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MIKEL CASAL
Más síndrome posvacacional que nunca

Más síndrome posvacacional que nunca

VIVIR ·

La incertidumbre por la pandemia dispara este año el estrés del regreso. «Vienen meses críticos», advierten los expertos

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Lunes, 7 de septiembre 2020, 00:10

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Ahora, sí que sí, ha llegado la hora de la verdad. Aunque septiembre empezó oficialmente hace unos pocos días, en el calendario mental de todos el mes arranca esta semana con la vuelta al cole y el regreso masivo a los centros de trabajo. Es decir, a la cruda realidad, una expresión hecha que ahora tiene más significado que nunca: al retorno, un momento siempre delicado, hay que sumarle este año las negras perspectivas de la evolución de la pandemia y un enjambre de incertidumbres que nos zumban a todos por la cabeza.

Así que el shock posvacacional –que no es otra cosa que el malestar que nos produce abandonar el ocio y sumergirnos de nuevo en la rutina – va a alcanzar cotas nunca vistas, según los expertos. En ejercicios anteriores, los estudios de Adecco –firma internacional especializada en el ámbito laboral– revelaban que más de un tercio de los trabajadores sufrían este trastorno pasajero al reincorporarse a sus puestos. Este año esos porcentajes van a quedarse muy cortos, ya que la vuelta a la vida 'normal' –si es que se puede llamar así– no es un 'reenganche' a lo conocido, sino todo lo contrario. El más difícil todavía, vaya.

Apatía, falta de concentración, insomnio, tensión muscular, molestias digestivas, dolores de cabeza, taquicardias y depresión forman parte del catálogo de síntomas del síndrome posvacacional, que en los casos agudos puede durar semanas e incluso meses. Y en estos momentos la pandemia ha creado la tormenta perfecta –miedo, dudas, desánimo– para que este síndrome normalmente inocuo y pasajero se vuelva muy severo. «Será duro acomodarse a una situación tan extraordinaria. Seguimos con muchas incertidumbres: no sabemos ni los efectos ni cómo funciona el virus, ni tampoco existe un 'deadline' (plazo) sobre el final de todo esto –explica José Ramón Ubieto, profesor de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya–. Sólo hay hipótesis sobre el porvenir, lo cual nos obliga a continuar en una provisionalidad que, claro, tiene sus consecuencias».

Lo cierto es que, aunque la rutina tenga muy mala prensa, es una herramienta que nos da estabilidad. Según la estimación clásica del psicólogo William James, el 40% de las cosas que hacemos están basadas en los hábitos, algo que nos permite ir por la vida con el piloto automático para no estar alerta continuamente. Ahora ese recurso se ha ido al traste. Volvemos, sí, pero no a lo mismo de siempre (esto no es una baja o una excedencia). Y eso no lo llevamos bien. ¿Qué pasa si enfermo? ¿Y si a los peques les mandan para casa al haber un caso de coronavirus y no puedo dejar de trabajar? ¿Sobrevivirá mi negocio con tanta restricción? ¿Este malestar que tengo será la Covid? ¿Me quedo e n casa, corro al hospital, llamo a alguien o me autoconfino en un búnker? Estos días el miedo campa a sus anchas y gana terreno a la racionalidad. ¿Qué hacemos para acabar con él? Malas noticias, no se puede. «No, no se elimina, pero se puede acotar para que no nos domine. El secreto, respetando las medidas de seguridad, es intentar mantener actividades de cierta vida normal. Esto ayuda a enmarcar el miedo y familiarzarnos con lo extraño (el virus). El placer es un antídoto contra el miedo», proclama Ubieto.

Bien. Hay que aprender a convivir con el miedo y la incertidumbre para que no nos devoren. ¡Pero también para no trasladar estos sentimientos a los más jóvenes de la casa! Los terrores infantiles van y vienen, pero, hasta los seis años, los miedos de los peques son los de sus mayores, porque están en una etapa sumamente receptiva. Entre los 6 y los 12 ya incorporan los suyos propios (la muerte, la sexualidad), pero siguen 'cargando' con algunos de los adultos. Así que cuidado con entrar en pánico, porque lo podemos extender. No vayamos a crear una pandemia de terror de cepa casera que empeore la situación.

Para Ubieto, en estos momentos es primordial que los padres y madres estén bien informados y que en casa se hable del tema «para hacer entender que todos somos corresponsables de lo que pase». Información y concienciación, sin ser apocalípticos, pero sin escamotear a los más jóvenes una realidad más que probable: «En los próximos meses habrá retrocesos».

