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ISABEL BELLIDO
Sábado, 1 de agosto 2015, 00:59
"¡Reportera!", me grita. Yo ya sabía quién me estaba llamando. Me acerco a él lentamente, teniendo en cuenta la dificultad que entraña caminar sobre la arena, por más clara y fina que sea la de la playa de Cabopino. «¿Esto cuando sale?» Me río las señoras no son las únicas que lo preguntan y contesto que esta semana. Me despido del simpático Aaron Castellano ha preferido decirme un nombre falso y dice que ése siempre le ha gustado y de su pareja, Sergio García, y los dejo tomando el sol tal y como sus madres los trajeron al mundo. Coincide casi siempre, me lo han confirmado todos aquellos con los que he hablado: las playas nudistas también son gays («el gay, por norma, es de los primeros avanzados para ir a playas nudistas y tomar el sol tal y como nace», afirma Pepe de Lama, que está disfrutando de sus vacaciones en Guadalmar). Aunque también existe el riesgo de acercarse a una pareja en este tipo de playa, mencionar la palabra gay y que enseguida espeten «no te entiendo». Me ha pasado. Aun así, el top three en Málaga parece claro: Cabopino, Guadalmar y Benalnatura. Para sorpresa de muchos, Torremolinos se queda fuera de la lista. La playa Poseidón, ubicada en este tradicional destino gay que además enarbola la bandera del arcoiris en su entrada, tiene hoy un ambiente completamente familiar.
Cualquier persona -en este caso la condición sexual no importa- que pise la primera del ranking tendrá que pestañear, frotarse los ojos o mirar el mapa un par de veces para comprobar que, en efecto, sigue en Málaga, aunque aquello parezca Huelva o Cádiz, salvando las distancias. Para llegar hasta allí hay que conducir dirección Marbella y desviarse a la derecha unos veinte kilómetros antes, pasado Calahonda. Una vez en Cabopino los carteles lo indican es preciso dejar el coqueto puerto a un lado y subir seguir a la muchedumbre siempre suele traer buenos resultados hacia las Dunas de Artola, un monumento natural que se encuentra a sólo 60 metros de distancia andando por un paseo repleto de pinos. Es a esa altura precisamente donde se encuentra la parte nudista -y, por lo tanto, gay- de la playa de Cabopino.
El entorno natural, la ausencia de edificios las únicas zonas construidas que se vislumbran son urbanizaciones de Marbella en un extremo y La Cala de Mijas en el otro la calidad de la arena y el agua cristalina son los grandes atractivos de la playa, que tiene su mejor parte en la zona gay. Luis Granados dice que Cabopino «es un clásico de la Costa del Sol». Coincide con el hamaquero del restaurante Triana -uno de los pocos chiringuitos de la zona- en que permanece «muy tranquilo» todos los días, aunque en fin de semana hay más familias, que conviven y pasean por la parte nudista con total normalidad. Quizás sea por la falta de chiringuitos o por su elevado precio, recordemos que está ubicada cerca de Marbella, que los usuarios de esta playa prefieren tirar de nevera y, si acaso, comprar latas de refrescos o dulces a los vendedores ambulantes. Lo que es denominador común en cualquiera de las playas anteriormente mencionadas es el predominio de personas de edad avanzada, sobre todo hombres. Pepe de Lama tiene una teoría. «Las personas mayores estamos un poco más desinhibidas», comienza. «En la juventud veo un poco de regresión. Ha avanzado en muchos aspectos, sin embargo tienen mucho recelo a enseñar su cuerpo», opina. «Yo ya en los setenta iba a Ibiza a las playas nudistas y cuando venía la policía alguien avisaba y nos vestíamos corriendo», rememora Antonio Pérez, también en Guadalmar, cuya parte nudista está señalizada y apenas ocupa un kilómetro, coincidiendo con el principio del Campo de Golf, que se extiende hasta Los Álamos. En primavera e invierno Antonio suele ir a Benalnatura, una cala escondida ubicada en Torrequebrada a la que no está permitido acceder vestido («la gente te silva y aparece un señor que te echa», cuenta).
Pocas lesbianas
En estas playas a las lesbianas «no se las ve mucho, pero como todo», como dice Aaron Castellano. «Si sales de fiesta, igual: hay dos bares de lesbianas y veinte de gays», añade. De Lama también tiene sobre esto algo que decir, y es que cree que, aunque no pretende generalizar, «la lesbiana es mucho más desinhibida que un gay, porque es desafiante y no es agradable verla en la playa con su pareja». No le entiendo, así que pregunto otra vez. «Aunque seas lesbiana y vayas con tu pareja no tienes por qué ponerte encima de ella ni hacer cosas de sexo, por eso la lesbiana es más transgresora», concluye.
A propósito de ésto, hay un término acuñado aunque en inglés para denominar las relaciones sexuales que se practican en los alrededores de la playa: cruising. Se pone en práctica en Cabopino -por las dunas- y en Guadalmar aprovechando los matorrales que aún quedan en la zona sin edificar de la entrada a la Playa del Arraijanal- y es tan simple como ir a pasear. «Se supone que tú vas y está todo el mundo ahí paseando, si te gusta alguien pues empiezas a hacer lo que tú quieras, y si no pues nada, digo yo», resume Aaron Castellano, que insiste en que él no lo hace. Pero el cruising no es exclusivo de los homosexuales, de acuerdo con Sergio García, que aclara que, «aunque siempre se le achaca al gay, los heterosexuales lo practican muchísimo». «Por ejemplo, en Maspalomas (Gran Canaria) hay una zona cruising hetero a tope, donde hacen verdaderas orgías», cuenta. Después de todo, si Tinder y Grindr (aplicaciones para encontrar un ligue de forma casi instantánea) ya están socialmente aceptadas, ¿por qué no su versión 1.0?
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Julio Arrieta, Gonzalo de las Heras (gráficos) e Isabel Toledo (gráficos)
Jon Garay e Isabel Toledo
Daniel de Lucas y Josemi Benítez (Gráficos)
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