Guantería Pérez-Cea: 170 años vendiendo guantes en la calle Granada (1847-2014)
En septiembre de 2014 cerró una de las tiendas con más encanto de esa céntrica calle, por la que han pasado cuatro generaciones de la misma familia
Los orígenes de la guantería de Pérez-Cea se pierden en la noche de los tiempos malagueña. En los libros de padrones del Archivo ... Municipal de Málaga hemos encontrado que en el año 1847 ya trabajaba en la calle Granada número 1 un tal don José Alcántara Martos, de 27 años de edad y natural de Málaga, de profesión guantero. No hemos podido localizar referencias más antiguas de este artesano, pero es probable que llevara algunos años más establecido al inicio de la calle Granada.
Publicidad
Hacia 1850 aparece ocupando el mismo local el que será el segundo propietario de este centenario establecimiento: Lorenzo Castilla y Cosso, nacido hacia 1827 en Sevilla y fundador de la Casa Castilla. Lorenzo Castilla figura en las primeras guías de Málaga al frente de un negocio que era guantería, camisería y perfumería y que también vendía corbatas, además de tener una fábrica de guantes, que todavía su hijo Lorenzo Castilla de la Coz mantenía en 1905 en la calle Ermitaño.
Casa Castilla estuvo abierta en los números 1 y 3 de la calle Granada unos 40 años, entre 1850 y 1890. En esta última fecha ya consta al frente de la guantería otro sevillano, nacido hacia 1865 y natural de Carmona, llamado José Salgado Ausejo, que sería el tercer propietario si seguimos el orden cronológico de este comercio. No es descabellado pensar que este José Salgado sería dependiente de la Casa Castilla, al ser su dueño otro sevillano emigrado a Málaga. José Salgado fue el que pasó la tienda en 1890 a la acera de enfrente, ya que en el primer anuncio que hemos podido localizar, correspondiente al año de 1891, se indica que el comercio está en la plaza de la Constitución, esquina a la calle Santa María. José Salgado se asoció con un tal Carrera y ambos se consideraban «sucesores de Castilla». Su comercio se denominaba «guantería y camisería» y vendían también artículos de punto, bastones, paraguas, corbatas y perfumería, además de ser sastrería, porque hacían «corte especial en ropa blanca».
También te interesa
En su fachada un eslogan publicitario rezaba que era «la única que sirve guantes de piel a la medida» y que tenía «surtido completo en guantes de hilo, lana y seda». Este José Salgado fue el que llamó a su establecimiento Camisería Inglesa, en clara referencia a la moda y elegancia inglesa, que es la que mandaba por aquellos años. Piensen si no en El Corte Inglés o, sin ir más lejos, en que una de las tintorerías más importantes de Málaga era la Tintorería Inglesa. Fue tan importante este comercio, que en un recorrido que efectuó en 1914 un periodista madrileño por algunos establecimientos malagueños recomendaba «al forastero esta casa, aunque realmente su nombre es tan conocido, que hace innecesaria toda recomendación».
En la única foto que he podido localizar de la Camisería Inglesa, de principios del siglo XX, esta ocupaba ya el local que más tarde fue de la guantería Soto y de Pérez-Cea. En la puerta uno de los dos señores que aparecen retratados con traje oscuro debe de ser José Salgado, mientras que alguno de los más jóvenes bien podría ser el protagonista de las líneas que siguen: Antonio Soto Díaz (1893-1963).
Publicidad
Hasta aquí hemos hecho un repaso somero de los tres primeros propietarios de la guantería de la calle Granada: el malagueño José Alcántara Martos y los sevillanos Lorenzo Castilla y José Salgado. El cordobés Antonio Soto será su cuarto propietario y sus sucesores se mantendrán al frente del negocio durante 96 años, entre 1920 y 2014. Antonio Soto Díaz había llegado a Málaga en julio de 1908, con solo 15 años, para trabajar como aprendiz en la Camisería Inglesa. Dormía en la trastienda, como otros muchos mozos que llegaban a aprender y con muchas ganas de prosperar y de trabajar. El lema de Antonio Soto siempre fue el de trabajar mucho y entregarse al cliente.
