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De camino a esta entrevista iban escuchando juntos a Héctor Lavoe. «Nos gusta a los dos», dice uno mientras el otro asiente. Pero más allá de compartir algún referente artístico y de un indudable parecido físico, todo lo demás son diferencias. Uno es un músico de los de siempre, de los forjados en salas de ensayo, kilómetros de carretera y horas de escenario. El otro es un artista de los de ahora, de los que construye canciones plagadas de texturas desde su propia habitación. No hablan el mismo lenguaje, ni quieren hacerlo, pero se entienden con solo mirarse. Son padre e hijo, Javier Ojeda y Jassy Ojeda. «Aunque para mí será siempre Pablo», apostilla su padre.
El pequeño de los Ojeda, de 19 años, se estrena en la música con tres singles de ritmos contemporáneos que van del pop folk a lo urbano, con letras actuales, aires discotequeros y algún efecto en la voz, pero sin abusar. Nada que ver con el estilo del cantante y líder de Danza Invisible, un artista ecléctico donde los haya (pop ochentero, música tropical, versiones de los 50…) pero con el regusto clásico que dan 40 años en la escena. Ahora acaba de lanzar su enésimo álbum en solitario, 'Los castillos del mar', con trece temas en directo de sendos conciertos en el Castillo de Gibralfaro de Málaga y el Bil-Bil de Benalmádena durante la pandemia (el 22 de diciembre lo presenta en la Fábrica de Cervezas Victoria). «Y eso es guay porque tenemos perspectivas musicales muy distintas. Yo sé mucho de lo que se lleva ahora. Y él sabe mucho de calidad musical. Me da consejos enfocados a que suene bien», explica Jassy, nombre que en su día tomó prestado para su perfil virtual de su perro Jazz. Un hogar muy musical.
Quedamos con ambos en una cafetería de Torremolinos, base de operaciones de los Ojeda. Hace unos meses que Jassy se ha independizado, pero se ven a menudo. «Al principio me dio mucha pena, ahora estoy más acostumbrado», admite Javier Ojeda. Está orgulloso de su hijo. Lo expresa abiertamente pero, además, se le nota en la manera en que le mira cuando habla de sus proyectos. «Él es infinitamente más responsable que yo a su edad. A su edad yo estaba súper alocado, pero tuve la suerte de caer en un grupo que empezó a ponerse de moda», admite. Él, Jassy, estudia en la Escuela Superior de Arte Dramático por las mañanas y en la Universidad de Málaga, en el grado de Historia, por las tardes. «Si hay algo que no me preocupa es su futuro, porque sé que lo va a sacar», apostilla su padre. «Y aunque me estoy tomando la música en serio, no estoy enfocando toda mi vida en esto», confirma el hijo.
Entre ellos hay una relación de admiración mutua y de amistad. Discuten como todo padre-hijo, pero poco. Jassy confirma que él no es un progenitor convencional. «Mi familia en general no lo es», apostilla Javier. «Cuando a mis amigos con 16 años les regañaban los padres por salir, ¡a mí me regañaba mi padre por no salir!», descubre Jassy ante la carcajada de su padre, que remata con un «¡es verdad!». Y pocos hijos han podido ver a su padre «haciendo el gamberro» en vídeos de juventud. Él sí. «Y me hace gracia», añade en alusión al documental 'A este lado de la carretera' que grabó José Antonio Hergueta con motivo del 40 aniversario de Danza Invisible.
Pertenecen a dos generaciones separadas por casi 40 años, dos mundos que parecen irreconciliables en los códigos musicales. Jassy le saca los colores a su padre al poner de manifiesto sus pocas habilidades en las redes sociales. «La promoción que ha hecho del disco es muy graciosa. Con un móvil cutre hace fotos desenfocadas y las sube. Lo hace con mucha ilusión, pero en cinco minutos. Y escribe 'Aquí tenéis la lista de todos los temas'.¡Pero si no se lee ninguno porque están todos borrosos!», exclama divertido el joven. «Instagram it's not made for me», responde el veterano entre risas. Jassy reconoce, no obstante, que eso ya forma parte del encanto de su padre: «La gracia de Instagram la tiene, no lo sientes como si fuera un señor mayor». «Soy un viejo freak», dice Javier Ojeda con sorna.
A él, fiel al formato banda de toda la vida, le sigue sorprendiendo la forma de hacer música de hoy. «Jassy todavía no tiene una banda de acompañamiento y es muy importante a la hora de unificar sus canciones y su estilo. Porque eso depende mucho de la disciplina de un local de ensayo. La manera de producir su música es totalmente urbana: dos tíos con un ordenador», apunta. Pero aún así, le reconoce una «chispita especial» y le aplaude su «independencia». «Hace una cosa que yo no tenía con su edad: él se ha buscado solo su propio camino, su productor y su promoción en las redes sociales. Nosotros con Danza estábamos con una compañía discográfica y hacíamos caso al productor que nos decían ellos», explica.
Jassy le tiene «ganas» al escenario, pero sin prisas, no quiere precipitarse en esto. De momento ha publicado tres canciones, dos en solitario ('Esta vez', 'Antes de caer') y una junto a su amigo Rafa M.F. ('Ya no estaré'). En cartera hay tres o cuatro más compuestas a la espera de grabarlas con el productor malagueño Kfé. «Así que todavía es pronto porque no tengo mucho que dar», dice con sentido de la responsabilidad.
Él ya sabe lo que es un directo. Cuando era un crío actuó durante una semana en el Teatro Echegaray en el proyecto 'Barrio de la Paz' que representó Javier Ojeda con las Caramala. Interpretaba, precisamente, a su padre de pequeño. «Me encantan las artes performativas. No siento el escenario como una cosa que me cause impacto, sino como algo más natural. Estoy acostumbrado a estar ahí, me gusta», admite. Ha vivido la música desde que nació, en casa y en los muchos conciertos a los que ha ido con la familia. Cada vez que su padre saca un disco, él se sabe todas las canciones desde meses antes. «No empiezo desde el mismo punto que un chico que se haya puesto ahora a hacer música», reconoce. Eso sí, Javier Ojeda no es hombre de dar consejos, sabe por experiencia propia que no siempre funcionan: «A mí el único que mis padres me dieron fue que me retirase de la música, y no les hice ni puñetero caso a los pobres».
Jassy está orgulloso de donde viene y por eso ni se ha planteado borrar el apellido de su nombre artístico: «No lo hago para decir 'soy el hijo de', pero sí para reivindicar que me ha gustado seguir su estela». Incluso le ha propuesto hacer un tema juntos. «Pero habría que ver de qué forma lo haríamos, si de la suya o de la mía». Eso ya lo discutirán en casa.
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