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Juan Carlos Monedero, fotografiado durante la presentación de su libro 'Curso urgente de política para gente decente'.
Monedero: Desobediente, enfadado y alerta

Monedero: Desobediente, enfadado y alerta

Así se presenta en WhatsApp el ideólogo de Podemos, Juan Carlos Monedero. Ahora, con las elecciones en el horizonte, sus tarifas por asesorar a la revolución de Hugo Chávez le han puesto en el ojo del huracán

julián méndez

Domingo, 1 de febrero 2015, 02:20

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Juan Carlos Monedero Fernández-Gala (Madrid, enero de 1963), el número 2 de Podemos, sabe desde pequeño lo que es ganarse el pan con el sudor de la frente. Salvador, su padre, un emigrante de Gijón que había probado fortuna en Salamanca, abrió el Bar Casa Gala en el barrio de Argüelles, uno de esos chigres abarrotados y tumultuosos de los años 70 que tenían la persiana levantada a cualquier hora del día o de la noche y donde los críos echaban las horas que hiciera falta detrás del mostrador.

Al cuarto de los seis hijos de Salvador Monedero, admirador confeso de Esperanza Aguirre y disciplinado votante del PP, le tocaba también repartir los pedidos. Muchos de sus clientes eran militares, ya que el ultramarinos familiar se encontraba en una barriada de viviendas castrenses. «Le decía 'lleva este pedido a esa casa y con la propina te compras lo que quieras' o 'vete a vender los cartones al trapero y te sacas unas pesetas'. Así he funcionado con todos y me ha ido muy bien», explicaba su padre.

Salvador no oculta que aquel chaval bajito, pero fuerte como un toro, espabilado y diligente que ahora bracea para tratar de explicar el origen del dinero recibido por sus trabajos de asesoría en la América bolivarista, ha sido siempre su ojito derecho. En el colegio de los Sagrados Corazones coleccionaba sobresalientes, unas notas que le permitían estudiar becado.

A los once años, Juan Carlos Monedero tuvo una suerte de revelación política. Su mejor amigo del colegio, Ignacio, le exigió guardar un secreto. Acababan de detener a su padre. El líder de Podemos lo contó así en una entrevista: «'Juan Carloz (mi amigo ceceaba), tengo que contarte una coza, pero me tienez que jurar por Dioz que no ze lo vaz a contar a nadie'. Recuerdo que le contesté que no podía jurar por Dios porque no creo en él. Pero se lo prometí. 'Han detenido a mi padre'. '¿quién?', le pregunté. 'Franco'. ¿Y por qué? Ignacio, que es hoy profesor de Economía en la Complutense, me respondió: 'Porque Franco ez un hijo de puta'».

Aquel oficial detenido, uno de los componentes de la Unión Militar Democrática, era nada menos que Restituto Valero Ramos, 'el niño del Alcázar', nacido durante el asedio a la fortaleza y que apareció, con su uniforme de caballero cadete y su gorra de barco, en brazos del general Moscardó tras la liberación del castillo. Por esas cosas que tiene la vida, cuando Restituto Valero fue expulsado del Ejército por sus ideas democráticas, recaló en Venezuela... donde tropezó con Juan Carlos Monedero, que estaba estudiando la revolución de Hugo Chávez. Pero no adelantemos acontecimientos.

El engaño de la Transición

Monedero quedó tocado para siempre por aquella revelación; el atildado generalito que presidía su aula dentro de un retrato, podía meterle el miedo en el alma al mejor de sus amigos. Algo no funcionaba bien. Acabó sus estudios en los Sagrados Corazones de Benito Gutiérrez con nota (y con alguna gamberrada de órdago, como prender fuego a una papelera en clase) para matricularse en Economía, moverse en grupúsculos comunistas, aprender a manejar la vietnamita y llenar las paredes con consignas escritas en aquel maloliente papel de estraza de la época. Con sus estudiadas gafas de miope cabalgándole la nariz, empezó a cultivar esa imagen como de comisario político meridional, fogoso y erudito, que deslumbraba con su verbo incendiario en las asambleas de las facultades de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense madrileña, donde da clases de Ciencia Política en la actualidad.