José Salgado se había casado con una malagueña, llamada María Calvo, con la que tuvo dos hijas, Adela y Dolores, pero ninguna de las dos heredó la antigua guantería. Serán dos empleados los que se la compraron a su antiguo jefe el 9 de febrero de 1920 por 45.983 pesetas, unos 180.000 euros al cambio de 2019. (Por ejemplo, los Larios habían vendido a Gómez Hermanos, ese mismo año de 1920, un edificio de la calle Larios en 1.100.000 pesetas). El local era amplio y se correspondía con los números 4 y 6 de la calle Granada, unidos por un portal. Al principio la sociedad se llamó Vizcaíno y Soto, hasta que en 1925 se disolvió y José Vizcaíno abrió por su cuenta una camisería en la calle Granada 46, esquina a la calle Sánchez Pastor. Desde 1925 la nueva sociedad se registró como Soto y Merlo y perdurará así hasta principios de los años 40.
Publicidad
El que dos antiguos empleados comprasen la tienda a su anterior propietario era algo usual, sobre todo porque ninguno de los dos podría reunir en solitario una cantidad tan elevada, y porque de esta manera mantendrían la clientela. Todavía quince años después de la compra, en 1935, la guantería Soto aparece como «antigua Casa Salgado», de la que se consideraba legítima heredera. Vendían guantes, corbatas, género de punto, perfumes, artículos de piel, bastones, paraguas, bisutería, abanicos, cepillos, ligas y tirantes.
Una mañana de otoño de 1926 entró en la Guantería Soto un cliente muy especial: el infante don Jaime de Borbón y Battenberg, hijo de Alfonso XIII. Y compró una corbata. Esto les daba derecho a utilizar el prestigioso membrete de «proveedor de la Real Casa» en las facturas y etiquetas del establecimiento. Para ello, debió abonar a la Casa Real la cantidad de mil pesetas «con destino a las obras benéficas que protege el Augusto Señor». Desde el 12 de mayo de 1927 la todavía llamada Camisería y Guantería Inglesa se convirtió en proveedora de la Real Casa. Poco después, con la llegada de la Segunda República en 1931, Antonio Soto tuvo que destruir muchos de los papeles de la tienda que tenían el escudo de la Casa Real. Por si acaso...
Publicidad
He quedado con los nietos de Antonio Soto en su casa del Camino de Antequera. Kikina (Isabel) y Ernesto Perez-Cea Soto me reciben en su salón con las mesas llenas de álbumes de fotos y recuerdos. Así da gusto. Ambos recuerdan a su abuelo («papá Nono») como un hombre bondadoso y cariñoso, que trataba a los dependientes como si fueran miembros de su familia. Como vivía en la tercera planta, justo encima de su comercio, ellos se han criado desde pequeños en la tienda e incluso ayudaban a despachar, aunque al principio fuera para ellos solo un juego. Era tal la cantidad de público que se congregaba en fechas señaladas en la guantería Soto, que su abuelo tuvo que contratar a dos policías municipales, que en las horas que no estaban de servicio se encargaban de mantener el orden en la puerta y dentro del local. En la tienda se vendían, además de los productos ya citados, colonias a granel, jabón, polvos de talco, etc. Los cuellos de las camisas se separaban y se enviaban a Granada para limpiarlos y almidonarlos. Los guantes para primeras comuniones se vendían por cientos.
Quizá el día más amargo de la vida de Antonio Soto fue el de la muerte de su hijo Rafael, fallecido en 1944 con solo 22 años, víctima de una septicemia. Antonio había tenido con su mujer, Concepción Borasteros Lestal, otras dos hijas: Isabel («Kika») y Concha. Muchos son los que recuerdan a Isabel Borasteros sentada en la caja de guantería Soto y siempre vestida de luto por la pérdida de su hijo. Su hija mayor fue cortejada por un joven dependiente que había entrado a trabajar como mozo a finales de los años 20: Ernesto Pérez-Cea Delgado (1918-1998). Ernesto, seis años mayor que Kika, acompañaba todos los días al colegio a la hija de su jefe. Y de esta manera empezaría una relación que perdurará toda una vida. Se casaron en 1944 y tuvieron cuatro hijos: Rafael, Ernesto, Isabel («Kikina») y Luis. Kika fue quien diseñó la flor que se convirtió en el emblema y logotipo de la tienda. Ella se encargaba también del montaje, arreglo y disposición artística de los escaparates.
