Baltasar Navarro: «Nunca tuve la ilusión de llegar a rico pronto, sino la de tener un negocio serio. Y ahí no se puede ir a 180»
Baltasar Navarro Fundador y director general de Navarro Hermanos
JOSÉ VICENTE ASTORGA
Martes, 8 de octubre 2013, 15:32
Los mecánicos en mono marcan la pauta de la clientela en día laborable. Al menos la sensación de actividad llega de un lado y otro del mostrador, que él puede ver desde una oficina acristalada, en el primer piso, como un mínimo puente de mando de un barco enorme: 12.000 metros cuadrados de instalaciones, almacén central incluido, que miden una historia de éxito ganada a pulso por encima de crisis. El negocio familiar ha colocado en medio siglo más de 200.000 motocicletas, sobre todo en la ciudad de las motos. Las bicicletas fueron el origen. Y vuelven. En la megatienda comparten ahora sitio sin complejos con los últimos 'pepinos' y 'scooters' de la marca de la que los Navarro -Antonio y Baltasar, y sus hijas Manoli, María José y Loli- son campeones en ventas en España.
-Veo animación en la tienda. No se quejará como casi todo el mundo.
-Yo nunca me quejo, pero siempre hay que estar haciendo y viendo cosas nuevas. Pero la cosa está mal y la guerra comercial está servida cuando la vende muy barato, rompiendo el mercado en todo. Además, ahora todos pagan muy mal y si es un cliente conocido, de tiempo, te pide facilidades y tienes que hacer el sacrificio. Gracias a Dios, somos una empresa con capacidad financiera, una de las empresas del gremio que hemos ganado y ahorrado porque aquel que se haya metido en planes muy grandes lo tiene complicado.
-Lo que está claro es que Carretería no se entiende sin Navarro.
-Pues sí. Somos ya parte de su esencia. Yo soy modesto, pero hicimos con el nuevo edifico algo de lo que era la calle Carretería. Hay muchísima gente mayor que ha comprado una bicicleta o una moto en nuestra tienda. Son cincuenta años en esa calle, donde empezamos con una tienda de bicicletas que cogimos en traspaso. La bicicleta fue antes que la moto, donde empezamos con Torrot, Puch, Guzzi, Montesa, Ducati...
-¿El de las motos era un negocio con poco desarrollo aquí?
-Bueno, ya estaban Martín Almendro o Taillefer, al que por ciento yo le recogí Guzzi. Taillefer era una empresa tan grande que lo de las motos era como residual para ellos.
-Alguna vez pensó en la expansión que alcanzaría su negocio.
-No. Lo nuestro ha sido rodar, trabajar, vivir... Somos de un pueblo pequeño de Almería y nunca se puede hacer nada si no te desplazabas a una ciudad. Estuvimos en Granada, Sevilla..., pero fue venir en Málaga y tuvimos un buen golpe de vista. Es una ciudad en la que se vive muy bien, se trabaja muy bien y económicamente tenía grandes empresas que desgraciadamente ya no están. En la moto somos importantes, no somos fantasiosos, pero sí reconocidos a nivel nacional. También en el sector de recambios de automoción y de hecho ya facturamos más que con la moto. Esta parte es un 40 por ciento del total en los últimos diez años, y ha habido años en que llegamos a vender 13.000 motos. En siete años estamos en una media de 3.000.
-¿Se dieron cuenta a tiempo de que la moto tocaba techo?
-Pues sí. Tuvimos suerte y un buen hacer al meternos en el mundo de los recambios. Ya lo trabajábamos, pero decidimos apostar más, porque la moto caía. Siempre hay que buscar nuevos horizontes, siempre están y si no haces nada, mueres. En la moto, por mucho que tu actúes, no puedes cambiar el mercado. En recambios decidimos invertir en nuevas tiendas, en personal especializado.
-Pero también la competencia asiática la tenían encima. Había riesgo.
-En la moto también nos dimos cuenta de que esa no era una buena apuesta. Y acertamos. Vinieron a nosotros, pero en nuestra empresa lo primero es la calidad. Ha estado usted un rato ahí esperando, pero no habrá oído nada parecido a un cliente insatisfecho. Si está descontento, la norma es atenderlo y buscar una solución. Con vehículos de poca calidad como los que comentamos aceptábamos la devolución y siempre buscamos satisfacer a esa persona que compró. El comerciante tiene que saber ganar y perder. Si solo quiere ganar está equivocado.
-Esa política comercial es muy diferente a la de los bancos ¿no cree?.
-Pues sí. Cada vez que veo a esos jubilados, esas cajas de Galicia donde unos granujas les engañaron... Eso no puede ser. Y mire que yo defiendo a la banca, pero si el dinero que le confías lo arriesgan en otras cosas...
-Y sin crédito no hay forma de comprar nada, tampoco motos.
-Claro. Eso ha influido mucho en la caída de ventas. El banco, si no tienes trabajo...
-¿Cómo ve la crisis desde el día a día de su negocio?
-Este bache es muy grande, pero veo que España con personas honradas trabajando y tratando de tapar las trampas que hemos hecho entre todos mejorará lentamente. Nos hemos endeudado los ciudadanos y el país muy por encima de lo razonable.
-¿Por qué se puso a hacer un máster en San Telmo hace unos años?
