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Orbaneja, en la oficina de Calahonda.
Juan Orbaneja: «En la Costa falta visión de futuro: no se hace planificación urbanística desde 1968»

Juan Orbaneja: «En la Costa falta visión de futuro: no se hace planificación urbanística desde 1968»

Urbanizador y promotor de Calahonda, lleva consagrado durante cuarenta años a moldear una de las urbanizaciones más prestigiosas del litoral malagueño y ahora vuelca su energía en construir escuelas en Sudán

Nuria Triguero

Domingo, 7 de agosto 2016, 00:49

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Cuando llegaron al Ayuntamiento de Mijas con los planos de Sitio de Calahonda bajo el brazo había allí tres personas: el alcalde, el secretario y un policía. Era 1966 y el litoral malagueño, un imán para emprendedores, buscavidas y estafadores. Los Orbaneja -Juan y su padre, José- pertenecían a la primera categoría y venían de Barcelona con un sueño: construir la mejor urbanización de la Costa del Sol. Planeaban una ciudad autosuficiente con 10.000 viviendas -que se quedarían en la mitad por su decisión de limitar las alturas- y todos los servicios imaginables: parques, bares y restaurantes, tiendas, supermercados, un campo de golf e incluso una red propia de transporte. A hacerla realidad se consagró durante cuatro décadas este ingeniero industrial autodefinido como «catalán no practicante» que ahora, a los 75 años, vuelca su energía en la construcción de escuelas en Sudán.

- Calahonda atesora premios al buen hacer urbanístico y usted ha abanderado la apuesta por un desarrollo residencial de calidad en la Costa del Sol. ¿Le molesta la mala imagen que arrastra la figura del promotor?

-Bueno, yo no he pensado nunca en maximizar el beneficio, ha sido al contrario. Eso no reconoce, pero uno está contento conmigo mismo. Aquí estaban previstas el doble de viviendas de las que hay, porque cuando empezamos podías construir las plantas que quisieras, pero yo limité las alturas a la mitad. Sí, son 5.000 viviendas, pero tenemos 600.000 metros cuadrados de zonas verdes y plantamos 500.000 árboles. Es cierto que los primeros urbanizadores de la Costa del Sol teníamos una mentalidad diferente. No éramos profesionales de la construcción, no éramos el típico promotor de «Voy a sacar dinero a tope». De los antiguos sólo quedamos Fernando Goizueta, de Guadalmina; Ramón Asensio y yo. Pero me pregunta por la mala fama de los promotores. Pues no, no está justificada. Aquí el problema fundamental es la inseguridad jurídica de este país, ésa es la clave de todo.

-¿De la corrupción también?

-De la corrupción, de los problemas, de la mala fama. Borrell dijo que el corrupto es el promotor porque paga al funcionario. Y no es verdad. ¿Crees que al promotor le gusta pagar? Paga porque tiene unos compromisos, porque lleva tres años atascado y tiene que sacar el proyecto y si le dicen: te lo soluciono si me pagas, pues claro que paga. Yo no he sido de los que ha pagado, pero me he gastado 150.000 euros en preparar tres planes parciales para hacer 15 casas en Gaucín. Y no pude hacerlas. No se puede jugar con la gente, no se puede tener esta inseguridad jurídica. No puedes tirarle la casa a un inglés porque resulta que es ilegal. Como le dije en su día a una consejera de la Junta: seguís dejando hacer a Gil lo que quiere. Y me dijo: sí, pero estamos ganando los pleitos. ¿O sea, que el que ha comprado de buena fe es el que la acaba pagando porque la casa es ilegal? No, hombre, los que sois ilegales sois vosotros que habéis dejado que eso se termine. Se va, con las fuerzas armadas si hace falta, y se para. Esto ha funcionado así y se ha permitido. ¿Los promotores son los malos? No. ¿Quienes son los malos? Pues las leyes que tenemos, la inseguridad jurídica y los bancos, que por pura ansiedad te daban el 120% de financiación, y tuvieron mucha culpa de lo que ha pasado, de la burbuja. Aquí somos de muchas leyes y poco cumplimiento. Yo soy admirador de los ingleses: tienen menos leyes, pero se cumplen más. Y eso es lo que hay que hacer aquí: menos leyes y que se cumplan.

-¿Cree que en la Costa del Sol se debería construir más?

-Lo que hay que hacer es pensar en el futuro, saber qué queremos hacer y cómo. ¿Queremos más viviendas? ¿y la carretera qué? ¿y el saneamiento? Seguimos viviendo de la planificación del 68: el agua, el saneamiento, la autovía... Desde entonces no se ha vuelto a planificar nada a largo plazo. Es impresionante. Claro, aquí es que todo el mundo piensa a cuatro años. Y en cuatro años no se puede hacer lo que estamos hablando. Marbella está ya en 500.000 habitantes y la depuradora es para 80.000. Yo hice una depuradora aquí para 15.000 personas, que me costó una burrada, y cuando la cogió la Mancomunidad la enterró porque el coste de mantenimiento era muy alto. Y qué te voy a contar de la carretera...

-Cuénteme, cuénteme.

-Es que la gente no lo sabe: esta autovía se hizo con el 50% del presupuesto. Así que a nosotros nos expropiaron para hacer una autovía, con sus vías de aceleración y desaceleración, y mira lo que hicieron. No es una autovía. Y la gente no va por la autopista, yo ya lo advertí cuando la hicieron. Como sigamos así, van a poner rotondas y semáforos por la A-7 para que la gente vaya por la autopista, y a eso no hay derecho.

-¿Echa de menos una visión de futuro de la Costa del Sol?

-Urbanísticamente la costa española, no sólo la Costa del Sol, es un desastre. Falta un ente, la Junta o lo que sea, que programe y desarrolle el futuro. Siguen hablando de calificar o no calificar. Pero, ¿dónde se define la estética de las construcciones, dónde se programa todo el desarrollo de forma congruente, dónde están los árboles y las zonas verdes? A la jardinería no se le da importancia que tiene. Yo creo que tendría que haber en la Costa del Sol una escuela internacional de jardinería. Aquí no se le ha prestado atención, se han puesto palmeras por todos lados, se empeñaron en arrancar eucaliptos de 200 años... falta planificación en todos los sentidos. Además, lo que no puede ser es que todo el mundo venga a la costa cuando hay un espacio en el interior impresionante. Lo que hay que hacer es comunicar bien los municipios del interior con la costa. Y cambiar la ley para que se pueda construir en el campo, definiendo límites y normas, claro está.

Lo opuesto al turismo residencial masivo

  • calahonda

  • Los urbanizadores de Calahonda tuvieron que empezar desde cero en la inmensa parcela que los Orbaneja compraron a la familia Van Dulken no había agua, carreteras, electricidad ni saneamiento. Así pues, construir las primeras casas requirió un titánico trabajo previo. En 2002 se completó la venta de parcelas, lo que hizo que en las 280 hectáreas originales de la finca se desplegara un centenar de pequeñas urbanizaciones. Las cinco mil viviendas que actualmente forman esta macrourbanización chalés en el sur, apartamentos al norte se han ido construyendo progresivamente a lo largo de cuatro décadas, acompañadas de tiendas, restaurantes, zonas verdes, un campo de golf y sus propias depuradoras. Con una población fija de 10.000 personas que llega a duplicarse en verano, Sitio de Calahonda ha recibido premios por su diseño respetuoso con el medio ambiente y su alto nivel de servicios.

  • Para Juan Orbaneja, otro gallo cantaría si el modelo de urbanización de Calahonda se hubiera seguido en toda la Costa del Sol. «El desarrollo urbanístico, que no ha sido para echar cohetes en España, ha tenido su mejor exponente en las urbanizaciones, que son las únicas que están programadas y desarrolladas con un sentido», defiende el histórico promotor, que se muestra muy crítico con el caos y la falta de planificación existente en la Costa del Sol.

-Usted fue uno de los impulsores de la plataforma anti rascacielos de Marbella. ¿Por qué esa cruzada contra la construcción en altura?

