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SUR DE EUROPA

Las puertas del paraíso

PEDRO APARICIO

Sábado, 15 de enero 2011, 02:29

Hay escritores con tanta fuerza que si tardan algunos días en presentar su libro más reciente lo hacen cuando ya se ha agotado en las librerías. Esto le sucedió el pasado diciembre a Antonio Soler con su 'Málaga, paraíso perdido', editado por la Fundación José Manuel Lara.

Una vez repuestas las existencias de la obra, prepárense para disfrutarla si no lo hubieran hecho ya. Trata sobre tres asuntos literariamente suculentos: Málaga, la decadencia y el siglo XIX. La fuerza narrativa de nuestro escritor, su bello y melancólico lenguaje y su lúcida visión del mundo, le permiten volar muy alto en tales cuestiones. La ciudad asume el freudiano papel de madre, que en esta historia -un trasunto del declive nacional- se marchita y empobrece durante un siglo. Siguiendo su menguante pulso, Soler desarrolla con maestría uno de los más frecuentes leitmotiv de la literatura: la pérdida del Paraíso, el tiempo perdido, la añoranza de Sefarad, la verdiana 'mia patria, si bella e perduta'...

El relato histórico se enriquece con los mejores rasgos de su autor: tensión narrativa, brillantez en la descripción de personajes, fulgores poéticos, crudeza, claridad. Estamos ante un gran libro de historia, escrito sin ese prurito de imparcialidad que es propio de los historiadores. Soler toma partido abiertamente: el de la tercera España, que aquí pudiera llamarse 'tercera Málaga'. El capítulo sobre la Guerra Civil comienza con una opinión cruda e imponente: «Había llegado la hora de los matarifes... La España laica, europeísta, ilustrada y democrática no era posible, y empezaba a desaparecer entre dos fuerzas cada vez más extremas». Habitante sentimental de aquella España desaparecida, el escritor acompaña a su ciudad en un viaje que acaba en 1939, al comenzar un largo túnel.

Aunque prevalecen en la narración los hechos económicos, políticos y militares -timoneles por entonces de la historia-, están presentes en cada capítulo los relieves culturales de la ciudad: su relación con la Institución Libre de Enseñanza, el krausismo y Giner; Picasso y María Zambrano; Jiménez Fraud, la (casi propia) Generación del 27 y 'Litoral'; los impresores y editores...

Por otra parte, 'asistimos' (pág. 80) a la creación ¡en 1897! de la 'Sociedad Propagandista del Clima'. Hoy, pasado más de un siglo, continúa el melifluo y rentable panegírico del buen clima. Pero el peso de Málaga en la cultura española -en su 'edad de plata'- nunca volvió. Con creadores de la talla de Soler, seguro que reaparecerá algún día. La ciudad volverá a ser admirada por otras y mayores razones que sus atractivos físicos. (En la comedia de Capra 'Arsénico por compasión', la escultural Priscilla Lane le pide a su fogoso prometido: «Deberías quererme también por mi inteligencia». Y contesta Cary Grant: «Cada cosa a su tiempo, nena»).

En fin, los lectores de 'Málaga, paraíso perdido' vivirán al mismo tiempo una historia urbana y miles de historias humanas. Y se conmoverán por la forma como están contadas. Antonio Soler lo hace con la tenacidad del investigador, la mirada del intelectual y la amenidad del gran novelista.

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