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Foto familiar de Bonifacio Gómez junto a su hijo, primera y segunda generación de la farmacia (1913) SUR

La farmacia de Bonifacio Gómez: 134 años al servicio de los malagueños

Bonifacio Gómez Martínez nació en Granada en 1857. Tras obtener el título de licenciado en 1875, empezó a ejercer su profesión en la farmacia de Juan Bautista Canales, en la calle Compañía, hasta que en 1883 tomó a su cargo la farmacia de Alfarnatejo

Viernes, 15 de mayo 2020, 00:46

El pasado 13 de mayo cerró sus puertas de manera definitiva, tras 134 años de servicio a los malagueños, la histórica, venerable y distinguida farmacia ... de Bonifacio Gómez. La causa no ha sido el coronavirus, sino el elevado precio de los alquileres del Centro que tantos comercios no han podido soportar. La botica de don Bonifacio, sita en la calle San Juan, era la tercera más antigua de Málaga, tras la antigua farmacia de Mamely (hoy Farmacia Bustamante, en la plaza de la Merced, de mediados del siglo XVIII) y la botica de Pablo Prolongo (en la actualidad Farmacia Nestares, en Puerta del Mar, cuyos inicios se remontan a principios del siglo XIX). Su desaparición se suma al traslado a los barrios de otras históricas boticas como la de Laza, en la calle Molina Lario, fundada hacia 1907; o la de El Globo, en Puerta Nueva, aunque originalmente estuvo en la calle de La Bolsa desde 1908.

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Los inicios: 1884, en la calle San Juan

En 1884 el teniente de navío Emilio Maresca López le puso una farmacia a su hijo Emilio Maresca Serrano, de 24 años, en la calle San Juan 80 (que hoy se corresponde con el número 40). Esta botica, que solo estuvo abierta unos dos años, fue el origen de la farmacia de Bonifacio Gómez. Curiosamente Emilio Maresca Serrano es abuelo de Emilio Utrera Maresca, el actual propietario de la Farmacia Utrera en la plaza de la Constitución, la más céntrica de Málaga y heredera, en cierto modo, de la desaparecida farmacia de Pérez-Bryan, la de la cortina de Damasco, que estaba en la acera de enfrente y durante mucho tiempo fue conocida simplemente como la farmacia de la plaza. Pero no divaguemos más.

Sabemos que cuando Emilio Maresca Serrano abrió su flamante farmacia en 1884 tenía a dos jóvenes mancebos que le ayudaban. Apuntemos sus nombres: José Ortiz Moreno, de 27 años y natural de Cazorla (Jaén), y Antonio Ramos Flores, de 18 y original de Fermoselle, provincia de Zamora. Ellos dos son los primeros de la larga nómina de boticarios que atendió en esta farmacia durante su casi siglo y medio de existencia. El 23 de noviembre de 1886, Emilio Maresca López vendió la farmacia de su hijo a Bonifacio Gómez Martínez por 4.000 pesetas. Desde entonces hasta hoy esta conocida y popular oficina de farmacia malagueña llevará su nombre. Sin embargo, la botica de Bonifacio Gómez se llamaba oficialmente Farmacia de Santa Teresa. Desconocemos por qué. No es descartable la hipótesis de que la denominación se debiese al nombre de la mujer de Emilio Maresca Serrano y madre del primer propietario de la farmacia, que se llamaba Teresa Serrano.

Tomás Páez representa a la cuarta generación de farmacéuticos que ha atendidoen la histórica farmacia Francis Silva

La farmacia de Bonifacio Gómez estaba ubicada en una de las zonas más comerciales de Málaga. Pedro Temboury Saint-Paul había fundado en 1873 su conocida ferretería La Llave en el local contiguo, haciendo esquina con la calle Sebastián Souviron, donde más tarde abriría la Farmacia Crespo. En la acera frente a la farmacia de Bonifacio Gómez, en la confluencia de las calles San Juan y Cintería, estaba establecida desde 1820 la tienda de ultramarinos Prolongo, la que fabricaba el famoso salchichón de Málaga. En la calle Cintería tuvo su almacén de semillas el navarro Simón Castel Vidondo cuyo hijo, propietario de una importante fábrica de harinas, fue uno de los primeros promotores de la calle Larios. En la cercana calle Marqués tenía su sede la celebérrima Librería de Martínez de Aguilar, fundada en el siglo XVIII y madre de todas las librerías malagueñas. Editaba desde 1843 el conocido diario El Avisador Malagueño. Finalmente, para no prolongar más la lista, añadiremos que al final de la calle San Juan se terminó de construir en 1914 el espectacular y artístico edificio de los Almacenes Félix Sáenz.

Semblanza de Bonifacio Gómez

Bonifacio Gómez Martínez había nacido en Granada en 1857. Su padre, Felipe Gómez de Codes, era oriundo de Laguna de Cameros, el mismo pueblo de los Larios y de los Gómez Hermanos. Tras obtener el título de licenciado en 1875, empezó a ejercer su profesión en la farmacia de Juan Bautista Canales, en la calle Compañía, hasta que en 1883 tomó a su cargo la farmacia de Alfarnatejo, el pueblo de mayor altitud de la provincia de Málaga. Allí estuvo viviendo Bonifacio Gómez hasta que compró la farmacia de la calle San Juan a finales de 1886.

