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Calle San Miguel. Campaña y Puig Ferrán / Torremolinos Chic

Torremolinos antes del boom turístico

A la sombra de la historia ·

La localidad contaba en 1930 con poco más de 3.000 habitantes, divididos en cuatro barrios

Jueves, 25 de julio 2019, 00:32

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Trabajo en un instituto de Torremolinos. De un claustro de más de cien profesores, apenas dos o tres son naturales de Torremolinos. Con los alumnos sucede algo parecido: en el centro estudian chicos de unas 50 nacionalidades distintas y son poquísimos aquellos cuyos abuelos nacieron en Torremolinos. Es evidente que Torremolinos, que perteneció a Málaga desde 1924 hasta 1988, es un pueblo de aluvión en el que hoy residen de manera permanente ciudadanos de 130 nacionalidades. Ahora bien, ¿cómo era el Torremolinos anterior al auge del turismo?

A principios del siglo XIX, Torremolinos era tan pequeño que era una simple aldea de Churriana. Pascual Madoz aseguraba que en 1849 vivían en Torremolinos 785 vecinos en 234 casas. Por esas fechas, en Torremolinos había una sola escuela de primeras letras en la que estudiaban 44 alumnos.

Torremolinos era un pequeño pueblo de molineros y pescadores, que vivían en casas blancas, con ventanas de madera azul y tejas árabes. Las calles tenían el piso de tierra y las playas estaban desiertas, a excepción, claro es, de los pescadores que trabajaban en ellas. Su nombre hace referencia a la Torre de Pimentel, torre vigía desde la que se avistaban posibles ataques piratas, y a los catorce molinos que desde el del Inca hasta el del Peligro (llamado así por las continuas inundaciones que sufría), descendían hasta la costa. Molían fundamentalmente trigo, pero también los había bataneros para papel, cuero o telas e incluso de minerales, como el del Moro, que molía óxido de hierro. Dejaron de funcionar en los años veinte del siglo pasado, cuando el agua de los Manantiales se llevó a Málaga y el famoso cauce se quedó casi seco. En Torremolinos se conserva aún la calle Cauce, por donde discurría el agua que venía de los molinos.

Torremolinos estaba formado por barrios separados entre sí: el de la calle San Miguel era el de los señoritos; en el del Calvario vivían agricultores y molineros; mientras que los del Bajondillo y la Carihuela lo habitaban pescadores. En la calle San Miguel estaban las casas señoriales: Navarrete, Naguel, Quintana... Disponían de patios interiores que por la cercanía de la calle Cauce, que transcurría paralela, eran muy frescos. Los carihuelos apenas llegaban hasta aquí, a no ser para vender pescado y los del Calvario bajaban a veces con sus cabras hasta el mismo tajo. El tren atravesaba la calle San Miguel, pues aún no estaba soterrado. Al inicio de la calle destacaba la casa de María Barrabino, de finales del siglo XIX y ligada a los orígenes de Torremolinos, que conserva aún su decoración y su estructura originales. Hoy es uno de los inmuebles con mayor valor arquitectónico de la Costa del Sol. Y es que en Torremolinos siempre hubo gente influyente y de dinero, como lo prueba la visita que hizo en febrero de 1926 el rey Alfonso XIII al Molino del Inca.

El barrio del Calvario era agricultor y ganadero. Torremolinos ha sido llamado pueblo anfibio, porque vivía de la tierra y del mar. Cuando la cosa iba mal, sus habitantes bajaban al Bajondillo o a la Carihuela, se agarraban al copo, y siempre tenían un puñado de pescado fresco que llevarse a casa. Y si el levante impedía faenar, los del Calvario socorrían a los pescadores con productos de la tierra.

El Bajondillo era un barrio de pescadores. Sus primeros pobladores habitaban en las oquedades desde tiempos ancestrales. Sus casas eran de una planta, con corral y huerto en la parte trasera, que era regado por el cauce.

Y llegamos al que quizá se el barrio más popular de Torremolinos: la Carihuela. Barrio marinero y mediterráneo, en los años treinta del siglo pasado contaba con casi mil habitantes y hasta 40 sardinales que salían a pescar cuando el tiempo lo permitía. Sus casas estaban tan pegadas al mar que, cuando había temporal, tenían que abrir en algunos casos las dos puertas, trasera y delantera, para que el agua pasase de un lado a otro haciendo el menor daño posible.

El nombre de Carihuela tiene origen árabe: cari significa zarza y huela, camino. Hace referencia al camino o vereda en zigzag, entre zarzas y plantas silvestres, por el que sus habitantes subían la pesca a la calle San Miguel. Además la carihuela era una planta trepadora, a la manera de las campanillas, muy frecuente en la zona, y que llenaba los caminos que comunicaban este barrio pesquero con la parte alta del pueblo. La Carihuela mantuvo su esencia hasta los años 60, en los que la presión urbanística y turística lo transformó.

Torre de Pimentel. Diego Cortés/ Torremolinos Chic

La llegada de los primeros veraneantes

Luis Cernuda estuvo en Torremolinos en septiembre de 1928. Recordaba cómo los chicos del pueblo le gritaban, money, money, sin darse cuenta de que él, tan señorito, era tan andaluz como ellos. En la playa le encantaba mirar a los pescadores «llenos de esa gracia que les da al cuerpo el haber caminado siempre con los pies desnudos».

En 1922 el contratista Antonio Girón construyó 32 viviendas en Torremolinos, que fueron compradas principalmente por malagueños. Habían descubierto las ventajas del clima de Torremolinos. Muchos llegaban a este pueblo para curarse de la tan temida tuberculosis, gracias a la bonanza de sus aguas.

Se han conservado mansiones señoriales en Torremolinos, como la espectacular casa de los Navajas en el Bajondillo. Fue edificada en 1925, con un llamativo estilo neomudéjar, como segunda residencia de la familia Luque-Navajas. Esta familia tenía plantaciones de caña de azúcar en la desembocadura del Guadalhorce, que se habían beneficiado de la traída de aguas a Málaga. La mansión ha sido recientemente restaurada y da una idea del nivel que ya tenía Torremolinos antes de la llegada del turismo.

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