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'Gambito de dama', la serie que le hará jugar al ajedrez

'Gambito de dama', la serie que le hará jugar al ajedrez

Cuentos, jaques y leyendas ·

La historia de la niña prodigio Beth Harmon nos muestra el juego-ciencia como nunca antes lo habíamos visto

manuel azuaga herrera

Domingo, 22 de noviembre 2020, 01:37

Hace unas semanas, la plataforma Netflix revolucionó la oferta de su catálogo con el lanzamiento de una bellísima miniserie, 'Gambito de dama', posicionada desde su estreno en lo más alto del 'ranking' de popularidad del gigante televisivo. En ajedrez, un gambito de dama es un tipo de apertura muy popular en el que las blancas entregan un peón a cambio de alguna ventaja estratégica. El gambito en cuestión responde a la siguiente secuencia de jugadas. Las blancas mueven dos casillas el peón que está delante de su dama. En notación algebraica, diríamos 'd4'. Las negras, que no quieren ceder tan rápido el centro del tablero, responden con el mismo movimiento ('d5'), como en espejo. Entonces, las blancas juegan 'c4', es decir, avanzan dos escaques el peón del alfil de casillas negras, el que está junto a la dama.

Si se han perdido en el camino, no importa, ayúdense con un tablero, verán que se llega a la posición fácilmente. Sólo con estas tres jugadas ('1.d4, d5. 2. c4, …'), el gambito de dama ya está planteado. Ahora le toca mover a las negras, que tienen que tomar una decisión: capturar o no el peón que las blancas le ofrecen, el de 'c4'. Si las negras no capturan, hablamos de un gambito de dama rechazado. Y si deciden tomar el peón, estamos ante un gambito de dama aceptado. En el caso de la serie, deberían aceptar al toque, sin pensarlo, la captura en 'c4'. En mi opinión, es la mejor producción sobre ajedrez que jamás se haya filmado, al menos, en la categoría de ficción.

'Gambito de dama' es una obra redonda, quizás algo previsible en su estructura, pues tiene pocos giros de guion y, a veces, cuando los tiene, transita por caminos muy explorados. Sin embargo, incorpora tantos momentos hermosos que hará que la afición por el juego del ajedrez se ensanche por la base, es decir, entre los espectadores que aún no mueven ni una sola pieza, pero que igualmente disfrutarán del espectáculo propuesto del mismo modo que lo haría un gran maestro.

La serie es un regalo, para propios y extraños, aficionados o no. La dirección y la coproducción corre a cargo de Scott Frank, creador de la premiada 'Godless', un 'western' feminista en el que ya sobresalía la fabulosa fotografía de Steven Meizler, quien esta vez coloca su mirada preciosista en los planos y encuadres de 'Gambito de dama'. Y de qué manera. La estética de la serie es elegante hasta decir basta y, entre colores de tono pastel y esa luz retro que evoca los años 60, atraviesa la cinta por completo, desde el primero al último de los siete capítulos.

La serie es una adaptación de una novela homónima de Walter Tevis publicada en 1983, poco antes de la muerte del escritor. La historia es bien sencilla. Beth Harmon (magistralmente interpretada por la actriz Anya Taylor-Joy) es una niña huérfana de nueve años que se convierte en un genio del ajedrez. A partir de este arranque, acompañamos a Beth en su ascenso meteórico y la vemos competir en distintos torneos, hasta que logra su verdadero objetivo: medirse al campeón del mundo, el ruso Vasily Borgov (papel que defiende, con nota, el polaco Marcin Dorocinski), con quien se enfrenta en dos ocasiones. Durante este viaje, Beth tropieza con todo tipo de personajes y conecta especialmente con dos de ellos. Digamos que encuentra la amistad en una peculiar pareja de alfiles. Por un lado, Harry Beltik, un jugador del montón interpretado por Harry Melling, a quien recordarán porque fue el primo malcriado de Harry Potter. Y por otro, el ajedrecista y 'cowboy' Benny Watts, un personaje hecho a la medida del actor Thomas Brodie-Sangster, pues parece que irrumpe en 'Gambito de dama' tras haber cruzado, sin cambiarse de ropa, alguna fina pared contigua del rodaje de 'Godless', donde también hizo de vaquero, pistola al cinto. Su actuación solo es superada por la imponente, creíble y sensual Taylor-Joy.

