'La Dama de Hierro' regresa
Meryl Streep da vida en el cine a 'La Dama de Hierro', que combate la soledad tomando el té en casa con sus más leales lugartenientes
LOURDES GÓMEZ
Domingo, 4 de diciembre 2011, 02:45
La cámara se adentra en una casa de Belgravia, el barrio de los diplomáticos, en Londres; se detiene frente a unos palos de golf apoyados sobre el marco de la puerta de un dormitorio y avanza hacia unos armarios con ropa masculina. Con esta escena hogareña comienza 'La Dama de Hierro', la película sobre Margaret Thatcher que protagoniza Meryl Streep. Frágil y desorientada, la protagonista intenta desprenderse de los objetos y prendas personales de su difunto marido, Denis, pero los recuerdos se lo ponen difícil. Son esos mismos recuerdos los que permiten mirar hacia atrás en la historia, hasta llegar a la década de poder de la exprimera ministra británica en Downing Street y evocar el colmado de Grantham, en el condado de Lincolnshire, al noreste de Inglaterra, en cuyo piso superior nació Margaret Hilda Roberts el 13 de octubre de 1925.
El personaje que aparece en las primeras secuencias de 'La Dama de Hierro' es la viva imagen de la baronesa Thatcher. Tiene 86 años y una salud debilitada por una serie de pequeños derrames cerebrales detectados por primera vez en 2001. Su hija, Carol, se dio cuenta de que algo no funcionaba bien en la mente de su madre un año antes, cuando vio que confundía las guerras de Las Malvinas y de Bosnia durante un almuerzo. «Por poco me caigo de la silla. No podía creer lo que estaba observando: le fallaban las palabras y la memoria. Siempre pensé que los años no pasaban para ella y que estaba hecha a prueba de hierro contra cualquier deterioro. El contraste era tremendamente sorprendente porque siempre había tenido una memoria como una base de datos», escribe en su biografía 'A swim-on part in the goldfish bowl: a memoir' (Un papel secundario en la pecera: una memoria).
La demencia senil hizo mella en 'La Dama de Hierro' y los médicos le aconsejaron guardar silencio en 2002. La hija del tendero de Grantham relajó su agenda pública, aunque siguió alzando la voz en defensa de su credo neoconservador y en apoyo de amigos caídos en la ignominia. Hasta hace pocos años aún calentaba los debates desde su escaño en la Cámara de los Lores y daba conferencias en foros empresariales y académicos, desde Estados Unidos a Taiwan, Pakistán o Australia. Sus salidas se limitan ahora a esporádicas recepciones y, según apuntan sus biógrafos, combate la soledad tomando el té en casa con sus más leales lugartenientes.
Desplante a Cameron
Thatcher tampoco necesita hablar en público para expresar su punto de vista. Así ocurrió con ocasión de su 80 cumpleaños, que celebró en un hotel frente a Hyde Park, con la reina Isabel y el duque de Edimburgo como invitados de honor entre los 650 asistentes. La onomástica coincidió con la campaña de 2005 al liderazgo del Partido Conservador, pero el favorito en los sondeos y actual primer ministro, David Cameron, no fue convidado. Solo dos de los cinco candidatos, ambos delfines de la derecha euroescéptica, recibieron sendas tarjetas de invitación a la elitista velada. La exjefa del Gobierno británico dejo así claro sus preferencias sobre la orientación ideológica del futuro capitán 'tory'.
Thatcher no conocía personalmente a Cameron, pero tampoco expresó interés por tender puentes con un joven aspirante que se promocionaba como heredero del entonces primer ministro laborista Tony Blair. Pero más ilustrativo fue el veto a su fiesta de dos colegas con experiencia de gobierno durante sus propios gabinetes: el actual ministro de Justicia, Kenneth Clarke, y el todavía diputado Malcolm Rifkind. La octogenaria anfitriona actuó quizá por despecho hacia el grupo de políticos que forzaron su renuncia como primera ministra en noviembre de 1990.
