Policías malagueños, pioneros en la lucha contra los clubes de cannabis
Un pequeño grupo de la Policía Local de Málaga comenzó a intervenir en estas asociaciones, tras lo que el Cuerpo ha desmantelado ocho de ellas en la capital
Por sus pintas, muy pocos se atreverían a decir que es policía. Ese es precisamente uno de sus fuertes, que pasa completamente desapercibido cuando trabaja ... vestido de paisano. Como aquella fría noche de la que han pasado ya ocho años, cuando una intervención rutinaria que levó a cabo con un menor que estaba fumándose un porro en la calle acabaría desencadenando una serie de intervenciones para limpiar Málaga de clubs de cannabis. Un pequeño equipo de agentes del Grupo de Investigación y Protección (GIP) de la Policía Local de Málaga se involucró de lleno en la lucha para desmantelar estas asociaciones. Por aquel entonces nadie se preocupaba demasiado por este asunto, fueron pioneros y, a base de ingenio y muchas horas de curro, no dejaron de cosechar éxitos en sus actuaciones.
Para entender su trabajo hay que remontarse a finales de 2013. Los clubs pro cannabis comenzaron a aflorar por toda la geografía española, sobre todo en el norte. En Málaga surgieron con fuerza en la capital, donde en solo unos meses se registraron varios. Se constituían como una asociación cualquiera y se apuntaban en el registro andaluz. Tenían estatutos, presidentes, tesoreros... y una apariencia legal que esgrimían alegando fines como la promoción del estudio del cáñamo o la defensa de los derechos de sus consumidores.
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Pero allí, lo que se hacía en realidad era traficar con drogas. Así lo aseguran el subinspector (entonces oficial) Francisco Castillo Florido y el oficial (entonces policía) José Luis Romero Capitán, que encabezaron ese pequeño grupo del GIP que empezó a combatir estas organizaciones y a los que el paso de los años y, sobre todo, la Justicia les han dado la razón.
La lucha de la Policía Local de Málaga contra estas asociaciones empezó con un golpe de suerte en aquella intervención con el joven que fumaba marihuana en la calle. El agente que lo sorprendió, con años de experiencia y la destreza para escudriñar en los ojos de aquel chico, le hizo cantar. «Rascó», como él mismo cuenta, y averiguó que compraba la droga en un local de la zona del Soho: «Aseguró que era socio de una asociación pro cannábica y que allí adquiría la sustancia».
El policía local no tardó en comentar el asunto con sus compañeros del GIP y la noticia no cayó en saco roto. El pequeño grupo capitaneado por Castillo y Romero Capitán se puso a investigar para averiguar lo que había detrás de la confesión del joven. Montaron un dispositivo de vigilancia en el local, mientras, por otro lado, comenzaron a buscar información sobre los clubes de cannabis.
No había muchos datos, pero descubrieron los argumentos en los que se amparaban estas asociaciones. Romero Capitán explica que esgrimían el consumo compartido como fórmula para tener grandes cantidades de droga en las instalaciones y distribuirla entre sus socios. Solo eran excusas, una tapadera para esconder su verdadero objetivo, que era traficar con estupefacientes, insiste el oficial.
La Fiscalía
Sin ninguna guía sobre cómo debían ser las intervenciones, los policías locales decidieron reunirse con el fiscal antidroga, un cargo que por aquel entonces ocupaba Gabriel Gómez -fallecido en 2015-. Romero Capitán recuerda los golpes que Gómez le daba al Código Penal y la contundencia con la que les transmitió, pese al desconocimiento que había, que, si en aquellas asociaciones se cometía algún hecho prohibido por la ley, sus fiscales acusarían y llevarían a los tribunales a los responsables.
Casi sin saberlo, aquella primera investigación del GIP estaba sentando las bases para las siguientes actuaciones de la Policía Local de Málaga. Castillo señala que se hicieron numerosas vigilancias en el local del Soho y que, policías vestidos de paisano, pararon a algunos de los socios que salían del club: «Se les pillaba con la sustancia, mayoritariamente marihuana, y nos contaban que acaban de adquirirla en la asociación. Otros compradores ni pertenecían a la asociación».
Con estas informaciones decidieron intervenir en el club. Aquella primera actuación tuvo lugar a finales de enero de 2014 y detuvieron a tres personas. Castillo cuenta que pillaron más de un kilo de marihuana y 200 gramos de hachís. «Tenían hasta cartas, como las de los bares, con las diferentes variedades de maría que ofrecían», precisa.
Redes sociales
Durante la operación, Romero Capitán recuerda como el que era el tesorero de la asociación hizo un comentario: «Porque no miráis en las redes, si no os ibais a enterar de la que hay montada». Ese fue el hilo del que decidió tirar el grupo del GIP para continuar con las pesquisas.
El oficial comenzó a investigar las redes sociales y descubrió que, a través de ellas, «había una captación masiva de compradores de droga». Los clubes de cannabis se movían en ellas y, gracias a su análisis, lograron desmantelar cuatro asociaciones más en solo dos años.
No era una tarea fácil. Los policías indican que los responsables de los clubs se sentían impunes y respaldados por resquicios legales, por lo que volvían a abrir sus puertas una y otra vez. La droga corría de nuevo por sus locales, donde los socios no dejaban de aumentar. Además, «los adoctrinaban para que tuvieran precaución con la policía».
Pero el concienzudo trabajo de los policías locales continuó. Los éxitos de sus operaciones no pasaron desapercibidos para otros cuerpos y llegaron a recibir llamadas de otras policías locales, como las de Marbella, Sevilla o Alicante, para que les contaran cómo procedían ante estas asociaciones.
Pese a que en 2016 dejaron la capital limpia, en 2018 se tuvo conocimiento de un nuevo local que había abierto en la capital malagueña. Pero la Policía Local de Málaga nunca ha bajado la guardia en esta lucha y logró desmantelar el club, después de realizar en él casi una docena de intervenciones.
La última actuación de este Cuerpo en relación a este tipo de casos tuvo lugar en 2020. Fue en un club que abrió en la zona del paseo marítimo Antonio Machado. Allí se detuvo a una persona.
El balance de todos estos años es abrumador. Las 22 intervenciones realizadas por la Policía Local han permitido desmantelar ocho asociaciones pro cannábicas, que sumaban un total de 1.350 socios. Con 39 detenciones, se han incautado unos 18.400 gramos de marihuana, que es la principal sustancia que se vendía en estos locales.
Mientras los agentes continúan vigilantes, la Justicia ya ha emitido varias sentencias condenatorias contra los responsables de estas asociaciones. Esa es la mejor prueba de su éxito y de que aquella intuición que les hizo convertirse en pioneros de la lucha contra los clubs pro cannabis no falló.
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