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Auschwitz busca acabar con los selfis y las «bromas estúpidas» de sus 2 millones de turistas

Auschwitz busca acabar con los selfis y las «bromas estúpidas» de sus 2 millones de turistas

Es el campo de concentración con más visitantes y sus responsables piden evitar selfis y gestos irrespetuosos, como caminar balanceándose sobre las vías

isabel ibáñez

Martes, 9 de julio 2019

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Es necesario pasear por Auschwitz para sentir el horror que allí vivieron miles y miles de personas? ¿Acaso no transporta a aquel infierno, solo por poner un ejemplo, la película 'Amén' (2002, Costa-Gavras)? En ella, basada en una historia real, un ingeniero y oficial de las SS es engañado y utilizado por los nazis para surtir de gas a los campos de exterminio, hasta que conoce la terrible verdad y lucha sin descanso por detener aquella infamia;la escena del protagonista mirando por un agujero lo que ocurre dentro de las 'duchas' de Treblinka, en la Polonia ocupada –un primer plano de perfil donde el ojo nos hace partícipes, sin mostrar nada más, del desgarro que se produce en el interior de aquel hombre–, hunde sin remisión al espectador en una angustia vital que no desaparecerá fácilmente. ¿No nos valen el resto de películas, los libros de Historia, las dolorosas fotografías de la época, los documentales, las novelas...?

Un debate interesante, aunque es un hecho objetivo que no hay un turista igual a otro y que, del mismo modo que algunos piensan que no podrían soportar poner el pie en un lugar donde se ha generado tanto sufrimiento, otros creen que es la mejor manera de llegar a comprender la tragedia en toda su dimensión y, de paso, obtener alguna enseñanza para que todo aquello nunca vuelva a repetirse. También hay quien es capaz de sacarse un selfi poniendo morritos con las chimeneas de los hornos crematorios de fondo, lo que a muchos puede parecer una grave falta de respeto, aunque sea casi con toda seguridad producto de la inconsciencia o la inmadurez. ¿Cómo juzgar si se siente de verdad o no lo que allí pasó? En el caso de que ese análisis sea necesario. De cualquier manera, hablamos de un viaje sin retorno, porque uno sale de allí distinto a como entró.

Es posible visitar Auschwitz, y así lo hacen miles de turistas, al igual que ocurre con otros campos de concentración donde los nazis dieron rienda suelta a su inhumanidad. Pero son estas instalaciones situadas en Oswiecim, a 43 kilómetros de Cracovia (Polonia), las que encabezan el 'ranking' de campos visitados, un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por ser uno de los lugares que mejor simbolizan el Holocausto, en base al más de 1,1 millones de niños, mujeres y hombres asesinados en él.

En 2018, fueron 2,15 millones los turistas que atravesaron la verja que daba la 'bienvenida' a los prisioneros recién llegados con la tristemente famosa frase 'El trabajo te hace libre' –esta cifra se situaba en 2001 en 492.500, y en 2015 en 1,5 millones, un crecimiento espectacular–. De los visitantes del año pasado, la mayor parte fueron polacos (405.000), seguidos de 281.000 británicos, 136.000 estadounidenses, 117.000 italianos y 95.000 españoles, que se sitúan los quintos, por encima de los alemanes (76.000). El próximo año, el 27 de enero, se conmemorarán los 75 años de su liberación, con eventos especiales que, sin duda, atraerán más visitantes. Alejados están campos como Dachau (Alemania), con unos 800.000 visitantes anuales, y las 200.000 personas que se interesaron por Majdanek, en Polonia, cerca de la frontera con Ucrania.

Cámara de gas y hornos

Civitatis es una empresa que vende online actividades, excursiones y visitas guiadas en español, y ofrece el viaje a Auschwitz (visita desaconsejada por su crudeza para menores de 12 años) en diferentes modalidades; entre ellas, la más económica, un tour guiado por 42,30 euros que publicitan así en su web: «Recorreremos Auschwitz I, construido inicialmente para albergar prisioneros políticos. Nos adentraremos en los bloques carcelarios para descubrir su increíble historia y sus atroces exposiciones. Aquí conoceremos las infelizmente populares 'celdas del hambre', donde murieron de inanición cientos de presos. También sufriremos uno de los puntos más sobrecogedores de la visita, el acceso a la cámara de gas y a los hornos crematorios, los únicos que continúan en pie después de la guerra. Luego nos dirigiremos en autobús a Auschwitz II-Birkenau, construido como campo de exterminio para llevar a cabo 'la solución final al problema judío'. En esta 'fábrica de matar' visitaremos los barracones, las letrinas, las vías del tren, el estanque de las cenizas y los restos de los hornos crematorios y las cámaras de gas que los nazis destruyeron antes de la huida para ocultar los acontecimientos».

Responsables de la empresa explican que este es el campo de concentración más demandado por sus clientes, seguido de los de Sachsenhausen y Dachau, ambos en Alemania. «Solo en 2018, vendimos 30.000 visitas a Auschwitz, y el crecimiento es constante año tras año, con un incremento que llega a ser del 30%».

