A la sombra de la historia: El Hotel del Inglés
Enclavado en la conocida como Punta de Torremolinos, entre las playas del Bajondillo y de la Carihuela, este hotel acogió a los primeros turistas de la Costa del Sol
El 22 de mayo de 1905, el militar inglés George Langworthy le compró por 62.500 pesetas unos terrenos al Liborio García, exalcalde de Málaga. ... La finca era conocida como El Castillo, por la fortificación que había sido construida en este lugar estratégico en 1763. En el siglo XIX pasó a ser cuartel de carabineros. George había llegado a Málaga buscando un clima que favoreciese la delicada salud de su esposa, Ann Margaret. Torremolinos, un pueblo que por entonces contaba con 3.000 habitantes, cumplía las condiciones por su abundancia de agua y la seguridad que proporcionaba la cercanía de Gibraltar.
La pareja arregló la casa principal y plantaron flores, árboles frutales, verduras y hortalizas. Los bancales que descendían hasta el mar se llenaron de vides. En el último construyeron un pequeño kiosco de madera y otros dos más en otros puntos estratégicos de la finca. Debemos a Carmen Enciso y a Eloísa Navas una novela preciosa, El Hotel del Inglés, en la que se recrea la vida de la pareja y describe el Torremolinos de la época de manera magistral. Merece una lectura.
George y Ann convirtieron Santa Clara en un paraíso que fue visitado por gran parte de la colonia extranjera en Málaga. Tuvieron el primer coche que circuló por Torremolinos, matriculado en enero de 1908 con la placa MA-8 y otro más comprado al año siguiente (MA-24). Esta vida de película se truncó de manera inesperada con la muerte de Ann en 1913. Tenía 40 años. Está enterrada en el Cementerio Inglés de Málaga y es fama que su marido iba todas las semanas a llevarles flores recién cortadas de la finca en la que pasaron los mejores años de su vida.
Desde entonces, George Langworthy ya no volvió a ser el mismo. Se retiró a vivir a la casita del mirador. Tras participar en la Primera Guerra Mundial, se hizo adepto de la Ciencia Cristiana, una religión que achacaba la mala salud a la falta de fe y que defendía el poder curativo del habla y de la oración. Como muchos habitantes de Torremolinos acudían a pedirle ayuda económica, el inglés les leía durante una hora varias páginas del libro que había escrito el fundador de su religión. Así se ganaban una peseta de plata, que equivalía al jornal de una semana. Por eso George Langworthy fue conocido como el inglés de la peseta. El Ayuntamiento de Torremolinos, agradecido por la ayuda generosa y desinteresada que prestó a sus habitantes, le nombró en 1918 Hijo Predilecto de Torremolinos.
Y el inglés se arruinó. Es entonces cuando decidió arrendar el terreno para explotarlo como hotel a una hija de otro militar inglés, Margarita Horn, que cedió su explotación a su hija Nancy Beautell y a su yerno, el norteamericano Mark Hawker. Este se convirtió en el primer director del hotel, mientras que su esposa hacía las veces de recepcionista. El Hotel del Inglés abrió sus puertas a finales de 1927. No se lo van a creer, pero alguna relación tiene este hotel con el número 27, porque fue inaugurado en 1927, tenía 27 habitaciones, su número de teléfono era el 27 y fue visitado por miembros de la Generación del 27 como Cernuda, Prados, Altolaguirre, Hinojosa o el propio Dalí, que recién casado se hospedó en una de sus habitaciones con su esposa Gala en mayo de 1930. Gala se bañaba con el pecho descubierto ante la mirada atónita de los lugareños, que no eran conscientes de que estaban mirando el futuro de Torremolinos.
Durante la Guerra Civil, el hotel fue testigo del atraque de destructores ingleses que evacuaron a muchos malagueños y extranjeros rumbo a Gibraltar. Tras la contienda, el 29 de abril de 1945, falleció George Langworthy, que tanto bien hizo por Torremolinos y al que podemos llamar con justicia padre de la Costa del Sol.
Se hicieron cargo entonces de la dirección del hotel el matrimonio Frederick y Edith Saunders. En 1957 entró a trabajar como recepcionista Rafael de la Fuente, que recuerda las colas de turistas en albornoz que se formaban cada mañana en el patio para utilizar alguno de los cuartos de baño. La mayoría de los visitantes eran ingleses, norteamericanos y nórdicos. Siempre estaba lleno y era difícil encontrar habitaciones, porque apenas había hoteles en Torremolinos.
El Hotel Santa Clara cerró a principios de los años sesenta. En los setenta fue derribado (injustificable error) y, en agosto de 1975, se inauguró en su lugar el complejo Castillo de Santa Clara.
El detalle: Cernuda en Torremolinos
Aunque no hay constancia de que Luis Cernuda se alojase en el Hotel del Inglés, es evidente que lo conoció bien. De 1929 es su precioso relato 'El indolente', en el que nos describe el hotel y a su dueño y los sitúa en Sansueña, nombre ficticio de Torremolinos, tal y como le confirmó el propio Cernuda a José Luis Cano en 1956.
El hotel lo traza «erguido entre las peñas» y «rodeado de un jardín en pendiente cuyas terrazas morían junto al mar». A su dueño le llamaban «Don Míster, Míster Inglés, o bien el Inglés a secas» y nos lo pinta como un hombre austero, idealista y poco apegado a lo material. Según Cernuda, vivía en la parte baja de la casa y dormía sobre unas pieles extendidas en el suelo. Nunca cerraba las ventanas porque le encantaba escuchar el arrullo continuo del mar.
Tan enamorado se quedó Luis Cernuda del Hotel del Inglés y de Torremolinos que escribió: «Si alguna vez me pierdo, que vengan a buscarme aquí».
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