Un subtema de la serie que ha levantado cierta polémica en las redes sociales, sobre todo entre la comunidad ajedrecista, tiene que ver con la relación de Beth con las drogas. Desde un primer momento, vemos que en el orfanato donde vive la protagonista se dispensan unas pastillas azules con efectos alucinógenos. Unos capítulos más adelante, en México, Beth pide expresamente 'Librium', un medicamento psicotrópico, ansiolítico, que es usado para tratar la ansiedad y la abstinencia del alcohol. «¿Siempre bebes tanto?», le pregunta Benny a Beth. «A veces bebo más», responde ella con descaro. En efecto, Beth es adicta y consume, y esto no parece haber sentado demasiado bien a algunos grandes maestros de ajedrez.

Un asunto polémico

Lean lo que publicó Gata Kamsky, tres veces campeón de Estados Unidos, en su cuenta de Twitter: «Acabo de ver dos episodios de 'Gambito de dama'. Me encantó la actuación. Solo les preocupa mostrar a los adolescentes que las pastillas pueden mejorar su juego, lo cual es muy improbable. ¿Quizás [sería conveniente] una pequeña advertencia (al comienzo de la serie) para evitar que los niños comiencen a probar esto en la vida real y tengan problemas?».

Si seguimos esta lógica moral, ¿cuántas novelas o películas sobre la vida de músicos o artistas, reales o imaginados, deberían haber advertido sobre los daños del consumo de drogas? No sé, se trata (sólo) de una historia de ficción. En este caso particular, es importante saber que Walter Tevis estuvo más de 20 años sin escribir nada debido a su alcoholismo. Hasta que escribió 'Gambito de dama' y, supongo, fue imposible que no proyectara su mal trago en Beth Harmon, aunque solo fuera como terapia. Por otro lado, es interesante el contexto. En la década de los 50, como señala el psiquiatra Jonathan Metzl, «los artículos sobre curas milagrosas farmacéuticas llenaron las principales revistas para mujeres» y, en consecuencia, se instaló la idea de que «los problemas emocionales se podían curar simplemente visitando a un médico, obteniendo una receta y tomando una pastilla».

En 1957, según Metzl, en Estados Unidos se expedía una receta de Miltown (la «droga milagro») cada segundo. Los anuncios mostraban «esposas infieles curadas milagrosamente por los nuevos medicamentos psiquiátricos». Las amas de casa americanas estaban enganchadas. A estas píldoras mágicas se les empezó a llamar «el pequeño ayudante de las madres». Hasta los Rolling Stones hablaron de ellas en 'Mother's Little Helper' (1966), un tema que, seguramente, sería del gusto de Beth Harmon.

Cerremos el asunto de las drogas y su relación con el ajedrez dejando bien claro que, a diferencia de lo que se insinúa en 'Gambito de dama', no existe una sustancia que ayude a mejorar el juego de un ajedrecista. Sencillamente porque, durante una partida (más aún durante un torneo), se dan muchas fases de juego; y en unas debemos estar lo más calmado posible, tener nervios de acero, pero en otras hay que activarse y ser muy rápidos en el cálculo. De este modo, la combinación perfecta entre tranquilizantes y estimulantes se antoja una fórmula imposible. Sin embargo, un estudio dirigido por el doctor Klaus Lieb en la Universidad de Mainz (2017) concluye que la cafeína podría mejorar nuestro juego en ajedrez en un 9%. Ahí dejo el dato, aunque conmigo, les confieso, no funciona.