– ¿Cómo es la respuesta de los visitantes? Han tenido mucho eco los selfis que se hacen algunos en actitudes cuestionables...

– No es lo habitual. En general, se visita mostrando el máximo respeto por lo que ahí sucedió. De hecho, es infinitamente más habitual ver a gente pasarlo mal al conocer la historia del campo de concentración que con actitudes poco respetuosas. En la era de los 'smartphones' y las redes sociales, no se puede controlar al detalle el tipo de fotos que pueden o no hacerse. Es como poner puertas al campo. No obstante, en todos los tours se pide respeto y, afortunadamente, son excepciones las personas que no tienen la sensibilidad de respetar el lugar en el que se encuentran.

Pese a todo, los responsables de Auschwitz han pedido recientemente a los visitantes que no se fotografíen balanceándose sobre las vías por donde llegaban los trenes cargados de personas para afrontar su tortura y muerte, pues son muchos los que se retratan así. «Cuando vengas al Museo de Auschwitz recuerda que estás en el lugar donde más de un millón de personas fueron asesinadas», reclamaron en su cuenta de Twitter.

«Bromas estúpidas»

«Los selfis están bien siempre que no te comprometan a ti o a los que te rodean –opina el treintañero Miguel Egido, autor del blog de viajes diariodeunmentiroso.com, donde recoge en una amplia entrada su visita a las instalaciones de Auschwitz–. Y en este caso, sobran. Antes de hacerse un selfi ahí, la gente debería pensar en cómo les sentaría si a sus padres les hubieran asesinado y la gente fuera a hacerse autofotos al nicho».

Pawel Sawicki, del Auschwitz Memorial, admite que hay casos en que se toman «fotografías inequívocamente inapropiadas, ya que también hay casos de comportamiento inapropiado». Sin embargo, aclara, dentro de los dos millones de personas que van al Memorial cada año, suponen tan solo anécdotas, aunque muy visibles: «En esos casos, los autores tomaron las imágenes por diversión, sin ser conscientes del lugar donde se encontraban, y algunas veces el sitio del antiguo campo se usa como escenario para bromas estúpidas. Tales imágenes, así como ese comportamiento, definitivamente faltan al respeto a la memoria de las víctimas del campo. Y aunque son pocos, tenemos la obligación de reaccionar. Alrededor del 80% hace el recorrido con guía, y este se ocupa de sensibilizar al visitante sobre el lugar donde se encuentra. También reaccionamos a la publicación de imágenes inapropiadas en internet, contactando con los autores o tratando de crear conciencia y discusión».

«Los libros o películas no te hacen entender o sentir las mismas cosas», dice un visitante

Auschwitz entraría dentro de eso que se ha dado en llamar 'turismo oscuro', atraído por lugares donde la tragedia, el crímen, la delincuencia... fueron protagonitas o lo siguen siendo. Para Pawel Sawicki, las motivaciones de los visitantes de este campo de concentración son muy diferentes y complejas:la mayoría llegan como parte de programas educativos, algunos vienen por conexiones familiares, para otros se trata de un peregrinaje religioso y hay quien quiere conocer la historia de Auschwitz o el Holocausto. «También hay personas que son solo turistas y que nos visitan porque su guía les dice que Auschwitz es un punto importante para visitar mientras está en Cracovia y se acercan sin mucha preparación –agrega–. ¿Cuántos vienen aquí como resultado de cierta fascinación por lo macabro? Es imposible decirlo, pero creemos que no es la motivación dominante».

Imagen principal - Auschwitz busca acabar con los selfis y las «bromas estúpidas» de sus 2 millones de turistas
Imagen secundaria 1 - Auschwitz busca acabar con los selfis y las «bromas estúpidas» de sus 2 millones de turistas
Imagen secundaria 2 - Auschwitz busca acabar con los selfis y las «bromas estúpidas» de sus 2 millones de turistas

El lugar más tenebroso

– ¿Por qué se decidió a visitar Auschwitz Miguel Egido?

– Es parte de la Historia de la Humanidad. Los libros de texto, los documentales o las películas no te hacen entender ni sentir las mismas cosas que escuchar la historia en el sitio. Hay quien piensa que este es un tour morboso, innecesario. Se suele incluir la visita a Auschwitz bajo el paraguas de 'turismo negro', pero no se trata de eso. Se trata de que lugares como este tienen que seguir abiertos al público con objeto de que el ser humano entre de una vez en razón y atrocidades como esta nunca vuelvan a ocurrir, ya que parece que la Historia a muchos no les dice nada. Es incluso una visita necesaria para adolescentes, nuestro futuro.

