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A. Quinn, en 'Barrabás'. SUR
Del actor oscarizado al escritor acometado

Del actor oscarizado al escritor acometado

Albas y ocasos ·

Tal día como hoy nacía Anthony Quinn, quien se actorizaría en la celebridad con dos premios Oscar y un Cecil B. DeMille, y moría Mark Twain, creador de Tom Sawyer y Huckleberry Finn.

maría teresa lezcano

Domingo, 21 de abril 2019, 00:15

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Anthony Quinn 21-4-1915----3-6-2001

El veintiuno de abril de 1915 nacía en la mexicana ciudad de Chihuahua Antonio Rodolfo Quinn Oaxaca, quien ya aligerado el nombre en Anthony Quinn, se actorizaría en la celebridad con dos premios Oscar y un Cecil B. DeMille. Antes de disfrutar de las mieles del éxito, Anthony conoció de primer hígado las hieles de la miseria: tras la emigración familiar a California en busca del sueño americano, el pequeño Anthony fue limpiabotas y vendedor callejero de periódicos y, ya adolescente, friegaplatos y peón de hacienda, no de aquella de la cual se asegura somos todos sino de fincas extensas y ajenas.

También boxeó durante un año, profesionalmente hablando, aunque lo retiró un K.O. en su decimoséptima pelea. Ya cinematográficamente encarrilado, su «apariencia multiétnica» (su padre era de origen irlandés y su madre descendiente de indios aztecas) unida a sus boxeadas facciones le encasillaron en papeles secundarios donde ejerció de nativo estadounidense, de mafioso italiano, de chino, de árabe, de filipino y de hispano. El primer papel protagonista le llegó al mismo tiempo que la nacionalidad norteamericana y de Hollywood saltó momentáneamente a Broadway para subirse a 'Un tranvía llamado deseo', regresando a la meca del cine para rodar, a las órdenes de Elia Kazan, '¡Viva Zapata!', y exiliando acto seguido su talento hasta Italia donde 'La Strada' de Fellini le permitió iniciar una nueva faceta interpretativa. Posteriormente encarnaría al pintor Gauguin en 'El loco del pelo rojo' y a Quasimodo en una 'Notre Dame de Paris' que por esas fechas parecía invulnerable a cualquier incendio que no fuese el denominado Síndrome de Stendhal, es decir el embobamiento extático en el que caes frente a determinadas obras de arte.

El papel que lo marcaría el resto de su vida lo representó en 1964, dando vida a 'Zorba, el griego' bajo la tutela de Michael Cacoyannis y la inolvidable banda sonora de Mikis Theodorakis, tras el cual fue prisionero rumano en 'La hora 25', bandido reconvertido en clérigo en 'Los cañones de San Sebastián' y Papa en 'Las sandalias del pescador'. Por cierto el yate del actor, el «Sir Anthony», antes de ser comprado por Quinn fue utilizado durante la Segunda Guerra Mundial como buque espía por los servicios secretos alemanes. Con los nazis hemos topado.

Mark Twain 30-11-1835----21-4-1910

Cinco años antes del nacimiento chihuahuense de Anthony Quinn, moría en Connecticut Samuel Langhorne Clemens, literariamente seudonimizado como Mark Twain. Samuel/Mark nació en Misuri dos semanas después de la aproximación máxima a la Tierra del cometa Halley y falleció setenta y cuatro años después, el día consecutivo al regreso del Halley.

Entre ambos paseos celestes, Clemens/Twain creció en un puerto fluvial del Misisipi que le serviría de inspiración para las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Tras haber ejercido como tipógrafo, Twain experimentó la llamada del río y se convirtió en piloto fluvial, meandrando Misisipi arriba Misisipi abajo hasta que la Guerra de Secesión interrumpió el tránsito fluvial y Twain se marchó con Orión, no la constelación sino un hermano talmente bautizado, viajando ambos en diligencia a través de las Grandes Llanuras y las Montañas Rocosas hasta desendiligenciar en el estado de Nevada, donde enfermaron de la fiebre del oro y se pusieron enloquecidamente a buscar pepitas hasta dentro de las truchas, aunque como no encontraron ninguna Mark pensó, voy a hacerme periodista, que escribir no se me da mal del todo.

A continuación se marchó a San Francisco y después a periplear, financiado por un diario local, por el Mediterráneo, de cuyo viaje regresó con mil ideas y unas fiebres de Malta de las que se recuperó gestando definitivamente a Sawyer y a Finn, además de a «El príncipe y el mendigo», al tiempo que iba fomentando epistolarmente su amistad con Nicola Tesla y, habida cuenta que carecía de toda visión financiera, se licuaba el peculio familiar en diversas empresas y patentes que lo dejaron más pobre que el sastre de Tarzán y más deprimido que un chimpancé en un bonsái. De la primera situación fue saliendo dando conferencias y escribiendo, además de «Un yanqui en la corte del rey Arturo», varios libros de viaje. De la segunda estaba comenzando a desmarcarse cuando su hija de veinticuatro años murió de meningitis y su nieta de un ataque epiléptico. Entre tan terribles acontecimientos, a Twain le concedieron el título de doctor honoris causa por la Universidad de Oxford y pareció que el hombre empezaba a levantar cabeza, pero entonces volvió el cometa Halley y este cuento se ha acabado. Como dijo el propio Twain: «Todas las generalizaciones son falsas, incluida esta».

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