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Homenaje a Bonifacio Gómez en 1935. Albarelos de la farmacia. Detalle de la caja registradora antigua. Archivo familiar y Francis Silva

En 1889 contrajo matrimonio con Josefa de Linares Enríquez (1858-1915), matrimonio del que nacieron tres hijos. La mayor, Josefa, se acabaría casando con Antonio Mata Vergel, el de la Farmacia Mata de la calle Larios; María Manuela, sería monja teresiana; y Bonifacio, el más pequeño, del que hablaremos más detenidamente a continuación, como constatará debidamente el lector si persiste en su lectura. Bonifacio Gómez fue un hombre laborioso, honrado y afable. También destacó por su religiosidad (es fama que acudía cada día a misa a la iglesia de San Juan) y por su caridad con los que más lo necesitaban. Cuentan que cuando fue a abrir la farmacia Crespo, el nuevo farmacéutico le consultó a don Bonifacio qué hacer, a lo que este le contestó: «El sol sale todos los días para todo el mundo». En 1935 Bonifacio Gómez fue nombrado Colegiado de Honor por el Colegio de Farmacéuticos de Málaga.

Sin embargo, el bueno de don Bonifacio vio morir a todos sus seres queridos: su mujer en 1915; su hija Manuela en 1935; su hijo Bonifacio, asesinado alevosamente en 1937; y su hija mayor, Josefa, en 1944. Cuando Bonifacio Gómez falleció a los 90 años, el 23 de agosto de 1947, dejó un rastro de santidad y bonhomía, especialmente entre las clases humildes que tanto le debían. Una de sus frases por las que ha pasado a la posteridad afirmaba: «Nada hay que justifique tanto mi profesión como asistir a un enfermo, evitarle dolores y contribuir a su bienestar».

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La trágica muerte de su hijo

Bonifacio Gómez de Linares se hizo cargo de la farmacia de su padre en 1931, cuando este contaba ya con 74 años y se merecía una honrosa jubilación. En otro lugar contamos ya el episodio del asesinato del hijo de Bonifacio Gómez y la desdichada historia de la casa de muñecas: Cuando llegó la Guerra Civil muchos comercios malagueños se socializaron. En el caso concreto de las farmacias, bastantes entraron rápidamente en quiebra porque los medicamentos se acabaron, además de que los pocos que quedaban se pagaban con vales de la UGT, la FAI o la CNT que luego eran difíciles de cobrar. La farmacia de Bonifacio Gómez fue de las pocas que permaneció abierta durante toda la guerra. El 2 de enero de 1937 Málaga sufrió un bombardeo por parte de la aviación del bando nacional, que causó numerosas víctimas entre la población civil. Siempre que esto se producía, los milicianos tomaban venganza yendo a la cárcel o a los barcos prisión que había atracados en el puerto a realizar las tan temidas «sacas». Si hubieran ido a detener a Bonifacio padre o al hijo, que era una persona tan bondadosa como su padre, los comerciantes y los vecinos lo hubieran impedido porque ya sabemos que eran personas muy queridas. Así que tuvieron que recurrir a una argucia. Esa mañana una mujer llamó a la farmacia porque había que poner urgentemente una inyección de cardol a un herido. Bonifacio hijo salió corriendo con la bata y con la jeringuilla y siguió a la muchacha sin sospechar que lo iban a asesinar en el arroyo de la Pellejera, al final de calle Mármoles, en lo que hoy es la calle Arango. Tenía 41 años y dejaba huérfana a una niña.

Cuando un mes más tarde las tropas nacionales tomaron la ciudad, algunos testigos reconocieron en el cementerio de San Rafael el cadáver de Bonifacio por la bata que aún llevaba puesta. Le habían amputado un dedo para robarle el anillo de casado que, según tradición oral, alguien llegó a exhibir públicamente por la Alameda. Pero aún queda la parte más espeluznante: la historia de la casa de muñecas.

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Bonifacio había comprado a su hija como regalo de Reyes una espectacular casa de muñecas. Cuando llegó tan esperado día, solo cuatro días después del asesinato, la viuda de Bonifacio y otros familiares, tras darle muchas vueltas al asunto, decidieron entregar el regalo a su hija por la gran ilusión que tenía. Lógicamente esta ignoraba dónde estaba su padre. Aún recuerdan testigos familiares la fuerte impresión que les produjo abrir la puerta de la habitación y ver la preciosa casa de muñecas. Todavía la conserva la familia.

Siempre se ha dicho que el delator era alguien que trabajaba en la farmacia. Quién sabe. Ha pasado mucho tiempo para poder averiguarlo. Un año más tarde, en 1938, se certificó su muerte de manera oficial. Según consta en el documento, Bonifacio Gómez de Linares murió «cobardemente asesinado por las criminales hordas marxistas».