El asesoramiento de Kaspárov

Allan Scott, coproductor de 'Gambito de dama', compró los derechos de la novela de Walter Tevis con la idea de hacer un largometraje. El director Bernardo Bertolucci fue de los primeros en contactar con Scott, pero no llegaron a un acuerdo. Nos quedamos con las ganas de saber cómo hubiera hecho suya Bertolucci la historia de Beth Harmon. El apuesto actor australiano Heath Ledger ('Brokeback Mountain'), empujado por su amor por el ajedrez, también estuvo muy interesado en dirigir el proyecto. Incluso había pensado en Ellen Page ('Juno') para el papel de Beth, pero la súbita muerte de Ledger truncó todos los planes. Ledger murió, macabra casualidad, debido a una sobredosis accidental de pastillas.

Al final, los años pasaron y el proyecto acabó en las manos de Netflix. Una de las mejores decisiones que tomaron fue contratar el asesoramiento, para la parte técnica, del excampeón del mundo Gari Kaspárov y del famoso entrenador Bruce Pandolfini. Por cierto, en el capítulo seis, durante la celebración de un torneo en Kentucky, Pandolfini interpreta al director del instituto Henry Clay. Es solo un cameo, pero no desentona. El trabajo en la sombra de la pareja de asesores es tan extraordinario como evidente.

Más allá de algunos pequeños errores (el intercambio de piezas en las capturas, por ejemplo, no son ejecutados, o no del todo, con movimientos naturales, como sí haría un jugador experimentado), el pulso de las escenas es absolutamente creíble. Las partidas que vemos fueron cuidadosamente seleccionadas. Para el buen aficionado, es muy emocionante darse cuenta de los continuos guiños y referencias que existen, como ocurre con el mate de la ópera (realizado por Paul Morphy en 1858) que Beth propina a su amigo Benny.

Por otra parte, el ritmo de las competiciones es trepidante. El truco para lograrlo es muy sencillo: en la serie, todos mueven sin pensar, en una suerte de partida a vida o muerte donde solo importara ser más veloz que el rival. Por si fuera poca cosa, se introduce otra trampa cinematográfica: los enfrentamientos de Beth con los rivales más fuertes, en especial con el campeón del mundo, se reservan para las escenas finales. Esto crea aún más tensión narrativa, pero sería muy improbable que sucediera en una competición real, debido al sistema habitual de emparejamientos. Así que no importa, insisto en ello, que no sepa nada de ajedrez. El suspense está presente en cada una de las partidas, acaso también, si se fijan, en cada mirada de Beth Harmon.

Sin duda, la historia de Beth recuerda por momentos a la de Bobby Fischer, pero también es la historia de una mujer que se abre paso en un mundo copado por hombres. Damaris Abarca, tetracampeona chilena de ajedrez, apunta en esa dirección: «Desde un enfoque de género, 'Gambito de dama' rompe muchos estereotipos y cotidianidades, porque lo que vive Beth Harmon es, quizás, algo irreal», explica.

«Los hombres se toman muy bien que esta chica sea un genio en el tablero. De hecho, la admiran y la aplauden desde un principio. Y no sé si esto pasa tanto en el mundo del ajedrez. Si se revisa la historia de nuestro deporte, nos encontramos con otro relato. Como cuando Kaspárov conoció a Judit Polgar, la mejor jugadora de todos los tiempos, y dijo aquello de que ella tenía un talento fantástico para el ajedrez, pero, después de todo, seguía siendo una mujer. En la serie, en cambio, nadie minimiza a Beth. Y eso es algo que a nosotras, las ajedrecistas, nos gusta mucho. Qué ideal sería ese mundo, ¿verdad? La serie, bien mirada, nos habla de la belleza intrínseca del ajedrez porque, al final, este juego nos une, con independencia de si somos hombres o mujeres, o de cualquier otra condición. Y es muy lindo este mensaje».

Así que ya saben, no tienen excusa. Además, en el mejor de los casos, volverán a jugar al ajedrez, aunque no lo hagan como Beth Harmon.

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