Una lágrima le jugó una mala pasada al abandonar en aquellos días Downing Street custodiada por su incondicional esposo. Fue la primera señal pública de debilidad- o vestigio de humanidad- en la trayectoria de 'La Dama de Hierro'. La frustración por caer víctima de una maniobra de sus colegas de partido, la rabia por ceder el timón sin haber perdido jamás la batalla en las urnas salieron pronto a relucir. «Lo que ha pasado, pasado está, y siguiendo tu consejo estoy viendo cuál es la mejor forma de continuar ejerciendo influencia en la política, en casa y el extranjero», escribió a su fiel colaborador, George Younger, barón de Prestwick, trece días después de su dimisión. En la misma cuartilla, con membrete de los Comunes, Thatcher reconocía que le resultaba «muy extraño no estar tomando decisiones día tras día en el nº 10 (de Downing Street)».
Desde entonces, la sombra de 'La Dama de Hierro' se cierne sobre sus sucesores. Asistió anualmente a los congresos del partido, ganando aplausos y alabanzas de los delegados, y peleó férreamente contra el euro y el trasvase de soberanía a Bruselas. En los lores criticó la «detención inhumana» de Augusto Pinochet , en octubre de 1998, por diligencias del juez Baltasar Garzón y, dieciocho meses después escribió al dictador celebrando su regreso a Chile y el fracaso del «colonialismo judicial de España».
El hijo encarcelado
La reaparición de Thatcher en la campaña electoral de 2001 azuzó el ingenio de la prensa popular y sus espectaculares juegos de palabras en los titulares. Uno de ellos anunció «The Mummy Returns», dejando su interpretación al albedrío del lector. 'Mummy' admite dos significados en inglés: mamá y momia. La baronesa probablemente apreció la ironía del mensaje. Ella misma hizo gala de buen humor al descubrir en el parlamento de Westminster, en 2007, una escultura con su figura tallada en bronce. «La hubiera preferido en hierro. Espero que la cabeza permanezca en esta estatua», bromeó. Un testigo del acto, sir George Young, recuerda el «aspecto frágil y la voz clara» de la homenajeada y asegura que «captó la atención de los presentes con bromas muy bien dirigidas».
El declive físico de Thatcher parece tan imparable como las reacciones de amor-odio que la exprimera ministra todavía produce en la gente. «Yo no estoy de acuerdo con muchas de sus políticas», ha admitido Meryl Streep, «pero le admiro por la claridad y honestidad de sus convicciones. Era una líder al estilo de 'podéis odiarme o quererme' que dijo: 'esto es en lo que yo creo'.
En 2001, mientras celebraba sus bodas de oro en Madeira, sufrió su primer achaque grave. La alarma ha saltado con regularidad desde entonces y el pasado febrero ingresó durante dos semanas en un hospital de Londres. Su hija Carol desvela en sus memorias que la muerte de Denis en 2003 dejó a la viuda en un estado de confusión total. El efecto de la detención de su hijo Mark en Sudáfrica un año después, en relación con un fallido golpe de estado mercenario contra el presidente de Guinea Ecuatorial, es un secreto guardado a cal y canto. El jefe de la operación, Simon Mann, eliminó de sus memorias, publicadas recientemente en Cry Havoc (Grita gran confusión), un par de conversaciones con Margaret Thatcher que al parecer se incluían en el manuscrito original. Y es que la influencia y poderío de la baronesa siguen vigentes 21 años después de su salida de Downing Street.
Hubo protestas en tono patriótico por la adjudicación del papel de Margaret Thatcher a una actriz estadounidense, pero Meryl Streep se ha ganado la admiración de los que han visto la película. Los recelos se han trasformado en un veredicto uniforme sobre la sobresaliente interpretación de la protagonista, que podría cosechar su tercer Oscar. Streep actúa bajo el mando de Phyllida Lloyd, que la dirigió en 'Mamma Mia', siguiendo un guión de la escritora Abi Morgan. 'La Dama de Hierro' se estrena en España el 5 de enero.
Desde su dimisión de la jefatura del Gobierno británico, en noviembre de 1990, Margaret Thatcher ha publicado dos volúmenes biográficos, 'Los años de Downing Street' y 'El camino hacia el poder', y un tercer libro sobre política exterior, 'Statecraft'. Entró en los lores en 1992, como baronesa Thatcher de Kesteven, en el condado de Lincolnshire, y amasó después una fortuna dando charlas y conferencias en medio mundo. Una serie de derrames le han forzado a retirarse gradualmente de la escena pública.
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