Publicidad
El 28 de julio de 1958 Antonio Soto Díaz celebró sus bodas de oro como comerciante. Para ello, durante 15 días agasajó a su fiel clientela con un 15% de descuento en todos sus productos. En 1963, año del fallecimiento de Antonio Soto, coincidieron en la tienda tres generaciones de la misma familia: su fundador, sus dos hijas y sus nietos Rafael y Kikina. Antonio Soto murió en Málaga el 31 de mayo de 1963, a los 70 años de edad.
Trayectoria
Tras la muerte de Antonio Soto en 1963, heredaron la tienda sus dos hijas: Isabel se quedó con el número 6 de la calle Granada, mientras que su hermana Concha lo hizo con el local del número 4. Concha Soto Borasteros estaba casada con Francisco Escámez García. Ambos inauguraron la nueva reforma de su local el 15 de septiembre de 1967, adaptado a los nuevos tiempos. En la publicidad afirmaban con orgullo que la guantería Soto tiene «medio siglo de tradición guantera» y que se dedicaban a la venta de camisas, bolsos, confección y souvenirs. Francisco Escámez falleció de manera prematura en 1971. Su mujer y sus tres hijos se hicieron cargo del negocio, hasta que en 1988 guantería Soto cerró sus puertas de manera definitiva.
Noticia Patrocinada
El otro local, que ocupaba el número 6 de la calle Granada, fue también reformado y las nuevas instalaciones se reabrieron al público el 20 de mayo de 1976 con el nombre de guantería Pérez-Cea. Rafael Pérez-Cea Soto (1946-2011), nieto de Antonio Soto, se había casado con Pilar Ponce Junco, que ya trabajaba como empleada en el comercio familiar. Rafael era un comerciante nato, de los que dan prestigio a su profesión, ejemplo de hombre hecho a sí mismo gracias al comercio. Estaba siempre alegre.
Todos recordamos su eterna sonrisa y cómo se abalanzaba a la puerta cuando entraba en su local un cliente nuevo, al que atendía como su fuese a comprar la tienda entera. Rafael tenía clientes fijos en todas las partes del mundo. Dominaba cinco idiomas: inglés, francés, italiano, alemán, además de español. Pertenecía a diez cofradías y fue Prior de Servitas, cofradía a la que ya pertenecía su abuelo Antonio Soto, mientras que la del Rocío era la cofradía por parte de los Pérez-Cea. En sus escaparates todos los años se exhibían unos preciosos tronos en miniatura. Todos los cofrades compraban los guantes de portador o de nazareno en su tienda. Algunos esperaban hasta el mismo Viernes Santo, en que Rafael, en su infinita bondad y paciencia, les abría personalmente su tienda y a veces ni les cobraba los guantes.
Publicidad
Tuvo un servicio a domicilio para llevar a sus clientes a casa las maletas que compraban en su tienda. Recuerdo cómo llegaba a subirse encima de sus maletas para demostrar lo buenas que eran.
Los días de Navidad y Reyes era tal el gentío que se congregaba ante su comercio, que tenían que hacer cola para poder entrar. De lo último que compré en Pérez-Cea fue un bastón para mi padre, ya enfermo, cuyo puño representa artísticamente la cabeza de un pastor alemán y que conservo como una joya.
Rafael Pérez-Cea falleció tras traidora enfermedad el 2 de junio de 2011. Su mujer Pilar estuvo, junto a su hija Belén, al frente de la tienda hasta que se jubiló el 28 de septiembre de 2014. Ese día cerró una de las tiendas con más encanto de la calle Granada, aquella por la que han pasado cuatro generaciones de la misma familia y que llevaba vendiendo guantes desde al menos 1847 de manera ininterrumpida. ¿Cuantos pares de guantes venderían en estos 167 años de existencia? ¿Llegarían al millón? Muchos malagueños apoyaron con sus visitas este centenario establecimiento hasta el mismo día de su cierre.
Publicidad
Nota: Este texto pertenece al libro 'Comercios malagueños que dejaron huella', de Fernando Alonso, que estará en librerías el próximo otoño
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión