La historia del desarrollo tecnológico es una historia de sueños y quimeras que, poco a poco, dejan de serlo. Hace dos décadas, el coche autónomo era poco menos que ciencia ficción. Diez años atrás era una posibilidad real, pero aún incierta y lejana. Hoy, aunque todavía minoritaria, es una tecnología cada vez más solvente, y la industria de la automoción está convencida de que conformará los vehículos de un futuro no muy lejano. Pero, como cualquier salto tecnológico de tanta magnitud, no está exento de dudas y desconfianza, por lo que muchas personas siguen mirando con recelo esos vehículos en los que es la “máquina” quien toma el mando.
“Cada uno es dueño de su propio miedo”, explica Carlos Busnadiego, jefe de productos y procesos de Automoción de GMV quien, como ingeniero de una de las empresas más punteras del mundo en este ámbito, puede aportar algo más que refranes en este debate. “Las estadísticas nos dicen que el 94% de los accidentes de tráfico se deben a errores del conductor”, asegura, “y todo indica que los coches autónomos son más seguros que los convencionales: no solo para el conductor, también para el resto de los usuarios de la vía”. Hay motivos para pensar que, en la carretera, las máquinas son más eficaces que los humanos.
“El tiempo de respuesta de estos sistemas es menor que el de un conductor ya que disponen de sensores que pueden percibir lo que nosotros no vemos y permiten predecir eventos actuando en consecuencia. Además, su rendimiento es constante: no sufren cansancio o sueño, ni cometen imprudencias”, prosigue el experto. El problema de los coches autónomos, dice Busnadiego, es su convivencia en carretera con conductores humanos, que pueden ser impredecibles y, en algunos casos, no respetan las normas de seguridad vial. Busnadiego confía, sin embargo, en que a medida que haya más coches autónomos en la carretera, los incidentes debidos a este hecho se reduzcan.

Para que esto pueda suceder es necesario que existan compañías como GMV que, con una gran inversión en innovación y el mejor talento técnico, han creado y pulido importantes soluciones tecnológicas necesarias para que este tipo de vehículos sea una realidad. Todo ello con la visión puesta en los avances y mejoras sociales derivadas de la posibilidad de trasladarse de un punto a otro de manera segura y autónoma. Sara Gutiérrez Lanza, directora de la unidad de negocio de Automoción de GMV, pone el énfasis en la “lectura social” de esta tecnología, y explica los motivos: “Vamos hacia una sociedad con una población envejecida y en la que los jóvenes cada vez tienen menos interés en conducir”, argumenta, “el vehículo autónomo puede ser muy útil para ciertos colectivos como, por ejemplo, la tercera edad que, aunque va perdiendo facultades, podrá desplazarse y moverse de manera segura y sin depender de nadie gracias a esta tecnología. Otro de los colectivos que también se podrá ver beneficiado es el de las personas con discapacidad, logrando unos niveles de autonomía hasta ahora impensables”.
¿Qué avances han sido necesarios para llegar hasta aquí?
Para que un coche autónomo pueda funcionar es crucial que esté dotado de un sistema de posicionamiento de alta precisión. En este tipo de sistemas ha trabajado durante años GMV, la empresa española nacida hace cuatro décadas en el sector espacial y que en la actualidad es referente en muchos de los campos tecnológicos que van a determinar nuestro futuro. Las soluciones de posicionamiento para el coche autónomo basadas en Sistemas Globales de Navegación por Satélite (GNSS por sus siglas en inglés) son parte de los servicios proporcionados por GMV “y a día de hoy proporcionan una precisión centimétrica y, lo que es fundamental, segura y confiable”, asegura Gutiérrez Lanza.
Estos sistemas hacen uso de la tecnología GNSS y de una serie de sensores capaces de localizar la posición de un vehículo con un margen de error de centímetros. La tecnología de GMV incorpora el concepto de integridad, que “permite identificar los riesgos asociados al cálculo de la posición y eliminarlos antes de que se lleve a cabo el cómputo de la misma, asociando a dicha posición un área de confiabilidad o nivel de protección (PL) en la que se puede acotar la posición real junto con cualquier error potencial asociado a la misma con una probabilidad muy elevada denominada Integrity Risk ”. Tras años de investigación y desarrollo, esta solución ha ido evolucionando de forma progresiva y ya está integrada en los coches de algunos fabricantes, como es el caso del fabricante alemán de automóviles premium BMW Group. Esta solución de posicionamiento seguro y preciso, denominada GMV GSharp®, en la que la compañía lleva trabajando muchos años, fue la clave para comenzar a trabajar con BMW Group en 2019 y, desde marzo de este año, ha empezado a incorporarse a los primeros vehículos con funciones de nivel 3 de conducción automatizada. “La demanda de esta tecnología va incrementándose poco a poco, al ser esencial para la conducción autónoma, y en los próximos cinco años se espera una implantación mucho más generalizada”, asegura Gutiérrez Lanza.

Pero, como recuerda Busnadiego, GMV no solo trabaja con tecnologías de posicionamiento, sino que desarrolla otro tipo de sistemas clave para la conducción autónoma. “También trabajamos en elementos clave de las fases de percepción e identificación del entorno, como pueda ser la visión artificial, que entre otras cosas permite la clasificación de los elementos que rodean al vehículo por medio de técnicas como la segmentación semántica”, cuenta el experto, “y en las siguientes etapas de la cadena de procesos del vehículo autónomo, como puedan ser las de planificación y control, también ofrecemos soluciones en sistemas robóticos que esperamos introducir pronto en el mercado de la automoción”. Pero el sector de la automoción es uno de los más dinámicos, está explorando posibilidades que van mucho más allá del vehículo sin conductor.
Conectividad para anticiparse a los problemas
El sector avanza hacia el vehículo conectado o definido por software (SDV), que introduce grandes diferencias respecto al concepto de vehículo que hemos conocido tradicionalmente. Mientras que en estos últimos solo hay funciones secundarias -entretenimiento u ordenador de a bordo- guiadas por software, en esta nueva generación de vehículos el software controla aspectos críticos, como el motor o la batería.
“Hay tres principales diferencias con respecto a los vehículos convencionales”, cuenta Busnadiego, “la dependencia del software, que permite una mayor capacidad de adaptación; las actualizaciones continuas, que permiten mejorar o cambiar el comportamiento del vehículo; y la capacidad de personalización e interacción, que ofrecen estos modelos”. La llegada de esta tecnología afecta a todo el ecosistema automovilístico, desde el fabricante hasta el usuario, ofrece nuevos modelos de negocio y exige, recuerda, “tener capacidad de innovación y una fuerte cultura de ciberseguridad, algo que también nos define en GMV”.
Sara Gutiérrez Lanza cuenta que la conectividad implica el uso de las tecnologías más prometedoras a la hora de optimizar la conducción e incrementar la seguridad. Entre otras cosas, permite que el coche “transmita datos hacia unos centros remotos, o reciba información de ellos. Una vez procesados estos datos, se pueden prestar muchos servicios”. Uno de ellos es el sistema de llamada de emergencia e-Call, en cuyo desarrollo e instalación GMV ha sido pionera. Se trata de un servicio paneuropeo, público y estandarizado que, en caso de detectar que el vehículo ha sufrido un accidente, lo conecta automáticamente con un centro de control del 112 para transmitir su ubicación y establecer una comunicación por voz con el mismo. “Es un servicio que salva vidas”, recuerda la directiva.
Esta conectividad ofrece muchas más posibilidades, disponibles por el mero hecho de instalar una unidad de control telemático a bordo del vehículo. Algunos ejemplos incluyen localizar un vehículo en caso de robo; el llamado servicio de “toque de queda”, que permite bloquear el uso de un coche en una franja horaria; o servicios de monitorización de la carga de la batería del coche eléctrico, que permiten así planificar su uso, entre otros.

Pero, tal y como reconoce Gutiérrez Lanza, las tecnologías que más están avanzando recientemente son las que dotan al vehículo de la capacidad de comunicarse con otros elementos de su entorno, como las carreteras, otros vehículos o incluso los peatones. Es lo que se llaman comunicaciones V2X (vehículo a X), y sirven, por ejemplo, para que la infraestructura de carreteras pueda enviar notificaciones a los conductores sobre lo que se van a encontrar en la vía (una zona de obras o con un accidente en los próximos kilómetros, por ejemplo) o facilitar el intercambio de otro tipo de mensajes.
“Esta tecnología permite que los conductores puedan adelantarse a esas situaciones, incrementando así la seguridad vial”, asegura la experta, “de este modo podremos conseguir un tráfico más seguro y fluido, lo que a su vez se traducirá en una reducción del impacto medioambiental del transporte”.
Para participar en primera línea en ese futuro de la movilidad, GMV -entre otras actividades- se ha unido al Foro Español de Smart Roads, una plataforma cuyo objetivo es profundizar en la definición y optimización de las carreteras necesarias para la movilidad sostenible del futuro. Estas carreteras inteligentes, dice Gutiérrez Lanza, “persiguen un incremento en los niveles de seguridad vial, que el transporte sea más eficiente y el tráfico más fluido y sostenible”. El concepto incluye multitud de componentes tecnológicos, como sensorización, cámaras para monitorizar el tráfico en tiempo real, pavimentos que generan energía o aplicaciones de Big Data e Inteligencia Artificial y, de forma muy evidente, elementos de conectividad V2X. Aunque queda mucho trabajo e innovación por delante, lo que es seguro es que nos dirigimos hacia un sistema que garantiza una mejor gestión, una mayor seguridad y un nuevo modelo de negocio. Y GMV seguirá trabajando para ser parte esencial del mismo.