-Me impliqué en este tema porque aquí en Mijas ya me había implicado en el año 68 cuando empezaron a hacer bloques de 20 plantas en primera línea de playa. No puedo estar de acuerdo, me parece una agresión. Por el amor de Dios, es que cada uno tiene que tener su imagen. Si tú tienes unas características de extensión, de calidad, tienes que preservarlas. ¿Sabes la historia del Don Carlos? Vino Hilton y compró una parcea de 80.000 metros. Iban a hacer diez torres de 20 plantas. Hicieron la primera y llegó a oídos de Sánchez Bella, ministro de Turismo de Franco, que dijo que allí no se hacía eso. Hilton dijo que ya tenía licencia y Sánchez Bella dijo que por encima de su cadáver. Pues no se hizo, y Hilton se fue de España por eso. Yo creo que tienes que poner así porque hay cosas que son aberrantes. Como nos pusimos en la plataforma, lo que pasa es que cuando no tienes autoridad lo más que puedes es protestar. Hay que planificar y no permitir eso. Porque ojo, no olvidemos que en Marbella legalmente pueden hacerse rascacielos, hay cinco sitios para hacer torres.

-Veo que sigue apasionándole el urbanismo aunque lleva ya unos cuantos años dedicándose a un proyecto totalmente distinto...

-Nosotros terminamos de vender parcelas de la urbanización en 2005. Yo tenía 60 años. Justo entonces conocí, a través de Paloma López Borrego, a un misionero trinitario que me habló de la venta de esclavos en la guerra de Sudán. Organizamos una cena para recaudar dinero, luego otra, y luego ya fui a visitar aquello. Y fue como lo de ver y y creer. Acababa de terminar la guerra y eso era impresionante, impactante. La gente medio desnuda, sin comer, sin nada. Vi las necesidades y me impliqué a fondo, creamos la ONG Amsudan y empezamos a hacer escuelas. La verdad es que hemos hecho muchas cosas. Nuestra escuela secundaria para niñas ha recibido un premio a la mejor escuela del sur de Sudán. Yo voy todos los años, salvo dos veces que no he podido porque la situación allí sigue siendo conflictiva.

-¿Cómo se pasa de construir viviendas en la Costa del Sol a construir escuelas en Sudán?

-Levantar una urbanización como ésta es un proyecto muy importante, sobre todo con poco dinero, porque si tienes mucho dinero es muy fácil. Ya después todo se te queda pequeño, has vivido y has vibrado tanto... y además ves que todo ha cambiado, valoras más tu tiempo porque ya eres mayor, y ves que tu vida puede ser más aprovechable de una forma que de otra. Y en la vida hay que hacer cosas por los demás.

-¿Su experiencia como empresario le es útil en esta nueva faceta?

-Claro, mi papel es buscar dinero a base de organizar cenas y eventos. Ahora, todo el mundo me huye, ése es el problema [se ríe a carcajadas]. Al principio la gente tiene mucha ilusión y luego ya se cansa. Yo lo comprendo, pero claro, hay que seguir tirando del carro....

-Entonces estará muy metido en la vida social marbellí...

-Con esto de las cenas tengo que estar integrado en todo. ¡Me cuesta un presupuesto!. Ojo, aquí hay famoseo y famoseo. No se puede generalizar. Se ha hablado mucho de Gunilla, y resulta que es una persona muy preparada y muy lista, lo que pasa es que le divierte montar el 'show'. A mí Marbella me parece interesante por tres motivos: un es el clima, el otro la gente de aquí, de Andalucía, que tiene una forma de ser que no existe en el mundo. Y el tercero es justamente la gente que se ha juntado aquí. Tenemos amigos iraníes, ingleses, alemanes, suecos.... eso te da una riqueza increíble de pensamiento.

-¿Le ha pillado alguna de las crisis del ladrillo?

-Sí, la del 92, ahí lo perdí todo. Las anteriores crisis no me pillaron pero esa sí. Vinieron unos finlandeses y compraron terreno aquí por 500 millones de pesetas. Yo veía que no se vendían viviendas, no lo entendía, pero pensé que sabrían más que nosotros. Así que en vez de hacer de treinta en treinta, como había hecho hasta entonces, me lancé a hacer 200 viviendas.

-¿Y qué pasó?

-Pues que no suspendí pagos, porque una de mis claves en la vida, lo más importante, es la palabra. La falta de palabra conduce al caos. Nos están enseñando a mentir, los políticos mienten y la gente que maneja el dinero miente. El problema es que cuando dices la verdad y tienes palabra ya te llaman tonto.

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