Precisamente ayer, el rector, José Carrillo, decidió abrir un proceso de información «reservada» tras conocerse los trabajos de asesoría a gobiernos latinoamericanos realizados por Monedero, con los que ingresó 425.150 euros a finales de 2013, y el supuesto cobro de otro millón a través del Centro de Estudios Políticos y Sociales, con sede en Valencia.

«En clase, como en la vida, es un profesor revolucionario», le retrata uno de sus antiguos alumnos. Un agitador de conciencias que, cada vez que puede, suelta la frase «la Transición fue un engaño» o le calza una colleja a Alfonso Guerra, con quien mantuvo sonados desencuentros en su juventud. Antinacionalista furibundo y fan de Sabina, sus alumnos han podido escucharle hablar de «la patraña nacionalista de Braveheart» y poner a caldo a cierto futbolista vasco de 'La Roja', a quien no citó por su nombre y con quien compartió mesa y mantel, por sus ideas sobre Euskadi. Los universitarios a quienes dio clases recuerdan su aliento maquiavélico, que se manifestaba en los exámenes tipo test, pero en los que premiaba a los que sabían salirse del guion que él mismo escribía.

Pulseras y rotulador negro

«Desobediente, enfadado, alerta», los tres adjetivos que Monedero ha escogido para su estado en WhatsApp, podrían servir para compendiar la personalidad de este hombre «profundamente de izquierdas», un marxista adaptado al siglo XXI, como le retrata un conocido. Alguien que saltó el charco para estudiar en directo y desde dentro las revoluciones bolivarianas. Amigo personal de Hugo Chávez, mantuvieron ardorosas discusiones que acabaron en enfado, aunque el Comandante le llamó en directo a un programa de televisión para pedirle disculpas y rogarle que le siguiera recomendando libros. «Con Chávez aprendí lo que es el amor a un pueblo, cosa que yo no había visto nunca con tanta pasión en un líder español», ha reconocido Monedero.

«Me jugué la libertad en España por ser insumiso. Decidí no hacer el servicio militar y eso implicaba que íbamos a juicio. Yo tuve suerte, pero a compañeros míos los metieron en la cárcel. Es curioso que fuera a colaborar con un militar, Hugo Chávez, que es lo contrario de lo que yo deseo en una sociedad futura. Ahora bien, hacen falta ejércitos populares y comprometidos con el pueblo. Allí me encontré también con un militar que me recordaba a los militares leales a la república española en el 36», recuerda Monedero.

Ese militar era Restituto Valero, el padre de su amigo Ignacio. Se encontraron de casualidad en Caracas, cuando Monedero trabajaba como responsable de formación en el Centro Internacional Miranda. «Allí vió la revolución en vivo y se la creyó», apunta Valero. El exmilitar retrata a un joven que viajaba «en trole», compartía habitación y vivía muy modestamente. «Su imagen de España es la de un país empobrecido por la mala gestión de una estructura capitalista heredada del franquismo», dice.

Otro rasgo de carácter Monedero, admirador del marino Corto Maltés, dibujado por la grandiosa mente de Hugo Pratt, y de la poesía de Cesare Pavese, tiene que ver con su eterno descontento. Es uno de esos militantes de los que huyen como de la peste los secretarios de organización de los partidos, una mosca cojonera que siempre tiene un pero en la boca, crítico absoluto de cualquier organización en la que milite.

Lector infatigable, soltero y aficionado a salir y tomarse unas copas con sus amigos, escribe siempre con rotulador negro y adorna su muñeca izquierda con pulseras sudamericanas. Sostiene que la Transición terminó el 13 de marzo de 2004, cuando tras los atentados islamistas de Madrid, los ciudadanos se concentraron ante la sede del PP gritando 'queremos saber la verdad'. Hoy le toca a Monedero dar explicaciones sobre el dinero que financia 'La Tuerka', el trampolín público de Podemos.

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