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MÓNICA PÉREZ mperezg@diariosur.es
Sábado, 8 de febrero 2014, 10:52
Ha sabido reinventarse como la propia ciudad que le da cobijo. Empezó siendo un icono del gilismo, y sus vinculaciones con los desmanes urbanísticos de la época en la que el televisivo exalcalde Jesús Gil hacía y deshacía a su antojo, le hizo ganar un buen puñado de detractores (entonces y ahora). Con el paso del tiempo, las aguas han vuelto a su cauce, el urbanismo a una normalización vigilante, y el famoso arco que da la bienvenida a los conductores que acceden a Marbella por la zona este es todo un emblema del turismo de la ciudad. La estructura, terminada de construir a mediados de abril del año 1992, acusa el paso del tiempo. Sus dos décadas de vida empiezan a manifestar achaques. Su esqueleto metálico, afectado por la corrosión y una escasa conservación, parece perder fuerza. El Ayuntamiento de Marbella ha encargado un diagnóstico certero del estado de salud del arco después de que los bomberos hayan tenido que actuar de urgencia en dos ocasiones en los últimos cuatro meses para frenar el desplome de las plaquetas de piedra caliza que cubren la estructura.
En uno de sus brazos, una placa aún recuerda el nombre de la empresa encargada de su construcción. Jotsa, propiedad de Antonio García, padre de la bióloga y actriz Ana García Obregón, trabajó codo con codo con Gil durante años en multitud de proyectos y convenios urbanísticos. Algunos de ellos acabaron denunciados o tumbados por el TSJA años después.
Jotsa levantó la estructura, pero la idea, al parecer, nació de la mente de Juan Mora Urbano, arquitecto cordobés (ya fallecido) responsable también de otras grandes obras en la zona como la Mezquita de Marbella o la Plaza de Toros de Estepona. Así lo recuerdan algunos de los técnicos del área de Obras que vieron nacer el proyecto. «Juan propuso la creación de un arco con el nombre de la ciudad en su entrada, y Gil lo incluyó en su programa electoral y lo construyó», afirma hoy uno de ellos.
Efectivamente, tanto el arco de entrada a Marbella como el de San Pedro (eliminado en 2010) fueron iconos del llamado Programa GIL para las elecciones municipales de 1991. El objetivo de este proyecto: «que los automovilistas se enteren de que entran en el reino de Marbella», recogen los periódicos de la época de boca del exalcalde.
Sin permisos
No sorprende que, a día de hoy, algunos de quienes asistieron al nacimiento del arco opten por un largo silencio cuando se les pregunta por sus orígenes. Ni la legión de detractores que saludaron con quejas su inauguración ni las denuncias del entonces Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) y del Gobierno Civil lograron frenar los planes del desaparecido Jesús Gil. En abril de 1992 ponía de largo sin ningún tipo de permisos -marca de la casa- la imponente estructura en la que se gastó 125 millones de pesetas (unos 751.000 euros). Las obras habían arrancado en febrero. No fue hasta junio cuando fueron aprobadas las licencias por la Comisión de Gobierno.
La construcción fue objeto además de denuncia por parte de grupos de la oposición municipal de la época que alegaban que la obra fue objeto de favor a dos inmobiliarias a través de convenios urbanísticos.
Dos décadas después, el futuro de la simbólica estructura está en el aire. Su hermano gemelo, en San Pedro, terminó desapareciendo en 2010 aquejado de los mismos síntomas.
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