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Morante, en la faena de muleta a uno de sus toros. :: J. L. PINO. EFE
Morante de la Puebla tira de imaginación y se hace querer en Madrid
TOROS

Morante de la Puebla tira de imaginación y se hace querer en Madrid

El diestro se lució con una brillante faena, mientras que Cayetano y Talavante se fueron de vacío

BARQUERITO

Lunes, 1 de marzo 2010, 13:10

Estaba el ambiente con Morante: un clamor en cuanto asomó por el portón de cuadrillas, una fortísima ovación al romperse el paseo. La cara arriba de su primer toro en viajes cortos, apenas provocados en toques de muleta casi escondida, no animó ni inspiró a Morante. Cortó sin más. Media trasera. Así que fue como si esperara a mejor ocasión. La ocasión fue el turno siguiente y casi por sorpresa. Morante reclamó a las musas. Y entonces vino a ser una faena muy hermosa de ver. La imaginación del torero de la Puebla del Río para improvisar sin atender a querencias. Una firmeza exquisita: de toreo posado, lacios los brazos, como si torearan los dedos las más veces. Una estocada desprendida. Dos orejas. Una preciosidad.

De los seis toros de Cuvillo el más bondadoso fue el segundo. Un error de cálculo le costó a Talavante, encunado y volteado, dos batacazos. A la noble inercia del segundo se acopló sin miedo Talavante. Hubo cortes y pausas. Siempre estaba dispuesto el toro. Trenzas a pies juntos. Un poco de todo pero sin definirse la vía. Un pinchazo, una entera tendida a paso de banderillas. Seis pinchazos después, una trasera y dos descabellos. No anda la espada de Talavante. Superado el susto de la cogida, Talavante se enredó con el quinto mejor que con el segundo.

El tercer cuvillo se revolvió mucho, punteó a veces y reculó no poco. Como si protestara. Se le atragantó a Cayetano el debut en Carabanchel. Lo descolocó el estilo incómodo del toro. El sexto se escupió de los caballos de pica cuatro veces, pero se empleó en la muleta con bravo aire. Por abajo, metiendo los riñones. Otro distinguido toro. Cayetano hizo un amago de echarse adelante. Sólo el amago. Falto de sitio, sorprendido en las repeticiones, mal encajado, Cayetano se encontró, además, con un público más hostil que propicio. No disimuló el desánimo.

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