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Tercera y cuarta generación de farmacéuticos

José Manuel Páez con su hijo Tomás F. Silva

Cuando murió Bonifacio Gómez de Linares su viuda, Mercedes Álvarez Rivas, heredó la famosa botica. Durante algunos años la farmacia estará a cargo de regentes (Ricardo Franquelo Álvarez y Fernando Chacón Jiménez) hasta que su yerno, José Manuel Páez Martínez (1927- 2018) se puso al frente del establecimiento. No pudo encontrar la farmacia de Bonifacio Gómez un heredero mejor, porque José Manuel Páez recibió en el año 2015 la Medalla de Honor del Colegio de Farmacéuticos por sus 63 años de servicio ininterrumpido como farmacéutico. Estuvo despachando en su farmacia hasta el 10 de agosto de 2016 y era el autónomo más longevo de la provincia de Málaga. Desde su casa de la plaza de Félix Sáenz podía ver, ya felizmente jubilado, la puerta de su farmacia. Su hijo Tomás Bonifacio Páez Gómez ha sido la cuarta generación de farmacéuticos que ha atendido la histórica farmacia.

No podemos extendernos más hablando de la famosa rebotica, a cuya tertulia hubo un tiempo en el que acudían los comerciantes de la zona; del servicio de farmacia de guardia, que es fama que creó la farmacia de Bonifacio Gómez cuando las urgencias tocaban el timbre de su casa, encima de la botica; del fiel empleado Antonio Cantero, que estuvo trabajando en la farmacia la friolera de 52 años y conoció a las cuatro generaciones de farmacéuticos que ha tenido la farmacia de Bonifacio Gómez, y llegó a ser el decano de los auxiliares de farmacia malagueños; del almacén de especialidades que funcionó en la entreplanta y que surtía a todas las farmacias de Málaga, y que daba trabajo a 25 empleados...

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Quizá los momentos más difíciles que ha atravesado tan conocida farmacia fueron los de las inundaciones de 1907, en las que perdió el mostrador original, o los terribles años de nuestra Guerra Civil, que se cobraron la vida de su farmacéutico titular. No se quedan atrás estos aciagos días del coronavirus. Llamo por teléfono a Tomás Paéz, puesto que el confinamiento me impide acudir a su farmacia para charlar con él en su rebotica. Tomás me cuenta que en estos días el Centro de Málaga se ha convertido en el centro de una ciudad fantasma y que, por lo tanto, no va nadie a su comercio. Lo que demuestra bien a las claras que el Centro de Málaga se ha quedado sin vecinos y se ha despoblado de manera alarmante ante la pasividad de los poderes municipales, que no han tomado ninguna medida para evitarlo. Esto lo afirma uno de los pocos residentes que todavía sobreviven en el casco antiguo.

El futuro de una farmacia histórica

En cuanto Tomás Páez supo que tenía que cerrar su oficina de farmacia decidió que debía donarla a alguna institución malagueña para que el patrimonio de su botica no se perdiese ni se disgregase. La farmacia de Bonifacio Gómez es, sin duda, la más bonita de Málaga y la única que se conserva tal y como la concibió su primer propietario, manteniendo su estética original. Diariamente muchos turistas entraban a admirarla. Es la farmacia más fotografiada de Málaga. Tomás pensó que la mejor opción era que el mobiliario (obra de ebanistería fina de la segunda mitad del siglo XIX, único en su género), así como el despacho, botamen, albarelos, pesos, morteros y todo el patrimonio antiguo en general, se quedasen en Málaga para goce y disfrute de generaciones venideras.

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Tomás Paéz dirigió una carta a la Concejalía de Cultura que no obtuvo respuesta. Después de mucho insistir, se presentó en la farmacia un funcionario municipal que, tras admirar el objeto de la donación, afirmó que aquello no le interesaba al Ayuntamiento. Y es una pena porque se ha perdido la oportunidad de que Málaga tuviese en el Hospital Noble un Museo de la Farmacia, que se podría haber completado con todo el material histórico conservado de la antigua Farmacia Municipal.

La Fundación Unicaja también mostró interés por la donación. La idea era ubicarla en el Museo de Artes Populares, un museo que atesora mucho material del siglo XIX. Esta opción tenía la ventaja de que la farmacia no hubiera salido del entorno en el que siempre estuvo. Todo quedó pendiente de que un carpintero viniese a medir los muebles de la botica. Desde entonces, en la farmacia de Bonifacio Gómez no han tenido más noticias de la Fundación.

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Quien sí ha demostrado interés por esta donación ha sido el Colegio de Farmacéuticos de Málaga. Esta institución ha concebido dedicarle una sala hecha a medida en el nuevo edificio que proyecta construir en el Camino de Antequera. Para ello ya ha comenzado a retirar parte del material histórico. Los técnicos piensan que pueden tardar unos cuatro días en desmontar todo el mobiliario. Esperemos que la operación se lleve a cabo con éxito y que pronto la farmacia de Bonifacio Gómez vuelva a lucir con todo su esplendor. Ya es patrimonio de todos los malagueños.

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