El incendio del Café del Turco
A la sombra de la historia ·
La plaza de la Constitución fue, en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, uno de los epicentros del arte flamenco en Andalucíavíctor heredia
Miércoles, 11 de agosto 2021, 00:28
La plaza de la Constitución fue, en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, uno de los epicentros del arte flamenco en Andalucía, ya que en su entorno estaban ubicados varios de los más importantes cafés cantantes de la época: el Chinitas en el pasaje al que acabó dando nombre; el Café de la Loba, en los bajos del número 9; el Café Sin Techo, en la vecina calle de Siete Revueltas, también denominado del Sevillano y del Señor Bernardo, que era el preferido por los señoritos; y el Café del Turco, en la calle de Santa Lucía, que fue el primero en desaparecer.
Francisco Bejarano, que además de historiador y archivero era un destacado flamencólogo, nos cuenta que existió un primer Café del Turco que estaba activo hacia 1838-1840 en un local en la esquina entre la calle Santa María y la plaza de la Constitución y que era lugar de tertulias y arengas políticas. Décadas después volvió a existir otro café con el mismo nombre y en la misma ubicación, con un cartel en el que aparecía un otomano sentado a la manera oriental y fumando una larga pipa. Eusebio Rioja ha confirmado su existencia al localizar sendos anuncios del Café del Turco en la plaza de la Constitución para 1881 y 1882.
Para 1883 ya aparece el Café y Restaurante El Turco ubicado en la calle Santa Lucía, en un ensanche o placeta que se forma en su encuentro con la calle Convalecientes. Ocupaba un amplio edificio situado junto a la parroquia de los Mártires, en el que estaba el local del negocio junto con la vivienda del propietario. Éste se llamaba Manuel Romairones, aunque el público le conocía como Manolo Romayón o Manolo el Fideero. Era un personaje alto, grueso y con muchos anillos en los dedos, como nos lo describe Bejarano.
El Turco funcionaba como café-teatro, acogiendo todo tipo de espectáculos. Había un cuadro cómico que hacía representaciones teatrales y en tiempo de Carnaval y en otros momentos del año se celebraban bailes de máscaras y actuaban comparsas, siendo fija durante una temporada una muy conocida de Cádiz denominada 'Las viejas ricas'. Incluso albergó actos políticos, estando documentadas al menos dos reuniones de los socialistas malagueños que tuvieron lugar en 1890 y 1896, ambas con la intervención del fundador del partido, Pablo Iglesias. Pero el programa principal del Café del Turco estaba compuesto por los números flamencos, que atraían a un público variado de diferentes estratos sociales.
El 17 de agosto de 1890 el establecimiento fue reinaugurado después de ser sometido a una remodelación. De nuevo recurrimos a Bejarano para conocer el interior del local, que estaba situado en una planta alta: «Era magnífico por su amplitud y estaba integrado por dos grandes salones formando escuadra. A la derecha de la entrada principal estaba situado el escenario, no muy grande dado el carácter del establecimiento, y frente a él veíanse varios palquitos, donde se reunía el personal más selecto o de mayor rumbo».
La vida de este café-teatro se extinguió una calurosa noche de verano del año 1896. Eran las dos y media de la madrugada del 22 de julio cuando las campanas de la Catedral dieron los toques avisando de un fuego y corrió la noticia del incendio del Café del Turco. Las llamas, alimentadas por el terral, amenazaban con destruir toda la manzana, incluida la parroquia de los Mártires. El fuego se extendió a otras dos casas vecinas de la calle Santa Lucía, amenazaba varios inmuebles situados en la calle San Telmo, a espaldas del café, y empezó a afectar a la sacristía y a la capilla mayor de la iglesia.
El Café del Turco y La Trini
Bejarano menciona los nombres de algunos artistas flamencos que pasaron por el pequeño escenario del Turco. Entre los cantaores destaca las figuras de Juan Breva, El Fosforito, El Caribe, La Paca y Piquito de Oro. También eran habituales en el elenco artístico del negocio el maestro Salvador Rodríguez, que luego fue guitarrista del Chinitas, y el maestro de baile Pepe Ronda. Pero si hubo una artista que actuó en el Turco y dejó huella en la historia del flamenco fue, sin duda, Trinidad Navarro Carrillo, La Trini. Fernando el de Triana, en su obra 'Arte y artistas flamencos', publicada en 1935, recordaba haber escuchado por primera vez el cante de La Trini hacia 1890, cuando compartió cartel con la malagueña en el Café del Turco. Discípula de Juan Breva, asimiló el estilo del maestro y fue reconocida como indiscutible estrella del cante, particularmente por su recreación de las malagueñas. Años más tarde La Trini luego regentó un ventorrillo en La Caleta, escenario habitual de las juergas flamencas costeadas por los señoritos. Alfredo Arrebola la define como «una de las más grandes cantaoras que el flamenco ha tenido».
Mientras el arquitecto municipal, Manuel Rivera Valentín, dirigía los trabajos para evitar la propagación del incendio con la escasez de medios de costumbre, el señor Romayón se atrevió de manera imprudente a entrar en el edificio en llamas para intentar rescatar algunas alhajas y billetes. En los días siguientes desde la prensa se insistió en la urgente necesidad de que la ciudad contara con un servicio de bomberos organizado como en otras capitales del país.
Afortunadamente no hubo que lamentar daños personales. El siniestro del café dejó varias historias. Una de ellas dice que algunos espectadores observaron cómo una lechuza sacó del interior del templo dos crías en vuelos sucesivos para depositarlas en un tejado cercano. Otra cuenta que el propietario hacía continuos comentarios negativos sobre la forma de hacerse los trabajos de extinción. Como se extendía el rumor de que el fuego había sido intencionado, el gobernador se volvió hacia él y le dijo: «¡Si usted me hubiera avisado ayer!». La tercera, más trágica, es referida por José Recio y narra que el director del cuadro teatral que actuaba habitualmente en El Turco perdió la razón al ver cómo quedaba destruido su lugar de trabajo.
El solar fue utilizado posteriormente como almacén de carbones y garaje. En la década de 1960 se construyó el edificio que hoy existe. La placeta, denominada desde hace unos años Jesús de la Pasión, siguió siendo durante mucho tiempo la del Turco.
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