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IRMA CUESTA
Lunes, 18 de enero 2016, 00:47
Viéndola así, tan menuda y con esa cara de niña buena, uno se pregunta cómo ha conseguido Inés Arrimadas (Jerez de la Frontera, 1981) no solo permanecer con vida en medio de esa batalla campal que hoy se libra en Cataluña, sino convertirse, en solo cuatro años, en la flamante lideresa del principal grupo de oposición. Quizá tenga algo que ver con que la menor de los cinco hijos de Rufino, un abogado salmantino que fue concejal de UCD en el primer ayuntamiento democrático de Jerez, se curtió en el campo de fútbol del barrio. A la andaluza que un día decidió ser catalana nunca le gustaron las muñecas, ni las cocinitas, ni los disfraces de enfermera. La mano derecha de Albert Rivera creció rodeada de chavales buscando la forma de que le hicieran un hueco para librar un partido, coleccionando cromos de jugadores, escuchando El Larguero y viendo Mazinger Z. «La verdad es que siempre he sido muy masculina; me relacionaba siempre con chicos, me sabía el nombre de todos los jugadores de fútbol, las alineaciones, discutía con mis compañeros después de cada jornada de Liga... y, por supuesto, era una seguidora incondicional del Barça».
Es mediodía. Martes. Carles Puigdemont está a unas horas de tomar posesión como presidente del Parlamento de Cataluña cuando Inés se sube en el AVE que la dejará en Madrid a primera hora de la tarde. El partido celebra un comité ejecutivo y, tal y como están las cosas, no puede perdérselo. «No imagina cómo tengo la agenda», dice. Clara de Melo, su jefa de gabinete, confirma que desde hace semanas la líder catalana de Ciudadanos no tiene un instante libre: estar al frente de uno de los ejércitos más nutridos de la contienda no solo no la deja tiempo para seguir al Barça como le gustaría, tampoco para salir a correr, el deporte que desde los últimos años de la universidad la ha ayudado a desconectar y mantenerse en forma.
Uno se pregunta también si el running tendrá algo que ver con ese buen aspecto que la ha colocado a la cabeza del ranking de las políticas más atractivas del país. Pero ella no habla de esas cosas. «En el colegio hice atletismo, pruebas de 400 metros sobre todo. Me gustaba. Luego, en la Universidad, nadé y empecé a correr un poco. Más tarde, cuando comencé a trabajar, utilizaba el poco tiempo libre que tenía para echar una carrera. No grandes distancias, cinco o seis, siete kilómetros, lo máximo doce. Tampoco soy una obsesa».
El lunes, después de la investidura exprés de Puigdemont, la mujer que vio cambiar su vida la noche que decidió acompañar a una amiga a un mitin de Rivera en 2010 «allí descubrí que había otra forma de hacer política», encontró tiempo para calzarse las zapatillas para volar cuatro kilómetros y medio. «Me siento libre cuando corro. Además, es el deporte más barato y se puede hacer en cualquier sitio».
De tapas con el 'enemigo'
Es más que probable que entre zancada y zancada, Arrimadas recordara aquel día, su conversación con algunos miembros de las juventudes del partido, su decisión de afiliarse, su paso por tertulias y debates animada por compañeros que vieron en ella no solo una cara bonita, sino una trabajadora incansable con las ideas muy claras. Y, finalmente, su paso a la primera línea en las elecciones de 2012. Ciudadanos saltó entonces de tres a nueve diputados y ella, cuarta por Barcelona, se sentó por primera vez en el Parlamento.
No han pasado ni tres años desde que tomó la palabra por primera vez en un pleno; del momento en que subió a la tribuna haciendo acopio de valor para que no se le notara que le temblaban las piernas. Un tiempo, sin duda, bien aprovechado. Le ha bastado para convertirse en el azote de Artur Más y para ganarse el respeto no solo de los suyos Rivera ha reconocido que su pupila «manda mucho» y que él era bastante menos exigente cuando estaba al frente del grupo parlamentario, sino también de sus enemigos políticos. Agnès Russiñol, diputada por Esquerra Republicana la pasada legislatura, forjó con Inés una amistad que aún perdura. Ella la define como una chica rigurosa en el trabajo, seria y conciliadora. «Tiene mucha energía y es una mujer humilde. Por otro lado, cuando aparcas las obligaciones y sales a tomar unas tapas, es muy simpática. Le sale ese humor, esa guasa andaluza». Russiñol cuenta que entonces mucha de la gente joven del Parlamento formó un equipo entrepartidos que no estaba muy bien visto por los más veteranos. «Nos veían salir a tomar unas cañas juntos y nos miraban con cara rara. Nosotros creemos que, incluso ese detalle, es la prueba de que estamos ante una nueva forma de hacer política; que la gente nueva y joven se ha encargado de abrir los partidos. Por lo demás, diferencias políticas al margen, es una mujer valiente con una carrera meteórica». Cuatro años la han colocado en el centro de todas las miradas
¿Qué pensó la noche de la investidura de Carles Puigdemont?
No tienes mucho tiempo de pensar. Salí del Parlament a las once y pico y a las ocho y media del lunes estaba de vuelta. No sé, creo que lo he interiorizado, que he asumido que es mi responsabilidad; que la gente ha depositado en mí su confianza y que no puedo defraudarles. Por eso, hasta que yo vea que soy necesaria, que la gente confía en mí y que puedo aportar un granito de arena estaré aquí. Cuando deje de ser así, deje de ser feliz y vea que la gente no me apoya, cojo y me voy. Me vuelvo a la consultoría, que es mi profesión. No tengo más problema.
Habrá habido momentos duros, pero seguro que también días de esos que a una le llenan de orgullo...
No soy de recordar fechas espectaculares, pero objetivamente los grandes días que he vivido desde que entré en política han sido el 27 de septiembre, fecha de las últimas elecciones catalanas que nos colocaron como primera fuerza de la oposición, y el 20 de diciembre, el día en el que Ciudadanos consiguió entrar en el Congreso de los Diputados. Piense que cuando me acerqué al partido por primera vez solo teníamos tres diputados en Cataluña; ver que 3,5 millones de personas nos han votado es, sin duda, un triunfo. Pero para mí, ir por la calle y encontrarme con una persona que me dice muchísimas gracias por estar ahí, sois nuestra voz, yo había perdido la esperanza... eso vale más que cualquier celebración del día de las elecciones.
La pregunta es cómo una joven de aspecto frágil y con tan escaso bagaje se mueve tan bien entre ese mar de tiburones que es la política.
Soy tal y como se me ve en el Parlamento o en una tertulia. Uno en política no puede fingir porque al final se nota; son muchas entrevistas e intervenciones. Tengo muy claro que al estar tan expuesto es un error dar una imagen que no es la auténtica. Soy así. No me gusta entrar en el cuerpo a cuerpo, no he venido a la política a pelearme con nadie sino a hacer las cosas bien y contribuir en lo que pueda. No me gusta faltar al respeto, ni insultar; de hecho, me siento incómoda cuando los debates suben mucho de tono, pero es que, además, creo que la gente lo agradece.
Hasta ahora, el gran orgullo de Salmoral, el pueblo de apenas 150 habitantes situado a 50 kilómetros de Salamanca de donde proceden sus padres, era la iglesia de la Asunción. De unos años a esta parte, presume también de ser la cuna de Inés. Los Arrimadas han conservado la casa familiar hasta hace muy poco y sus visitas al pueblo han sido muchas. El alcalde, Carlos Hernández, espera verlos por allí el 17 de agosto, día que comienzan las fiestas, y ha propuesto a la diputada catalana ser la pregonera de honor.
Para los vecinos, la hija de Rufino lo tiene todo: dos carreras es licenciada en Derecho y Dirección y Administración de Empresas y posee además un título de postgrado francés que la acredita como experta en gestión; cuatro idiomas habla castellano, inglés, francés y catalán y un pico de oro. «Estamos tan orgullosos como lo está su familia».
Su padre, que al menos hasta el desembarco de su hija pequeña en política era votante del Partido Popular, ha reconocido que cuando la niña le contó que pedía una excedencia en Daleph, la consultoría en la que trabajaba, para dedicarse a la política, trató de disuadirla; pero también que Inés tiene las cosas muy claras y es complicado hacerla cambiar de opinión.
«He ligado muy poquito»
El currículum de Arrimadas podría dar para una nueva versión de Ocho apellidos catalanes. Hija y nieta de castellanoleoneses, nacida andaluza y catalana por decisión propia, tiene un novio independentista.
Visto desde fuera, resulta complicado imaginar estos días una escena cariñosa entre la portavoz de Ciudadanos y Xavier Cima (37), ingeniero, presidente de la Sociedad Municipal de Aguas y Servicios de Ripoll y exdiputado por Convergencia Democrática de Cataluña. Es verdad que no es la primera pareja capaz de salvar cualquier diferencia ideológica por el bien común ahí están como prueba irrefutable José María Lasalle (PP) y Meritxell Batet (PSOE), pero también que nunca antes se ha dado un escenario tan complicado como ese por el que, de un tiempo a esta parte, transita Cataluña.
Al menos reconocerá su éxito entre el género masculino...
¡Qué va! Yo era la encargada de espantar a los moscones que revoloteaban alrededor de mis amigas en las discotecas. Siempre he sido de pocas aunque largas relaciones. He ligado siempre muy poquito.
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