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Claves para detectar y prevenir trastornos alimentarios en adolescentes

La presión social por los cánones de belleza y la alta exposición en redes sociales ejercen un efecto multiplicador sobre estos desórdenes. Los jóvenes son los más afectados

Ana López-Varela

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No se trata de un capricho ni es coquetería. Nada tiene que ver con una dieta para eliminar los excesos navideños o una moda pasajera. En ocasiones, lo que identificamos como un simple interés por llevar una vida más saludable va mucho más allá. Y aunque relacionemos la intención de adelgazar con una decisión voluntaria no siempre es así. Quienes padecen trastornos de la conducta alimentaria (TCA) sufren física, anímica y mentalmente y sus nocivos hábitos les llevan a perder el control hasta convertirse en una enfermedad. Y no en una afección cualquiera.

La anorexia y la bulimia –los dos desórdenes alimenticios más habituales– son los trastornos mentales con más tasa de mortalidad. En España los sufren alrededor de 400.000 personas y los jóvenes son los más afectados –la mayor parte son mujeres, de 12 a 36 años–. Entre otras cosas porque las redes sociales, donde ellos son el público más activo, ejercen un efecto multiplicador.

Estos trastornos pueden tener muchos desencadenantes. Como explican desde NEDA (The National Eating Disorders Association), “aunque los desórdenes alimentarios pueden comenzar con preocupaciones puntuales por la comida y el peso, son mucho más que eso. La gente con trastornos alimentarios utiliza la comida y el control de lo que ingieren como un intento para compensar sentimientos que de otra manera les cuesta gestionar. Para algunos, la dieta, los atracones y la purgación pueden comenzar como una forma de lidiar con las emociones dolorosas y para sentirse dueños de su vida”. En ocasiones son una reacción a la manera en que el cuerpo cambia durante la pubertad. Otras están relacionados directamente con situaciones estresantes o traumáticas, ya sea en casa o en el colegio –familias desestructuradas, abusos físicos o sexuales, acoso escolar…–.

Según datos de Adeslas, la edad de inicio de la anorexia nerviosa está entre los 13 y los 18

También pueden ser consecuencia de la presión social y la necesidad de ser perfecto, una obsesión cimentada sobre el mensaje y las imágenes con las que los medios muestran la delgadez y la belleza como un vehículo indispensable para conseguir la felicidad. Tal y como señala el informe Trastornos alimentarios y hábitos de búsqueda en internet, en plataformas como Instagram, por ejemplo, se incrementan las comparaciones “provocando un aumento de la insatisfacción corporal”.

Los expertos alertan de que ese descontento en cuanto al físico, la falta de autoestima, la ansiedad o la depresión es un escenario idóneo para que se desarrollen los TCA. Sensaciones habituales para una generación de niños y adolescentes que vive sometida a la dictadura de los likes con el fin de sentirse integrados y respetados por su entorno.

Es importante supervisar el uso que nuestros hijos hacen de las nuevas tecnologías porque, aunque no hay que negar que pueden ser un buen aliado para mostrar a los jóvenes los riesgos que entrañan estas conductas, lo cierto es que en muchas ocasiones se convierten en todo lo contrario.

Las redes sociales pueden ser un escaparate sin control. Tanto es así que se han convertido en refugio de millares de jóvenes con trastornos de este tipo

Tal y como denuncia la última campaña Por un uso Love de la tecnología, –iniciativa a través de la que Orange busca concienciar a las familias de la importancia de un uso responsable de internet–, las redes sociales pueden ser un escaparate sin control. Tanto es así que se han convertido en refugio de millares de jóvenes con trastornos de este tipo. En la Red han forjado un imaginario propio con sus códigos y su vocabulario. En un sólo click pueden encontrar consejos para adelgazar de forma extrema y trucos para disimular su problema ante su entorno más cercano y retos imposibles para motivarse como conseguir que el ancho de su cadera sea el mismo que el de un folio o tener tan marcadas las clavículas como para poder sujetar monedas en ellas. Según un estudio de la ACAB (Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia) realizado en 2018, el 60% de estos enfermos buscan y encuentran contenidos que ponen en riesgo su salud.

