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VIVIR EL VERANO

Claro y en botella

No todas las aguas minerales son iguales: dependiendo de su composición y del estado de cada persona, pueden beneficiar o perjudicar la salud

TEXTO: INÉS GALLASTEGUI

Sábado, 18 de agosto 2007, 03:56

Q UE el ser humano es, ante todo, agua es una realidad por todos conocida. Que hay que beber dos litros cada día -más cuando hace calor y se hace ejercicio-, también. Y que el agua embotellada está de moda... no hay más que echar un vistazo a nuestro alrededor. El consumo de esta bebida experimenta un crecimiento anual del 12% y los europeos somos los que más consumimos, con diferencia, en el mundo: 85 litros de media por persona y año. Los motivos de esta tendencia son numerosos, pero el más importante es la preocupación por la salud y la forma: frente a los refrescos, zumos y bebidas alcohólicas, el agua quita mejor la sed y no engorda (tiene cero calorías). Por otro lado, el auge del agua embotellada frente a la del grifo parece tener que ver con la percepción de este producto: pese a ser mucho más cara que la procedente del abastecimiento público, la comercial es vista como más segura y de más calidad, aunque esto no sea necesariamente cierto. Y de todas las embotelladas, la que goza de más prestigio es el agua mineral natural.

Pero, ¿sabemos lo que bebemos? El Gobierno español trasladó en los años 2002 y 2003 las directivas europeas relativas a la elaboración, circulación y comercio de aguas de bebida envasadas (reales decretos 1074/2002 y 1744/2003). Esta normativa define las aguas minerales naturales como «aquellas bacteriológicamente sanas que tengan su origen en un estrato o yacimiento subterráneo y que broten de un manantial en uno o varios puntos de alumbramiento, naturales o perforados». Este producto sólo admite dos tipos de tratamiento para mejorar su calidad sin cambiar su composición: la eliminación de compuestos naturales inestables, como el hierro y el azufre, y la modificación (por eliminación o por adición) de su contenido en gas carbónico.

La composición del agua varía en virtud del terreno por el que discurre dentro del subsuelo. Y su sabor depende de las sustancias que lleve disueltas. Así, puede ser ligeramente salada, terrosa, amarga o ácida.

Requisitos de etiquetado

Esta legislación establece condiciones para el etiquetado de las botellas de agua mineral. Así, debe constar el manantial del que procede el contenido. Por ejemplo, la Federación de Consumidores en Acción (FACUA) denunció a Font Vella por comercializar como si fuese del manantial de Gerona que da nombre a la marca agua de Sigüenza (Guadalajara).

En las etiquetas está prohibido aludir a los efectos beneficiosos de este producto sobre ciertas enfermedades y, en cambio, está permitido incorporar la leyenda 'Agua minero-medicinal', si bien ello sólo indica que la marca en cuestión gozaba de esa denominación antes de la entrada en vigor de la nueva normativa, pero no más beneficios para la salud. También puede señalar: 'Indicada para la preparación de alimentos infantiles', lo que significa que es de mineralización débil o muy débil.

La normativa exige incluir la fecha de caducidad del agua y las recomendaciones para su adecuada conservación. Hay que tener en cuenta que los envases de PET son permeables a sabores y olores y no deben ser reutilizados, porque pueden contaminarse.

Parte de la información contenida en la etiqueta es incomprensible para la mayoría de los consumidores. ¿Qué significa que un agua es 'de mineralización débil' o 'fuerte'? ¿Y que 'puede ser diurética'? ¿Qué es 'residuo sólido'? ¿Es bueno o malo que un agua contenga más o menos flúor, calcio o sodio? Y, en todo caso, ¿para quién es bueno? La publicidad también nos puede hacer dudar: ¿Hay aguas más 'adelgazantes' que otras, como sugieren algunos anuncios?

Los expertos aseguran que el agua mineral de bebida no tiene efectos terapéuticos -otra cosa son los baños en balnearios-, pero sí puede ayudar a personas sanas a prevenir dolencias y a algunas enfermas a complementar -que no sustituir- sus tratamientos.

El doctor Antonio Miguel Martín Almendros señala que un uso continuado de agua fluorada puede contribuir a prevenir la caries dental, pero un individuo con anemia no debería confiar su salud al agua mineral ferruginosa -rica en hierro-, sino que hará bien en tomar los complementos que le recete su médico y beber ese agua como apoyo.

Fuente de minerales

Martín Almendros recuerda que el grado de mineralización depende del residuo seco que contiene el agua mineral y se refiere al conjunto de los minerales, es decir, que un agua de mineralización débil puede tener un contenido relativamente alto de hierro, calcio, flúor, sodio, etcétera, un dato que hay que tener en cuenta si se sufren determinadas patologías.

Asimismo, el especialista subraya que los pacientes con retención de líquidos -por ejemplo, hipertensos, cardiópatas y enfermos renales- deben tener mucho cuidado con las aguas ricas en sodio. El agua carbónica (con gas) mejora la digestión y combate la acidez, pero «¿ojo! -advierte el doctor- también aumenta el apetito».

Por su parte, el doctor José Miguel Fernández, especialista en nutrición, advierte de que los pacientes con cálculos renales también han de evitar las aguas de mineralización fuerte, sobre todo las ricas en calcio. A su juicio, una norma sensata es optar siempre por aguas 'blandas' y, en caso de patología previa, consultar con el médico si es necesario tomar alguna precaución con las aguas ricas en ciertos minerales.

Fernández considera «un poco engañosa» la publicidad de algunas marcas, que inducen al consumidor a creer que el agua mineral adelgaza. Cuantos menos minerales contenga, es más diurética -favorece la secreción y eliminación de orina-, pero «ni adelgaza ni engorda», recuerda este médico. Tomar cada día la cantidad adecuada -unos dos litros, según la persona, la actividad y el calor- ayuda al metabolismo a aprovechar los nutrientes y eliminar los residuos. «Porque tomes cuatro litros no vas a adelgazar más», afirma José Miguel Fernández.

Para el doctor Martín Almendros, la elección de un agua concreta no tiene importancia en adultos sanos, pero sí en ancianos y bebés, que deberían consumir las de mineralización débil o muy débil. Los primeros, porque sus riñones ya están «cansados» de filtrar y no conviene sobrecargarlos. Y los segundos, porque sus órganos aún están inmaduros.

Así, desaconseja el consumo de agua del grifo a los bebés hasta los dos años, no sólo porque, dependiendo de la zona, esté muy mineralizada, sino porque puntualmente puede contener microbios. «Al agua mineral, por definición, se le supone la pureza; en la del grifo, por mucho que lleve cloro, puede haber cierta carga bacteriológica», recuerda el médico. Y, a veces, residuos peligrosos, como mercurio, plomo, arsénico o nitratos, apostilla Fernández.

Moda y lujo

El especialista recuerda que la diferencia entre el agua embotellada y la del grifo es que la primera es más rica en minerales. «Una alimentación equilibrada aporta todos los minerales necesarios. Por tanto, el agua mineral no es imprescindible, pero tampoco mala. Más bien puede ser un lujo innecesario», concluye.

«En la moda de llevar siempre una botella de agua mineral hay mucho de márketing, y eso lo veo mal -sopesa Martín Almendros-. Pero, por otro lado, le hace a la gente consciente de que hay que beber agua, porque depura, ayuda a eliminar residuos y toxinas».

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