«Esto era previsible»

Su compañero de universidad, Salvador Macip, especialista en Estudios de Salud, también cree que es mejor que afrontemos la vuelta sin pajaritos en la cabeza. Él, desde su perspectiva científica, no tiene duda de que se nos vienen encima «unos meses críticos». La vuelta al cole y al trabajo con las actuales cifras de evolución de la pandemia es «un riesgo». Según explica, cuando se diseñó este retorno –a las puertas del verano– «se creía que habríamos llegado al otoño en mejores condiciones de las que estamos». «Se pecó de optimismo... y sin motivo, porque esto era previsible y fue advertido por parte de la comunidad científica. Así que, en lugar de ir nosotros un paso por delante de la pandemia, seguimos yendo por detrás y los políticos continúan improvisando», lamenta. ¿En qué redunda esto? En que la gente lo percibe, se asusta y le cuesta más abandonar su zona de confort para mandar a sus hijos al cole o ir al trabajo. Sobre todo, después de un verano atípico en el que, aunque con restricciones, casi todo el mundo se ha 'olvidado' un poco de la pandemia. El que más o el que menos, al pensar en el futuro, hacía honor a las palabras de Escarlata O'Hara en la última escena de 'Lo que el viento se llevó': 'Ahora no puedo pensar en ello. Me volvería loca si lo hiciera. Ya lo pensaré mañana'. Y así nos vemos ahora, con el 'pastel' delante como si no lo hubiésemos visto en la vida. No es fácil de digerir.

Macip se muestra comprensivo a medias con esto tan humano de haberse relajado en verano. «Entiendo que la población haya desconectado.Pero no que lo hayan hecho algunos políticos», asevera. Sin embargo, a pesar de sus críticas, cree que «hay cosas que se pueden hacer» para que la vuelta no sea un auténtico desastre.Suma algunas medidas a las que ya se prevén: «Dar clases al aire libre mientras el tiempo lo permita, entrar al trabajo con horarios distintos». Lo que sea con tal de evitar aglomeraciones, sobre todo en espacios cerrados. Y, a pesar del rapapolvo –sobre todo a la clase política– asegura que en la ciencia, tan descarnada a veces, está la esperanza . Macip cree que en 2021 la vacuna ya empezará a llegar a grandes grupos de población y que para 2022 vendrá esa plena normalidad tan soñada. Esto quizá sí nos ayude a encarar ese septiembre tan descorazonador: la convicción de que todo volverá a ser como antes.

El 20%, con afecciones mentales

El 20% de las personas en situaciones de crisis como la actual sufren afecciones mentales, según la OMS. Con esta premisa, las empresas se afanan ahora en buscar la manera de motivar a sus empleados y ayudarles a regresar. «Creo que la vuelta a la normalidad es algo positivo, siempre y cuando afrontemos esta nueva situación con resiliencia, adaptándonos a cualquier cambio que pueda suceder», indica Ana Romeo, directora de RRHH de Cigna España, una multinacional especializada en bienestar laboral que ha editado una guía con consejos para el retorno. «Es más importante que nunca que desde la empresa sepamos mediar en aquellas situaciones que puedan provocar estrés y ansiedad, favoreciendo la readaptación y la conciliación», apunta. Este es uno de los puntos clave de la guía para volver al trabajo de Cigna, que también considera que hay que realizar un apoyo personalizado a los empleados más vulnerables y fomentar la colaboración y solidaridad entre compañeros, entre otros puntos.

«Centrarnos en el día a día puede ayudarnos»

Nos pasa a todos, en mayor o menor medida. Es normal y, además de comer sano, hacer ejercicio y descansar las horas suficientes, hay cosas que podemos hacer para que el síndrome posvacacional sea menos acusado. La psicóloga Gema Sánchez Cuevas nos da unas pautas.

–¿Cómo podemos llevar mejor el regreso de las vacaciones?

–Existe una gran carga de estrés porque todo sigue siendo muy difuso. Por ello, es necesario tener presente que todos nos enfrentamos a la misma situación. Empatizar en estos momentos sea muy importante.

–Bien, empatía. ¿Qué más?

–Centrarnos en el día a día y dejar de proyectar nuestra mente en posibles escenarios futuros puede ayudarnos. Así evitamos ser esclavos del miedo, que solo es malo cuando es excesivo.

–¿Y dónde está la línea entre el miedo normal y el patológico?

–En una situación de estrés continuo e incertidumbre, la línea que diferencia lo normal de lo patológico está bastante difusa. Pero como señales de alarma podemos mencionar la sensación de malestar continuo, la ansiedad, el agotamiento físico y mental a lo largo de las semanas, la inquietud, la angustia, dar vueltas y vueltas a lo mismo de forma constante… Incluso, el aumento de conflictos y discusiones con las personas de nuestro alrededor o la sensación de no ser capaz de afrontar el día a día.

–Hasta los que llevaron más o menos bien la primera parte de la pandemia flaquean ahora. ¿Cansa ser fuerte?

–Estamos sometidos a una situación de incertidumbre constante y esto nos agota y nos estresa. Al ser humano le gusta tener las cosas bajo cierto control y el coronavirus nos lo impide totalmente. Así que el desánimo, la tristeza, la sensación de estar perdidos son totalmente normales en un contexto en el que estamos bajo una presión continua. Ni nuestro organismo ni nuestro cerebro están preparados para una activación psicofisiológica permanente.

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