La visita guiada es larga, y la cantidad de información, hechos, contextos históricos, historias personales... que se aportan a los visitantes, muy abundante. «A menudo –explica el portavoz de este campo histórico– observamos que el estado de ánimo en el grupo que comienza la visita cambia profundamente después de que finaliza». Eso es lo que le sucedió a Egido:«Las montañas de zapatos y pelo de judíos me dejaron KO. Sentí que el ser humano es el peor ser vivo sobre la Tierra».

La opinión de otros turistas como él no es muy diferente: «La visita a Auschwitz es una de las experiencias que más me han marcado y que más me han hecho reflexionar sobre la crueldad de los hombres». «Es el lugar más tenebroso al que jamás he ido y creo que iré, pero siempre tuve la curiosidad de ver lo que hicieron esos...». «La parte más impresionante es el interior del horno crematorio. Es realmente angustiante y sobrecogedora. ¿Por qué?¿Qué llevó a tal locura y sinrazón?». Lamentablemente, la visita no incluye respuestas.

El metro del Bronx en 1981, cuando resultaba difícil encontrar un hueco sin grafitis y la presencia policial era habitual en un barrio castigado por los problemas, como se ve en esta famosa foto de Martha Cooper.

¿Se atreve con el lado salvaje?

Es difícil hacer una definición exacta del 'turismo oscuro'; simplificando, es el que se dirige hacia aquellos lugares con un pasado o presente que tienen que ver con el peligro, la muerte, la tragedia, el crimen, la delincuencia y otros aspectos inusuales o extraños. Auschwitz suele figurar en el primer puesto de las listas de este tipo de destinos, que incluyen a Chernóbil, Hiroshima, la Zona Cero de Nueva York, el genocidio de Ruanda, la cueva Tham Luang, donde quedaron atrapados doce niños tailandeses...

SURiniciará –tras esta presentación sobre los campos de concentración– una serie llamada 'Caminando por el lado salvaje', que viajará cada domingo –a partir del día 14 y durante ocho semanas– a uno de estos destinos, cada vez más en boga. Como los que se internan en el Bronx esperando encontrar algo de aquel barrio que en los 80 y 90 pocos osaban pisar, hasta los que se atreven con el peligroso vecindario de Tepito (Ciudad de México), con su culto a la Santa Muerte, pasando por Chernóbil, que, tras la emisión de la serie de HBO, ha experimentado un incremento del 40% en su turismo con respecto a 2018.

¿De dónde nace este interés en algunas personas que otras nunca desarrollarán? Se habla de aprender Historia, reflexionar sobre el sentido de la vida y no olvidar el pasado. También el morbo. «Sería reduccionista decir que quienes lo hacen buscan únicamente recrearse en lo sórdido –explica Celia Arroyo, psicóloga y directora de Augesis–. Se me ocurren varios motivos; el más obvio, la curiosidad. Vivimos en una sociedad que tiende a ocultar y negar lo doloroso, lo feo, lo injusto, y gira en torno a un ideal de belleza y felicidad. Cuando somos conscientes de que existe esa parte 'oscura', es normal que sintamos curiosidad. En la cultura anglosajona, aún es corriente visitar cementerios, y Auschwitz, Chernóbil o Fukushima no dejan de ser probablemente los cementerios más terroríficos de nuestro imaginario». Añade que los campos de concentración son lugar de peregrinaje, de honrar a los muertos, para conectar con la memoria de ese dolor. «Otra de las motivaciones está relacionada con enfrentarnos a nuestros propios temores desde un contexto de seguridad», agrega.

El alemán Peter Hohenhaus es autor de todo un tratado sobre el tema en www.dark-tourism.com- Ha visitado 700 de estos destinos y exhibe una «aversión» al turismo estándar, «especialmente las playas». «Cuando era niño, mi padre solía llevar a la familia, a veces solo a mí, a lugares que hoy clasificaría como algo oscuro, o al menos inusual o extraño...», dice. Minas abandonadas donde trepar a la maquinaria y las vagonetas; el puerto de Hamburgo en sus zonas más apartadas, entre grúas y desguaces... «Pero especialmente me impresionó cuando nos llevó a lo largo de la frontera entre las dos Alemanias, donde exploramos casas abandonadas, y la experiencia más dramática: conducir y caminar por la antigua autopista Hamburgo-Berlín, en desuso y en muy mal estado. La superficie, llena de baches y agrietada, salpicada de escombros, se extendía hasta donde podía ver el ojo. Una visión que nunca olvidaré».

Hohenhaus aborda en su web las cuestiones éticas que apuñalan este concepto, como el soporte a regímenes totalitarios cuando se viaja a países de este tipo, o la indignación que causaron los visitantes que acudieron a Nueva Orleans nada más pasar el 'Katrina' para retratar la devastación. Por otro lado, este turismo puede ayudar económicamente a zonas castigadas, como Tailandia tras el tsunami... Siempre que ese dinero vaya a donde se necesita, como denuncian los vecinos de Orane, a 35 kilómetros de la central de Chernóbil, que ven pasar autocares llenos desde donde les sacan fotos sin su permiso.

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