los 15 años, momento en el que hizo historia con este club de cantera malagueño. Fue la temporada 2015-16. «Ese año fue muy importante para él. Al principio le costaba ir a entrenar, no estaba muy convencido, pero cuando entró en la dinámica acabó llegando el primero y yéndose el último.
Fue un año que lo marcó, el que hizo que se lo creyera y visualizara la idea de ser futbolista. Le ayudó también el conjunto del equipo con el que se encontró, jugadores increíbles que también han ido creciendo. Como José Vicario (ahora cedido por el Málaga en El Ejido), Richard Gómez (en el filial del Cádiz), Alberto Soto (en el juvenil del Atlético de Madrid) o Salvi Montañez (portero del Málaga cedido en el Vélez). De esa plantilla aún nos seguimos viendo y guardamos muy buena relación. En este tiempo ha madurado mucho», analiza David Gutiérrez, quien fuera entrenador de ese equipo que logró competir entre las grandes canteras de Andalucía.
«Le vimos hacer cosas que nos puso en pie muchas veces», recuerda Muñoz. Ese fue el detonante para que le empezaran a llegar ofertas de equipos grandes: Madrid, Sevilla, Málaga... y Schalke. El equipo alemán le hizo «un contrato irrechazable, le trataron como un gran fichaje, lo llevaron directo al filial e incluso le alquilaron junto a otros compañeros la casa donde vivió Raúl González en su época allí», empieza a contar Ismael Gómez, quien se considera padre futbolístico y ahora también es su representante. «Ese tiempo fue difícil para él por el idioma. No se pudo adaptar y a los tres meses regresó a jugar en Málaga».
Poco tiempo tardó el club de Martiricos en volver a la carga por él. «Lo tenía casi firmado por el Madrid, luego vino el Sevilla y Francesc Arnau movió montañas por él hasta conseguir que se quedara. Si está hoy en el Málaga es por él», confiesa Gómez. En esos meses de incertidumbre empezó su etapa de maduración. Ya de vuelta a Málaga ha ido dando pasos de forma muy progresiva a caballo entre el Juvenil y Atlético Malagueño, pasando por media temporada cedido en El Palo, donde dejó buen recuerdo. En su regreso al Málaga tocó la puerta del primer equipo ya con Muñiz, aunque no con tanta fuerza. Fue indiscutible en Segunda B el año pasado, y eso le sirvió para ganar más hechuras.
«Cuando jugó con Muñiz la pasada pretemporada no fue él, estaba bloqueado. Este año, el día de su debut en Albacete le dije que fuera él mismo y que hiciera lo mismo que en otras categorías. Y lo hizo», explica Gutiérrez. Aunque podría ser más espectacular aún. Javier Martínez, que lo ha visto desde pequeño. Ha sido su formador y es amigo, de los que le aconsejan bien. «Por la banda derecha, orientado a su pierna natural es más profundo y vertical. Tiene un regate característico que empieza en bicicleta, saliendo hacia fuera que siempre consigue», opina al igual que Gutiérrez: «No tiene un gran golpeo, pero su desborde y centro es letal». Aún queda mucho por descubrir de Antoñín.
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