-Es un centro de gran calidad. Fue en 1996. Yo siempre he tenido la curiosidad de aprender, aunque no he estudiado. Allí en el pueblo solo aprendí a trabajar y trabajar en la tienda de mis padres. No estudié porque ellos no podían, pero tampoco yo lo pedí.
-¿Cómo lleva los cambios que afectan al negocio?
-De joven me conformaba con una calculadora. El cambio es tan impresionante... la venta por Internet, personas que están en casa y miran horas y horas lo que quieren comprar. Queremos dar un nuevo impulso a nuestra página. Hay muchísimo público que ha dejado de ir a las tiendas.
-Pero con o sin Internet, es difícil vender ahora motos.
-La moto grande siempre tendrá ese público con dinero, pero sobre todo está ese comprador que la usa para el trabajo, para moverse en el Centro.
-Como usted en sus buenos años.
-Bueno, yo empecé a trabajar con una bicicleta, que en su tiempo significaba que en la familia había más de mil pesetas. Cuando había motito era que se ganaba más de dos mil. A la bicicleta le he tenido siempre un gran cariño, íbamos con ella mi hermano y yo a vender por los pueblos.
-¿Alguna vez imaginó que volverían a verse por las calles tantas bicicletas, carriles bici...?
-Ni por asomo, y lo que es los carriles bici no me lo creía. La primera vez los vi en Washington, hace muchos años. Aquello era una joya... Ahora lo veo aquí, es algo que está bien, pero los peatones no estamos acostumbrados y tenemos que poner mucho cuidado. Algunos van muy deprisa.
-¿Qué proporción hay de ventas de bicicletas y de motos?
-Pues de una bicicleta por cada tres motos. Cuando llegamos a Málaga había varios vendedores de bicicletas, y al llegar nos lanzamos enseguida. Hemos vendido miles. Entonces el que la compraba era un pobre hombre. Ahora no es un elemento de pobreza. El día de la bicicleta, en el Parque, fue una maravilla. Hay bicicletas de 200.000 a 300.000 pesetas -1.200 a 1.800 euros-, pero yo le aconsejo a la gente que no se gaste tanto. De 600 euros para abajo, ya tiene una buena bicicleta. Hay incluso más furor en esto que en el coche. Que si le compro esta pieza, que si esto otro.
-Pero esa demanda para un negocio como el suyo es magnífica.
-Sin duda. En la bicicleta subimos y bajamos. Y ahora queremos ponernos en cabeza porque lo sabemos hacer. El otro día vi un programa de hora y media sobre bicicletas y decían que en algunas zonas de España y en Andalucía serán más importante que en Holanda. La bicicleta es un ejercicio estupendo. Yo creo que aún con la edad que tengo el cómo me encuentro se lo debo a la bicicleta.
-Como si le llegaran ahora las rentas 'físicas' de tantos kilómetros.
-Bastantes, muchos. Yo iba de Herrerías a Huércal-Overa, que deben ser unos 70 kilómetros en total, ida y vuelta. Y lo hacia, cargadito, una vez o dos a la semana con mercancía para nuestra tienda en el pueblo. Luego ya vino la moto y el coche, pero eso cuando era un señor.
-¿El coche como negocio le tentó?
-Hemos sido precavidos. Tuve marca de camión, pero siempre he pedido al banco lo que pensaba que me podían dar. No más. Me he complicado la vida, pero solo al 33 por ciento, no al 70. Tengo un amigo en Sevilla y ha tenido que cerrar su empresa después de 20 años. Es un tío listo y preparado ¿Qué te ha pasado?, le pregunté hace poco. Y me dice que él siempre ha ido a 170 a 180. A esa velocidad no se puede ir en los negocios. Yo, en cambio, he ido a 130-140. Pasar de una velocidad a otra es estrellarse. Es bonito hacerse rico antes, pero mi ilusión no era esa sino la de tener una empresa seria y ahí no se puede ir a 180.
-¿No ha reducido plantilla?
-No me gusta prescindir de nadie sobre todo si es bueno. A veces no sé si es positivo, pero sin un poco de humanidad tampoco merece la pena trabajar mucho.
-¿Cuál es el tiempo medio de atención en el mostrador?
-Pues no lo tenemos medido, pero todos saben que si hay más de tres clientes esperando deben llamar a otro. Si yo paso y veo cara en alguien que creo de que no está siendo atendido... me voy para adentro.
-¿Su mayor satisfacción en este año de homenajes?
-Sobre todo el poder celebrar los 50 años en familia. Con mi hermano puedo tener diferencias, pero ante todo es mi hermano, y al rato, arreglado. En el acto principal, con 800 personas, ante proveedores de toda España, les dije algo si quiere tonto, pero también porque podía decirlo: Si alguien tiene algo que reclamar que lo diga ahora. Y todos callaron.
-Dígame tres reglas para sus hijas.
-Debería decirles poco. Han visto que su padre es un trabajador y de eso se han quejado mucho, pero saben que hay que trabajar para el bien de la familia y sobre todo que hay que ir contento al trabajo, en aquello que se hace.
-Tanto trabajo deja poco tiempo para aficiones...
-Mi madre y mi padre me enseñaron tanto a trabajar que es algo que siempre vi bien, pero los sábados y domingos siempre se los dedico a mis hijas. Cada una tiene unas cualidades y tiene una misión en la empresa. No son unas más que otras, pero María José es la que conoce la empresa interiormente, la que digamos que tiene una visión más global.
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