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VIENEN CURVAS

La jugada de Arraijanal

«La ciudad entera quiere que Arraijanal se desarrolle», ha dicho el concejal Francisco Pomares, así, calculando a ojo

ANA BARREALES

Viernes, 25 de abril 2014, 09:08

«La ciudad entera quiere que Arraijanal se desarrolle», ha dicho el concejal Francisco Pomares, así, calculando a ojo. Y estaría bien que se hiciera algo allí, pero no necesariamente una academia deportiva para uso del Málaga, no de Málaga, que no deja de ser una utilización privada y sin razón alguna que justifique la ubicación. Será por suelo. Lo único que explica el empeño de colocarla en primera línea de playa es que se trata de un terreno muy goloso al que se le puede sacar bastante rendimiento a poco que uno tenga billetes y le den permiso para construir.

Si esto no ha salido adelante hasta ahora no es por respeto medioambiental, sino porque hay cosas que parecen estratégicamente diseñadas para que nada avance, como los planes urbanísticos y el reparto de competencias entre administraciones. En teoría, deberían ser un mecanismo de control para evitar desmanes, pero en la práctica son herramientas para poner chinitas o pedruscos en el camino del otro. Si no, no se entiende cómo con esta hipervigilancia y una legislación que vela tanto por la estética tenemos truños recientes, como los chiringuitos.

¿Por qué es tan importante hacer la Academia del Málaga en la única playa sin edificar?

Esta historia no es un problema de marcha atrás de una administración u otra, ni de interpretación del PGOU o el POTAUM, ni de gaitas, sino de intereses. El jeque llega con sus petrodólares, se pone la camiseta blanquiazul y cree que eso basta para allanar el camino de cualquier negocio. Porque, como todo el mundo sabe, los dueños de clubes deportivos no son recibidos en las ciudades como un empresario más, sino como alguien a quien hay que poner la alfombra roja para lo que se le ocurra. Deporte y pasta están mezclados, algo lógico teniendo en cuenta el dinero que mueve el fútbol y que el fútbol mueve a la gente.

Los aficionados sienten los colores y los que compran un club y quieren hacer negocio, también los sienten, pero en la medida que eso les afecta al bolsillo. No es lo mismo.

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