Un torero, un artista sin musas y un cómico
Alejandro Talavante sale a hombros de Antequera tras cuajar una gran actuación, Morante estuvo desdibujado y El Pana escenificó su ‘show’
Antonio M. Romero
Lunes, 24 de agosto 2015, 00:29
Ambiente de gala y tendidos casi llenos para la tradicional corrida goyesca de Antequera, un festejo entretenido donde hubo argumentos taurinos de peso y otros que sobran y hacen un flaco favor a la tauromaquia. El toreo de quilates llevó la firma de Alejandro Talavante, quien cuajó una gran faena al buen sexto jandilla; las musas no acudieron a su cita y Morante de la Puebla estuvo desdibujado y ausente toda la tarde dejando sólo un par de detalles de su personalísima tauromaquia; y hubo un matador, el mexicano Rodolfo Rodríguez El Pana que entró en sustitución del herido Paquirri que rayó entre lo cómico, lo esperpéntico y lo surrealista.
Mandó Jandilla un buen encierro a Antequera, donde destacó el sexto de la tarde, Grosero de nombre y de capa negra, un toro que galopó, fue de largo y embistió con calidad y casta. Se encontró delante a un matador en un momento dulce de su carrera, Alejandro Talavante, quien lo entendió a la perfección y cuajó una gran faena de muleta donde hubo valor, naturalidad, firmeza y temple. Previamente hubo un soberbio quite con tres chicuelinas y una media. Inició el trasteo con pases por alto para dar un par de tandas por la derecha donde hubo temple, ligazón y hondura. Por la izquierda, el burel fue más complicado y acortaba el viaje, aún así el extremeño se empeñó en darle un par de series con la zurda, que fueron embarulladas. Volvió a subir el nivel al volver a la diestra y terminó por unas bernardinas ajustadas. Mató de una estocada trasera.
En el primero de su lote, dejó un buen recibimiento con el capote con verónicas, dos medias y una revolera con sabor y torería. En el caballo, leve picotazo a Farruco y un quite por gaoneras. Brindó al público una faena iniciada por estatuarios marcados por la quietud, al que siguieron tandas templadas por ambas manos, especialmente por la derecha, pero donde faltó la emoción del toro, ya que el jandilla, aunque noble no transmistió nada. Un pinchazo sin soltar y un pinchazo fueron el preludio del uso del descabello para matar al burel y ver silenciada su labor.
Abrió cartel El Pana. Un veterano diestro mexicano 63 años que ha construido un personaje que representa en las plazas donde torea poniendo una nota de color con su particular estilo, en la mayoría de las ocasiones alejado de los cánones del toreo. Hizo el paseíllo fumando un puro de grandes dimensiones; sus andares parsimoniosos mientras iba a la cara del burel recordaban a los de su compatriota Cantinflas; en las tandas citó siempre dando un pequeño saltito; y conectó fácilmente con los tendidos. Aunque lo más censurable de su actuación llegó en el cuarto de la tarde.
El Pana, que en el toro anterior ya se había metido al público en el bolsillo, recibió a Harmonía con unas verónicas embarulladas. Con la muleta estuvo siempre a la defensiva, toreando por las afueras y estando siempre más pendientes de las posturas que del toreo fundamental. Con la espada estuvo francamente mal ya que dejó seis pinchazos, cinco de ellos sin soltar, antes de que el animal se echara. Hasta ahí todo hubiera entrado dentro de lo lógico y hubiera quedado el reconocimiento y el mérito a un torero que a su edad continúa en la brecha. Sin embargo, El Pana decidió montar el show y dio una vuelta al ruedo por su cuenta, entre las protestas de algunos aficionados; no contento con ello dio una segunda jaleado por una parte de un público festivo; y, para rematar, una tercera corriendo. Todo ello sobró.
En su primero, El Pana, con su peculiar y personal estilo, con sabor añejo en algunos pasajes, recibió a Hurón con tafalleras con el capote a la espalda y verónicas. Brindó al público una faena en la que hubo pasajes donde toreó con temple y sabor, aunque cuando el jandilla se paraba en mitad de la suerte, el mexicano, en un par de ocasiones, tiró la muleta y salió por pies. Mató de estocada trasera y caída.
Muy desdibujado y gris estuvo Morante de la Puebla a lo largo de la tarde. Su lote no fue malo, pero el sevillano no terminó de ver a ninguno de sus oponentes. En su primero dejó retazos con el capote en forma de dos chicuelinas y una media con sabor y en la muleta, donde el inicio con ayudados por alto estuvo a un buen nivel. Después el trasteo navegó en el mar de una actuación discreta y de trámite. Dejó un pinchazo sin soltar antes de cobrar una estocada casi entera, trasera y atravesada. En el quinto, sólo una verónica y una media, después nada. El de la Puebla abrevió y se fue a por la espada entre las protestas del público. Dos pinchazos y dos descabellos.
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