Según datos de Adeslas, la edad de inicio de la anorexia nerviosa está entre los 13 y los 18, mientras que la bulimia suele aparecer entre los 18 y 25 años. Pero una vez adquirida la enfermedad, durante meses, las señales no son evidentes por lo que es fundamental estar atento. Y más analizando las estadísticas: en el 87% de los casos de TCA la familia desconoce estos hábitos.

¿Podría estar mi hijo sufriendo un trastorno de la conducta alimentaria?

Si se preocupa por la composición calórica de los alimentos; sigue dietas sin tener problemas de sobrepeso; utiliza laxantes de forma continuada; se obliga a realizar una actividad física intensa; experimenta cambios de ánimo bruscos –irritabilidad, incontinencia emocional, llanto frecuente, aislamiento–; prefiere preparar su propia comida –que generalmente no coincide con el menú previsto– y no tomarla en familia; podríamos estar ante un TCA. Según las pautas de la Asociación Española para el Estudio de los Trastornos de Conducta Alimentaria (A.E.E.T.C.A.), a esas hay que sumarle otras posibles señales de alerta como que controle su peso a diario; se queje de estreñimiento o dolor abdominal sin causa médica diagnosticada, haya perdido mucho peso en poco tiempo o se le haya retirado el periodo; si se aleja de las actividades sociales normales para su edad; o ha aumentado las horas de estudio y está obsesionado por el rendimiento académico.

Los especialistas recomiendan a la familia ser su puntal pero no pretender ser su terapeuta

¿Cómo trasmitirle nuestras inquietudes a un posible enfermo de TCA?

Ante esta situación, tal y como indican los expertos de la ACAB, “es muy importante ser honesto, directo y comprensivo. Hace falta sentarse tranquilamente y explicarle con exactitud lo que se ha notado sin ahorrar ningún detalle. Se debe trasmitir que realmente se está muy preocupado por lo que sucede y hacerle saber que, como nos importa realmente, tenemos intención de ayudarle”. Los especialistas recomiendan a la familia ser un apoyo pero no pretender ser su terapeuta. Lo ideal es ofrecerse a acompañar al posible enfermo para obtener ayuda profesional. Si se resiste a ser ayudado o bien niega que le esté sucediendo, es posible que no esté preparado para admitir que tiene un problema. No siempre se puede obligar a la persona a buscar ayuda, pero sí facilitarle información sobre a dónde puede dirigirse o sugerirle que empiece por hacerse un examen médico. “No se ha de intentar manipular con sobornos, recompensas, castigos o culpabilidad. Ninguna de estas tácticas funciona”, avisan desde la asociación. La clave está en hacerle sentir nuestro soporte.

¿Cómo ayudar a un adolescente a mantener una relación sana con la comida?

Dar buen ejemplo funciona, sobre todo a edades tempranas en las que los menores funcionan por imitación. Como referentes que son, los padres deben mostrar hábitos alimenticios y rutinas de ejercicio saludables. Es importante que perciban los beneficios de la actividad física como una vía para mantenerse sano y fuerte, no sólo para perder peso.

La cesta de la compra ha de ser equilibrada. La supervisión de la alimentación, con al menos una comida familiar al día, es fundamental para detectar posibles problemas.

Es necesario que los adolescentes aprendan a aceptar su propio cuerpo y les resultará más fácil hacerlo si en casa se trata el tema con normalidad. Los adultos no deben quejarse acerca de su propio peso ni hacer comentarios negativos sobre los demás debido a su apariencia física. Hay que evitar también hacer comentarios o cuestionar el peso del adolescente para no condicionar el concepto que tiene sobre sí mismo.

Ayudar a construir la autoestima y el respeto propio del adolescente es fundamental. Felicitarles por sus esfuerzos, pedirles que den su opinión y animarlos a cultivar sus talentos e intereses, son tres buenas pautas para ello.

La comunicación familiar es fundamental para ofrecer información sobre estos trastornos. Los niños y adolescentes han de comprender que los cánones de belleza que aparecen en la publicidad o la televisión no siempre se ajustan a la realidad. Los padres han de promover la tolerancia y la diversidad.

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con Love Orange. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.