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Una voluntaria ayuda a una niña con los deberes de clase. :: Á. CABRERA
MÁLAGA

Supernanny en la Trinidad

Voluntarios de Altamar ofrecen clases de apoyo a los niños de la barriada para luchar contra el fracaso escolar

AMANDA SALAZAR ,

Lunes, 22 de noviembre 2010, 13:37

Aunque los más pequeños apenas tienen seis años, muchos de los niños de la Trinidad que llegan al proyecto Altamar de la Fundación Albihar son tachados ya como casos perdidos. No atienden en el colegio, la mayoría no saben leer o escribir y tienen un comportamiento difícil en clase: no solo no siguen las explicaciones del maestro sino que molestan constantemente, retrasan a sus compañeros y algunos incluso se muestran agresivos. En casa, sus padres no saben qué hacer para ayudarles a mejorar las notas ni cómo controlarlos. Muchas familias, con escasos recursos económicos, temen que en un entorno social desfavorecido sus hijos acaben en la calle y sin ninguna posibilidad para mejorar.

Pero, desde hace cinco años, en medio de los llanos abandonados del popular barrio de la Trinidad, surge un oasis para la esperanza. En una guardería cedida dos tardes a la semana por la Fundación Santa María de la Victoria, voluntarios de Altamar trabajan sin descanso para que estos niños tengan una oportunidad en la vida. Sus armas son una paciencia infinita y cariño para ganarse la confianza de los menores y mostrarles que ellos también son capaces de sacar buenas notas en el cole. «Estos menores tienen la autoestima muy baja, presentan fracaso escolar, vienen de familias desestructuradas o sin recursos», explica Victoria Marín, orientadora y pedagoga del programa a quienes todos conocen como Peque. Una veintena de voluntarios entre ellos, universitarios que realizan su prácticum en la asociación trabajan con ellos para motivarles y que aprendan que, con esfuerzo y dedicación, pueden mejorar en clase. El objetivo es evitar que abandonen los estudios y mejorar sus expectativas.Listas de espera

El programa, que comenzó con cinco niños, cuenta actualmente con treinta menores y otros tantos en lista de espera para entrar. Los milagros de «las supernannys de la Trinidad» como les conocen en el barrio, han ido de boca en boca entre todas las familias de la zona, que quieren que sus hijos entren en la asociación. Los menores reciben atención psicopedagógica y participan en talleres de lectoescritura, mejora de atención, cálculo, inglés, ortografía, habilidades sociales y educación en valores.

Además, la asociación realiza formación de voluntariado y tutorías para coordinarse con los centros educativos y los servicios sociales. «La mayoría de los niños experimenta una gran mejoría en el colegio después de estar en el programa y los profesores colaboran con nosotros porque saben que les dedicamos el tiempo que muchas veces ellos no pueden darle para poder atender al resto del alumnado», explica Marín.

Escuela de padres

Pero el papel de Altamar no acaba en las clases de apoyo a los niños. «Nuestro trabajo no serviría de nada si luego en casa no tienen un horario o no hacen los deberes», explica Marín. Por eso, el programa también incluye formación a los padres que precisan de ayuda para establecer normas básicas en casa como la higiene, la alimentación, los límites, horarios, transmisión de valores en la familia o comunicación con sus hijos. No lo tienen fácil. En estos hogares encontramos analfabetismo, violencia de género, toxicomanías, dificultades económicas o riesgo de exclusión social. Pero poco a poco, empiezan a ver la luz al final del túnel.

Estrella García Gallego es una de las madres que participa en el programa. Su hijo Christian, de siete años, tenía problemas con la lectura, no se concentraba y no paraba quieto ni un momento. «Ahora tengo las pautas para que trabaje en casa, ayude, haga los deberes y se porta mejor», dice esta madre.

Lo mismo le ocurría a Yolanda Pascuelo con David, de ocho años. «Ya no era solo que no hiciese los deberes, es que era muy dejado con todo, tenía unos prontos muy malos y encima le cogió manía a la lectura; ahora, hemos establecido un horario de deberes, ya se pone él solo e intento animarle cuando hace bien las cosas para que vea que portándose bien obtiene recompensas», explica. Los menores, por su parte, también ven los resultados. «Me gustaría ser veterinaria o maestra para ayudar a niños como hacen en Altamar», indica María, de trece años, que ya ha sacado 9 en el instituto.

Para los voluntarios de Altamar, que cuenta con el apoyo del Ayuntamiento de Málaga y Unicaja, aún queda mucho que hacer. «Nos gustaría dar clases de apoyo un tercer día actualmente están solo los lunes y miércoles y tener un local propio para abrir una escuela de padres por las mañanas y enseñarles a leer y escribir», dice Marín. Pero faltan voluntarios para las clases de apoyo. «Estos niños casi necesitan atención individualizada, y hay muchos esperando a entrar en el programa», continúa. Más personas para conseguir un futuro para los niños de la Trinidad.

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