Borrar
Zaryn, en su piso de Madrid, al que aún no se ha mudado. Hasta ahora, siempre ha compartido apartamento. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
Zaryn Dentzel: «Los de Telefónica han flipado conmigo»
Sociedad

Zaryn Dentzel: «Los de Telefónica han flipado conmigo»

Viaja en Vespa, calza chanclas y acaba de vender Tuenti por 70 millones. Fundador de la red social española, siempre sorprende

FRANCISCO APAOLAZA

Domingo, 24 de octubre 2010, 12:54

Sentado en los sacrosantos sillones de la cafetería del Palace, donde devora un plato de cruasanes con dos cafés, juega perfectamente el papel del típico guiri norteamericano que aterriza en España sin saber muy bien dónde está. Un metro noventa, estructura ósea de armario ropero, camiseta y vaqueros informales y acento californiano, nadie creería que dentro de su centenar de kilos se esconde uno de los ejecutivos más reconocidos del mundo. Se llama Zaryn Dentzel (Santa Bárbara, California, 1983) y a los 22 años creó en España una red social que en agosto compró Telefónica por 70 millones de euros. Ahora, con 27, es el genio que salió de la lámpara de la comunicación 2.0 y obró el milagro, aunque todavía se refieran a él como 'El chaval de Tuenti'.

Su red es joven y próspera, como el propio Zaryn. Y se presenta con cifras impactantes: 28.000 millones de páginas vistas al mes, 6 millones de vídeos vistos al día, 2,7 millones de fotos subidas y 100 millones de mensajes enviados. Desde hace un año, es la web con más tráfico en nuestro país, a una distancia notable de las demás.

«¿Si tengo suerte? Muchísima... Hay una ola que cambia los tiempos. Cuando llegó, nosotros estábamos ahí. Los que conocen el surf saben que para coger la ola hay que estar en el sitio adecuado, pero también remar fuerte para mantenerte en ella. Nosotros lo hemos hecho bien en un espacio de tiempo continuado. Es nuestra suerte, nuestro equipo». Ese es el Zaryn ejecutivo, con el cerebro ocupado por una sola idea: Tuenti. También es verdad que existe un Zaryn veinteañero. El primero gana una pasta y se tutea con los gerifaltes de la empresa. El otro vive el momento en vaqueros. Cuando se juntan los dos, «es una bomba». Lo dice Bernardo Hernández, el directivo de Google que se encargará del lanzamiento de las nuevas ideas del gigante de internet, y que lo acompañó en sus comienzos. Al fin y al cabo, «sigue siendo un chaval de 27 años».

Nadie duda de que con la entrada del capital de Telefónica dio un buen pelotazo, pero no busquen en su vida deportivos italianos, trajes de lana de vicuña ni supermodelos. Durante los últimos cuatro años y medio, en los que ha trabajado en la sede de Tuenti junto a las Cortes, en Madrid, ha compartido piso. «Ahora tengo uno nuevo al que debo mudarme desde hace cuatro meses. Me falta tiempo...», dice con pereza. La vivienda es un espectacular dúplex con una terraza amplia que da al Museo Thyssen y que sacia su sed de aire libre. No tiene ni un mueble, al margen de las maletas de su hermano Noah, de 25 años, que trabaja en la empresa como becario. En la terraza pondrán plantas y un jardín, algo que no casa con los que murmuraban que cuando vendiera Tuenti duraría 48 horas en España. «Lo malo de España es la envidia que existe. El éxito está bien visto en Estados Unidos, pero aquí, no».

El ermitaño con Blackberry

¿El coche? No hay, no lo ha habido nunca. En los últimos años, se movía de paquete en la Vespa de 50 centímetros cúbicos de su jefe de prensa, Ícaro Moyano. «Cuando vamos a un congreso y aparcamos la moto en la puerta entre todos esos Audi, la gente alucina». Hace dos meses, se compró su propia Vespa, el único capricho confeso después de la venta, al margen de unas vacaciones de lujo en Francia con hoteles de a millón en la Costa Azul.

