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ANTONIO GARRIDO
Sábado, 20 de febrero 2010, 03:06
Se cumple un cuarto de siglo de la muerte de Salvador Espriu, uno de los grandes poetas de la literatura peninsular. La lengua es la única patria segura, la lengua ordena el mundo, lo crea y es esplendor y miseria como la vida, prohibirla es arrancar el más íntimo sentido de libertad de la persona, es lanzarla a las tinieblas exteriores de la soledad radical. Se insulta en la lengua vernácula, se ama en esa misma lengua y todas merecen el respeto y la protección. Es pertinente empezar así porque en periodos históricos no muy lejanos el catalán y otras lenguas de España sufrieron persecución y los escritores que en ellas se querían expresar tenían dificultades para llegar al público, se los veía como peligrosos. Espriu es un ejemplo admirable de amor, de pasión por su lengua y se inserta en una tradición literaria de gran importancia dentro de las literaturas europeas.
El primer texto en catalán de extensión estimable es 'Homilías de Organyá', formado por seis sermones, datado a finales del XI y principios del XII, donde se encuentran latín vulgar y romance catalán. La Edad Media es un periodo de singular esplendor con Ramón Llull en la prosa del XIII, la novela 'Tirante el Blanco' de Joanot Martorell, a finales del XV, y la poesía de Ausiàs March, también en el siglo XV. La entronización de Fernando de Antequera como rey de Aragón por el Compromiso de Caspe en 1412, junto a otros factores como la expansión natural del castellano, no favorecieron el desarrollo de la literatura catalana aunque se están revalorizando autores del Renacimiento y del Barroco como el poeta y pintor Pedro Serafí que aunó la tradición petrarquista con el venero popular. A finales del XVI destacó la figura del sacerdote Francisco Vicente García y Torres junto a otros escritores, aunque hasta el siglo XIX no se producirá el verdadero renacer de la línea culta porque la popular, como es lógico, siempre tuvo sus autores y su ámbito de recepción y la lengua permaneció viva.
El Romanticismo español, en su conjunto, fue tardío y lo mismo sucedió en Cataluña. Es de destacar el poema 'El Vapor' de Pedro Mata, de 1836, traducción de un texto de Lamartine y Joaquín Rubio y Ors que inició su andadura en el 'Diario de Barcelona'. Es en la primera mitad del XIX cuando surge el movimiento de origen burgués de la 'Renaixença' que tuvo puntos comunes en lo literario y en lo político con el segundo momento del Romanticismo europeo y con el auge de los movimientos nacionalistas. La prensa fue fundamental para extender las ideas y las obras, en este caso poéticas. En 1839 Miguel Antón Martí publicó 'Llàgrimes de viudesa' y en 1843 aparece la primera revista íntegramente escrita en catalán. La voluntad de recuperar hitos de la historia, formas de vida y, por encima de todo, la lengua es un objetivo de las clases más ilustradas.
Los Juegos Florales
En 1859 surgen los Juegos Florales que jugaron un papel fundamental en la proyección cultural del renacimiento catalán; en ellos se presentó en 1877 el extenso y magnífico poema épico 'LAtlantida' de Jacinto Verdaguer, el gran patriarca de la poesía contemporánea, nombre al que hay que añadir el de Antonio de Bofarull. El poema de Verdaguer supuso un antes y un después. Se estructura en una introducción, diez cantos y la conclusión. Se trata de un texto que tiene a Cristóbal Colón como protagonista. El almirante, naufrago, llega a las costas de la península, se encuentra con un ermitaño que le narra la historia de la Atlántida y de los mitos relacionados con ella, especialmente las luchas de Hércules con Gerión, así como su destrucción y la aparición del Mediterráneo. En la conclusión Colón desea volver a navegar y presiente que descubrirá tierras lejanas. Falla la tomó como base para su obra homónima.
