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Brinkmann, entre Cabra de Luna y el presidente de la Academia, Manuel del Campo. :: Carlos Moret
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Brinkmann hace clic en San Telmo

«Los que aún pintamos e investigamos no somos más que últimos vestigios del romanticismo», asegura el pintor y grabador El artista ingresa en la Academia de Bellas Artes de la mano de Cabra de Luna

M. MARTÍNEZ

Sábado, 31 de marzo 2012, 12:33

Un sudor frío se adueñó de él cuando su amigo y académico José Manuel Cabra de Luna le propuso entrar a formar parte de la Academia de Bellas Artes de San Telmo. Pensó Enrique Brinkmann (Málaga, 1938) que le había llegado la hora. Pero sobre todo pensó que tenía que pronunciar un discurso. Eso era lo que realmente le generaba «desasosiego». A pesar de todo, aceptó. Y tituló ese discurso 'Arte versus clic', una aproximación literaria a lo que él entiende como «camino del arte de la pintura».

Por él hizo transitar a los miembros de la Academia y al público que quiso asistir ayer en la Sala Cajamar al acto con el que Brinkmann se convertía en académico de San Telmo. El encargado de la 'laudatio' no podía ser otro que Cabra de Luna, aquel amigo que había lanzado la propuesta. «El arte está conectado a un clic. Un clic que nos llega directamente al cerebro y una vez percibido nos deja una sensación muy potente», destacó el pintor y grabador malagueño en un discurso en torno a la experimentación y la creatividad con el que en el fondo conectaba el mundo actual con grandes maestros de la talla de Kandinsky, Paul Klee, Picasso, Rembrandt, Beuys o Duchamp, a su juicio, el creador del «cisma en el arte».

De sus pensamientos Brinkmann concluye que «hacer arte es cosa de todos y a su vez cada cual es dueño y señor de decir: esto es arte porque lo digo yo que para eso soy artista». Él nunca ha necesitado decirlo de viva voz. Sus obras hablan por sí mismas. Como recordaba Cabra de Luna, ha conseguido «algo tan difícil como que, de cuadros muy distintos entre sí, podamos predicar con certeza que todos y cada uno son 'un brinkmann'». Y, es más, que «todos respiran el mismo latido de una sensibilidad extrema y, sin embargo, muy poco mediterránea», apuntaba el también artista destacando la «inagotable e insobornable vocación investigadora» de un creador que «eligió el camino de insistir en la pintura, de explorarla y explorarse hasta el límite a través de ella».

Un concepto equivocado

«Los que aún pintamos e investigamos en las distintas tendencias, técnicas y materiales diversos, no somos más que últimos vestigios del romanticismo», reconocía el propio Brinkmann convencido, no obstante, de que el arte «no es creatividad» y de que les parecen equivocadas «las continuas referencias que se hacen sobre la creatividad de los artistas». «Las peras, las manzanas, los animales y las plantas son de la naturaleza y el resto, desde los bolígrafos a los aviones, productos de la enorme creatividad humana», sentenció el autor, para quien en realidad el arte no es otra cosa que «iluminar».

Al fin y al cabo, su clave está en la singularidad, en esa «extrañeza» que garantiza la verdad de la pintura. «¡Ay de ser pieza reconocida, amañada o repetida! Se convertirá en niño muerto antes de nacer, como decía Kandinsky», advirtió con contundencia quien puede presumir de haber dejado parte de él en medio mundo, desde el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid al MOMA de Nueva York. Ahora además puede presumir de tener la medalla de San Telmo. Ir más allá siempre fue su afán.

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