Si se hace un examen de su lado cotidiano, 'Zeta' -así le llaman en Tuenti- es una suerte de ermitaño en chancletas. Quiten a una vida todos los lujos superfluos y las aficiones. Queda levantarse a las nueve, tomar el primer café en el trabajo y curro hasta las nueve y media de la noche, como poco, antes de ir a machacarse al gimnasio, generalmente con sus compañeros de trabajo. A los ojos del empresario de toda la vida, en su despacho suceden fenómenos extraños. De hecho, no tiene despacho: se pasea de un lado a otro de la oficina con su Blackberry Bold 9600, su favorita, y su portátil Mac.

Sus empleados guardan ciertos hábitos curiosos de familia. Comenzaron doce personas. Ahora son 140, pero desayunan en los mismos sitios, corren en grupo por El Retiro, visten chancletas y camisetas de la compañía sin que nadie se lo pida y hasta van de vacaciones juntos. Son una manada. Zaryn, que solamente se ha puesto traje de chaqueta una vez en su vida, en una recepción de los Príncipes de Asturias, sigue buscando compañeros de aventura, ahora incluso por Twitter: «Necesitamos un ingeniero-estrella del rock&roll», anuncia en su perfil. ¿Eso qué significa? «Alguien que esté dispuesto a ser el mejor en todo. Mañana mismo contrataría a cincuenta personas, pero no las encuentro». Los candidatos deben saber que es un tipo amigable, pero muy exigente. Un obseso de la perfección: «Quiero que el que haga algo, lo haga como el mejor. Mejor que yo. Si no, ¿para qué lo hace». Con esos principios, las broncas son frecuentes, seguras si el californiano utiliza su palabra preferida, la única que no sabe pronunciar en castellano: 'ejecución'. «Si en su perfil de Tuenti aparece 'Execution mode', significa que alguien va a morir esa mañana», bromea uno de sus empleados. De momento, no se han dado bajas.

Con estos mimbres, es difícil que 'Zeta' tenga un hogar como el que dejó en California con 16 años, cuando buscaba conocer España. Fue el estudiante de intercambio más joven del momento y el 'choque' fue brutal. Del club marítimo y las olas de Santa Bárbara pasó a Cabeza de Buey, en Badajoz, como salido de un enorme túnel del tiempo. De allí viajó a Marbella y regresó a Estados Unidos, donde pasó unos años estudiando en la Universidad. De aquellos días le queda su pasión desmedida por el gazpacho, una receta que preparan nada más poner un pie en su restaurante preferido, El Olvido, en la calle Hurtado de Mendoza, en Madrid, al que acude siguiendo el único consejo de su padre: «Mantente tranquilo, come bien y haz ejercicio». Después, lo que salga, pues a sus años mantiene esa divina facultad de ver amanecer sin morir al día siguiente. «Work hard, party hard» (Duro en el trabajo, duro de fiesta). Así lo define el empresario Martín Varsavsky, que se cuenta entre los amigos con los que ha compartido reuniones de altos vuelos y noches largas en la barra de un bar.

Ligue o servicio técnico

En las madrugadas de Madrid, pocos creen que el rubio de California es el fundador de Tuenti. Ellas, tampoco. «Así es mejor, porque si una chica sabe quién soy, terminamos hablando de Tuenti siempre. Como estoy obsesionado con esto, cuando me han dicho que algo no funciona, me he puesto a mandar emails a los ingenieros. Más que ligar, me convierto en soporte técnico de la empresa -ríe-. Y eso no puede ser».

En sus respuestas, Dentzel es un híbrido curioso, entre obstinado y espontáneo, una mezcla que le ha servido en el mundo empresarial. «Los de Telefónica han flipado un par de veces conmigo», explica. Dos, como poco. La primera, cuando se reunió con el todopoderoso Guillermo Ansaldo, presidente de la firma en España, en un Starbucks un sábado por la mañana. «Yo iba en bermudas. Nos entendimos perfectamente, pero él comprendió en ese momento que Telefónica no iba a influir en la filosofía de nuestra compañía». La segunda, sucedió en una de esas reuniones eternas, en las que Dentzel vendía parte de la compañía al gigante de las telecomunicaciones, y se mostró tal como es. En mitad del 'meeting' y ante la plana mayor de la empresa alrededor de una mesa de maneras nobles, se quiso explicar: «O sea, es que Tuenti es la hostia..., les dije». Y le creyeron.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Zaryn Dentzel: «Los de Telefónica han flipado conmigo»