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MARÍA TERESA LEZCANO
Sábado, 22 de diciembre 2012, 02:31
Mientras vislumbraba La Sombra Tras La Puerta, imaginó Los Dos Caminos: una Invención De Memoria o un Epitafio que vino a recordarle que Uno En La Llovizna le contó que Mayke Goris Viene A Centroamérica A Decir Adiós, o tal vez, Guaria en mano, a Volar Como Ángel. Desde el hueco de La Silla aguardó La Llamada de Lola, apenas estaba Amaneciendo y, aunque Sólo Hablamos De La Lluvia, El Vecino De Abajo irrumpió en El Nido para anunciar que El Pasajero había rescatado a Julia En El Agua. Y no, esto no es Un Cuento De Navidad sino una recopilación de cuentos del escritor costarricense Rodrigo Soto, cuyos dieciocho títulos acabo de anticiparles y cuyos protagonistas son seres que podrían ser definidos con una estrofa de King Crimson cantada en uno de los textos: «El conocimiento es un amigo mortal/ Cuando nadie establece las reglas/ El destino de toda humanidad visible/ Está en manos de necios».
Encontraremos efectivamente una apreciable cantidad de necios en 'Otros reinos': necios inocentes y necios despiadados, necios ebrios y necios sobrios, necios apacibles o violentos, necios que se sueñan sabios y hasta necios vindicadores de su propia necedad. Conoceremos asimismo, mientras vamos atravesando los Reinos de Soto, a locos de diversa índole -locos desasosegados o resignados, locos sencillos o complejos, locos pusilánimes o locos temerarios, locos locos y locos cuerdos-; a antihéroes del hastío y del espanto metamorfoseados en héroes del horror cotidiano; a vivos que anhelan la muerte y a muertos en vida que no anhelan nada; a parejas que se desencuentran en cada encuentro; a navegantes urbanos que se buscan en su propio extravío con brújulas de desencanto o de ironía; a fantasmas nostálgicos de mar apresados en cementos suburbiales; a miopes hambrientos que caminan por días donde siempre es de noche y comen de un saco que contiene «huesos humanos, un mar de lágrimas, sapos, culebras, dos sables, un baño de sangre, un grito, dos gritos, tres gritos, como veinte libras de hambre (muchísima, muchísima, hasta tirar por arriba), una cuchara, un plato vacío, algo espeso que al principio no supe qué era, pero después aprendí que se llama un trago amargo y, en fin, otras cosas por el estilo».
Posee Rodrigo Soto un talento notable para derivar situaciones, en apariencia o en su inicio, banales, hacia continentes vorticiales que se autoabastecen tanto estilística como emocionalmente: al igual que en el universo, donde cada partícula de materia se enfrenta a su binomio antimaterial, tras cada circunstancia relatada en 'Otros reinos' se insinúa una especie de sombra gravitacional que sin embargo en este caso no engendra la mutua aniquilación, sino una compleja operación aritmético-narrativa que baraja los factores de lo nítidamente expuesto con el multiplicador de lo apenas sugerido. Las simétricas asimetrías de los textos refuerzan sus paradojas con las atmósferas y los paisajes evocados en el libro: urbes nocturnas horadadas de flashes de alcohol y languidez, y playas interminables «alejándose hacia el sur»; lloviznas susurrantes e indomables tormentas del Atlántico -«Donde haya un costarricense, esté donde esté, hay un meteorólogo en potencia»; luces que ocultan y sombras que iluminan; ambivalencias espaciotemporales proyectando alucinaciones henchidas de lucidez, «¿Pero qué sabés vos de la eternidad, baboso, pendejo?»; Gardel y Bob Dylan y Janis Joplin y el Rey Crimson. Consciencia e inconsciencia fluctúan alternativamente sobre las narraciones, subvirtiendo por momentos causas y efectos y desplazando las historias redactadas hasta un lugar y un tiempo en los que quedarse a vivir .Y ni una palabra de más o de menos.
Bienvenidos a los inquietantes Reinos de Soto.
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