El esplendor, en el XX
El siglo XX supone la plena incorporación de la poesía catalana al conjunto de las letras europeas por número de autores, por calidad de su obra y por recepción de los movimientos literarios. Las primeras décadas del siglo asistieron a una verdadera eclosión de las formas artísticas que se mantiene hasta nuestros días. Ya a finales del XIX el Modernismo alcanzó desarrollo notable en las obras de Joan Maragall, por citar un caso emblemático. Su poema 'La vaca ciega', traducido por Unamuno, alcanzó enorme popularidad. La visión de la inocencia del animal en su soledad y desgracia entronca con una perspectiva idílica de la naturaleza que también se encuentra en 'Adiós Cordera' de Clarín y en un amplio conjunto de textos que tienen a los animales como protagonistas; en el fondo, metáforas de los seres humanos. La vaca topa con los troncos, vacila, se acerca al agua, apenas bebe, la palabra 'tragedia' es la clave, está sola, sólo puede recorrer senderos que recuerda. Se trata de un texto de gran expresividad y contención al mismo tiempo. A lo largo del siglo y pese a las prohibiciones de la etapa de Primo de Rivera y de Franco la poesía catalana se cultiva con normalidad y son muchos los nombres que se pueden citar: José Carner, Juan Salvat-Papasseit, Manuel de Pedroso, Juan Brossa, Miguel de Palol, Lorenzo Villalonga, Mercedes Rododera y un largo etcétera.
A la hora de analizar la poesía que se escribe en Cataluña es obligado referirse a la de excelentes poetas que lo hacen en español. Se trata de una opción normal en un espacio físico en el que las dos lenguas conviven. La tradición literaria de la lírica en español en Cataluña es tan antigua como la del catalán y con ejemplo de calidad singular. Sirva como ejemplo la poesía de Jaime Gil de Biedma, uno de los poetas mayores de las letras hispánicas y del que celebramos aniversario en estas páginas. En su época coincide con otros dos grandes poetas, José Agustín Goytisolo y Carlos Barral; de hecho, el uno de los meridianos de la poesía española pasaba por Barcelona. La antología de Castellet con sus 'novísimos' tuvo una amplia repercusión con nombres como Gimferrer, Azúa o Moix.
Coincidiendo con la llamada Generación de los 50 y con los 'novísimos' hay que citar a Corredor-Matheos, Jiménez-Frontín y el siempre crítico y radical Ramón Serrano. En los años ochenta una veintena de poetas empiezan a publicar, no hay que buscar una uniformidad que no existe, cada uno explora su camino y coexisten diversas tendencias y una importante presencia de mujeres. Citaré a José Ángel Cilleruelo, Neus Aguado, Carmen Borja, Menene Gras. Entre los más jóvenes es relevante la obra de Eduardo Moga. La normalización lingüística ha favorecido el cultivo de la poesía en catalán y así nombres recientes son: Javier Canals, Dolores Miquel, José Pedrals, Eduardo Escoffet, entre otros.
Salvador Espriu nació en Santa Coloma de Farnés en 1913, su padre era notario y su madre, conservadora y muy religiosa. Como ha sucedido con otros escritores una enfermedad, en este caso el sarampión del que falleció una hermana, lo mantuvo en la cama bastante tiempo y le permitió muchas horas de lectura de la bien provista biblioteca familiar. Siempre tuvo una gran avidez lectora. Se licenció en derecho en la universidad de Barcelona y cuando se preparaba para los estudios clásicos y de egiptología, esta última especialidad bastante poco frecuentada en la época, estalló la Guerra Civil que vivió como una tragedia para todos, porque como afirmó «sufrí por ambos bandos».
Renovador de la prosa
Terminada la contienda la persecución del catalán le impidió dedicarse a la enseñanza, su verdadera vocación, trabajó como pasante en una notaría y sufrió dificultades para publicar en su lengua, la que había elegido libremente como medio de comunicación. En 1966 fue multado por participar en el famoso encuentrode intelectuales en el convento de capuchinos de Sarriá. Fue fundador de la Asociación de Escritores en Lengua Catalana.
Poeta, dramaturgo y novelista fue, junto con Pla y Sagarra, renovador de la prosa en catalán. Su libro más difundido es 'La pell de brau' (La piel de toro) pero es necesario referirse antes a la obra de teatro 'Primera historia de Esther', publicada en 1947 cuando el catalán se encontraba en una grave crisis por asfixia política. Se trata de una farsa para títeres en la que un pequeño pueblo vencido dentro de un imperio tiene que luchar con contra la muerte y el mal representado por un demonio. Unas palabras del final son programáticas y muestran el gran valor de Espriu en aquello días: «Anatema contra el escriba que vende la pluma a rocines victoriosos y se envilece al ensalmar, por oro o por temor, el sable y el triunfo». En la farsa crea un espacio mítico, una ciudad costera, Sinera, que se opondrá a Susa, la capital del imperio persa, esta dicotomía no lo abandonará nunca y será una constante en una obra que, en sus diferentes etapas, asume lo anterior y lo matiza y lo enriquece.
Volvamos a 'La pell de brau', publicado en 1960. En las antiguas clases había un mapa de España y se nos explicaba que la península tiene la forma de piel de toro extendida, para Espriu el toro es el animal mítico, no hay que olvidar que lo mitológico es básico en su poesía, al igual que el componente ético y el elegíaco. El animal totémico ha sido desollado y su sangre chorrea por las estancias de una tierra cruel. España es una realidad dolorosa y el toro vivo embiste a su propia piel y la desgarra y la hace bandera de la tragedia de la lucha. La arena es el espacio en el que intenta sobrevivir el pueblo de Separad, la arena es el lugar al que llegó después de la Diáspora. Se trata del pueblo de Israel, del pueblo catalán. La crítica interesada se ha quedado en este aspecto, cierto, sin duda, pero superficial.
El paralelismo establecido es universal, se trata de la eterna lucha de los seres humanos que el poeta eleva a cántico, a himno. El pequeño pueblo, pese a todas las dificultades, mantiene un sueño de futuro aunque algunos se empeñen en vivir en el pasado, en las glorias de un Templo que fue destruido. Es difícil persistir en el sueño porque todo lo que rodea es miseria, la piel de toro está dominada por unos señores que se alimentan de los débiles. En este punto aparece un elemento, para mi magnífico, lo grotesco, lo carnavalesco, un mundo de títeres, de espantajos, de romances de ciego que entronca con la tradición popular de la denuncia. No se trata de una técnica sin más, se trata de un instrumento para lanzar un mensaje ético, se trata de denunciar la injusticia, la maldad, al modo del Bosco.
Poesía corrosiva y universal que tiene antecedentes en su propia obra, así en 'Las canciones de Ariadna', publicadas en 1949, y en la que encontramos estos versos: «¿No sabes que los grifos se han hecho / para que el agua no mane?». El poeta no se conforma, pretende ser voz que levante las conciencias, no hay que resignarse. En su deambular por calles que llevan a la muerte llega a un extraño desván donde encuentra un brasero que aún conserva un rescoldo, una esperanza para el pueblo de Separad, para el pueblo catalán, para todos los pueblos que desean la libertad; en ese fuego se preparan unos pobres peces. La tensión lírica es una característica fundamental de la poesía de Espriu y el poema se enriquece con nuevos personajes y con escenas de gran dramatismo. No olvida el poeta a los intelectuales que se venden por premios y prebendas. La verdad es la premisa mayor, ser fieles a la verdad, por eso Espriu es incómodo, por eso obliga al lector a no distraerse. Todo este universo se encierra en la palabra, en el don mágico de la creación, de la designación: «Sin saber por qué / tapan las palabras / la vacía nada». La palabra es el idioma, es la casa de la que nunca se debió salir, que nunca debió ser asaltada, la que hay que conservar.
Poesía compleja, exigente, riquísima en matices por la que, Castellet lo escribió, merece la pena aprender catalán.
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