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Lunes, 25 de septiembre 2017
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Málaga siempre ocupó un lugar en su corazón. Decía que tuvo dos 'patrias chicas', su Asturias natal y Málaga, donde la familia vivió entre 1912 y 1923, primero en un edificio hoy desaparecido en la Cortina del Muelle, en la calle Don Juan Díaz (con fachada en Larios) y en El Limonar y La Caleta. En Málaga estudió en el colegio de los jesuitas en calle Compañía, en el Instituto Educativo e Instructivo de la esquina de las calles Sánchez Pastor y Granada y en el Instituto de Enseñanza Secundaria Vicente Espinel, de la calle Gaona, donde una placa en el patio, colocada en 1960, un año después de obtener el Nobel en Medicina, recuerda su paso por este centro.
De la influencia de Málaga y de este instituto en su vocación científica dejó constancia el propio Severo Ochoa en un libro autobiográfico, 'The pursuit of an hobby' (traducida por él mismo como 'La búsqueda afanosa de una afición'): «Después de asistir a un colegio privado durante algunos años, me incorporé al Instituto donde obtuve el título de bachiller en 1921. Fue en los últimos años del Instituto cuando comencé a sentirme enormemente atraído por las ciencias naturales. En gran parte fue debido, estoy seguro, a la estimulante enseñanza de un joven y brillante profesor de química, Eduardo García Rodeja», afirma el científico. Un acto de homenaje conjunto en el Ateneo de Málaga, en 1971, reunió a ambos.
El Ayuntamiento le nombró hijo adoptivo de la ciudad y años más tarde, fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Málaga. Fue el 28 de septiembre de 1987. Un día después, el entonces alcalde de la ciudad, Pedro Aparicio, le entregó la medalla de la ciudad.
Severo Ochoa se convirtió en doctor honoris causa por la Universidad de Málaga en un solemne acto celebrado en el Teatro Cervantes. Era rector José María Martín Delgado, y actuó como padrino de la ceremonia el catedrático y jefe del departamento de Bioquímica, Biología Molecular y Química Orgánica, Ignacio Núñez de Castro. Al día siguiente recibiría de manos del alcalde la medalla de oro de la ciudad.
La última visita de Severo Ochoa a la ciudad fue el 26 de febrero de 1993. Acompañado de Pedro Aparicio y del director del PTA, Felipe Romera, descubrió una placa que da su nombre a la plaza central del Parque Tecnológico. En el libro de honor del PTA dejó su firma y este mensaje: «En agradecimiento a esta ciudad en la que he pasado los años más importantes de mi vida». También ese mismo día estuvo presente en el acto de presentación de una biografía que sobre él había escrito Mariano Gómez-Santos, titulada 'Severo Ochoa: la emoción de descubrir'. Meses más tarde, el 1 de noviembre, falleció en Madrid, a los 88 años de edad.
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