Borrar
Cómo pasar de las botas a las sandalias sin que los pies se resientan

Cómo pasar de las botas a las sandalias sin que los pies se resientan

La transición debe de ser progresiva. Usa deportivas antes de lazarte al calzado abierto y compra los zapatos a última hora del día para acertar con la talla perfecta.

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Martes, 6 de abril 2021, 00:07

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

¿Eres de los que guarda las botas de invierno y se pone directamente las sandalias en cuanto asoman los primeros rayos de la primavera o de los que aguantan con zapato cerrado hasta que los pies se recuecen de calor? Pues bien, debes saber que los podólogos no recomiendan ni lo uno ni lo otro. Los pies deben hacer una «transición progresiva» de una estación a la otra no solo para evitar la aparición de las molestas ampollas de cada inicio de temporada sino por nuestra propia salud. «No es recomendable pasar de un zapato muy cerrado a otro completamente abierto de repente. El pie está acostumbrado a llevar tanto el empeine como el talón bien sujetos y debemos ir permitiendo que se adapte poco a poco a otro tipo de calzado con menor agarre», precisan en el Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV).

Una opinión que comparten sus colegas madrileños, que además aconsejan usar un calzado deportivo como zapato de transición. «Llevamos un año en el que hemos pasado muchísimo más tiempo en casa (confinamiento, cuarentenas de prevención, toque de queda, teletrabajo...) y aunque hayamos intentado no abusar de zapatillas y chanclas, esta temporada es más importante que nunca que hagamos un cambio paulatino a las sandalias. Si durante estos meses hemos estado usando un calzado con buena sujeción y amortiguación, no tendremos de qué preocuparnos. Sin embargo, si hemos utilizado un calzado tipo zueco, debemos de tener en consideración ciertos aspectos antes de pasar al zapato de verano, ya que nuestros pies están mal acostumbrados», explica el presidente del Colegio Oficial de Podología de la Comunidad de Madrid (COPOMA), Juan Carlos Montero.

Elegir un calzado con una «buena amortiguación» es una de las claves para hacer más llevadera la transición a los zapatos abiertos. «Lo ideal es que tengan una suela de entre 3 y 4 centímetros, que nos ayude a evitar los impactos bruscos al caminar. También es aconsejable que el calzado elegido sea un poco más alto del talón que de la zona delantera. Es decir, que no sea completamente plano para evitar lesiones como la fascitis plantar», precisa el especialista.

Otro aspecto en el que nos debemos fijar es la flexibilidad. «El zapato no debe ser muy rígido para que se adapte a nuestra pisada y no la altere», coinciden los podólogos. ¿Y el material? «Es importante utilizar un calzado ligero, de tela o pieles tratadas para la época primaveral que permitan que el pie esté más fresco y algo más suelto para evitar así el exceso de sudoración habitual en los meses de calor», argumentan en el colegio valenciano. En este sentido, los especialistas desaconsejan el uso de calzado fabricado con materiales como el plástico «no solo porque dificulta la transpiración y acumula bacterias, sino porque puede causar infecciones y malos olores», añade Juan Carlos Montero.

No cabe duda de que la elección de los zapatos es «determinante», pero no es la única cuestión que se debe tener en cuenta para mantener la salud de nuestros pies cuando aprieta el calor. «Ahora somos más conscientes que nunca de la importancia de mantener una higiene y unos cuidados constates para que los patógenos externos no entren en nuestro cuerpo. En el caso de los pies, debemos lavarlos diariamente, a ser posible con jabones neutros, secarlos a conciencia y sin frotar en exceso para no dañar nuestra piel, además de mantenerlos siempre bien hidratados», recomiendan los expertos. Una «buena puesta a punto», en la que se incluya «una revisión para confirmar que no hay hongos y papilomas, la eliminación de las durezas y un corte o fresado adecuado de las uñas», también nos ayudará con la transición al calzado de verano.

Ni justos ni demasiado holgados

Con el calor, los pies se suelen hinchar, así que resulta «básico» elegir la talla correcta para que la forma y las dimensiones del calzado se ajusten a nuestro pie sin hacernos daño. Los podólogos recomiendan comprar los zapatos «al final del día, pues es cuando los pies están más hinchados. A la hora de probarlos, es importante hacerlo en ambos pies y comprobar que no nos quedan ni demasiado justos ni demasiado holgados. Lo ideal es encontrar un modelo fabricado con materiales naturales y que no tenga costuras que puedan molestar o causar roces», aconseja el especialista

Además de la estética, es fundamental tener en cuenta «la calidad y funcionalidad del calzado. Cuando andamos, el pie cumple unas determinadas funciones que es imprescindible que los zapatos respeten y apoyen. Además de adaptarse a nuestra forma, también deben hacerlo a nuestros movimientos fisiológicos sin entorpecerlos».

EL CALZADO TAMBIÉN CAUSA ENFERMEDADES

  • Dermatitis alérgica «Es un tipo de dermatitis que se produce por el contacto de sustancias a las que el paciente es alérgico. La localización más típica es en el dorso del pie, aunque puede afectar a todo el contorno, dibujando la silueta del zapato», explica la dermatóloga Montserrat Fernández-Guarino.

  • Pie de atleta Es una infección por hongos. «El calor, sumado al sudor, calcetines oclusivos, microtraumatismos en el pie que producen roces y fisuras y el hecho de compartir duchas o vestuarios favorecen el llamado pie de atleta», añade la responsable de urgencias dermatológicas del hospital Ramón y Cajal (Madrid).

  • Talón negro «Se trata de una hemorragia traumática en el talón habitual en deportistas. Se asocia con los impactos frecuentes de acelerar y desacelerar en la práctica deportiva como en el baloncesto, el tenis o el fútbol», explica la especialista.

  • Dedo de tenista «Ocurre en el segundo dedo del pie, sobre todo cuando es más largo que el primer dedo. Los traumas repetidos por las paradas bruscas de la práctica de tenis, carrera o boxeo hacen que la uña del pie se haga más gruesa con la formación de un callo alrededor».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios