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Cómo está el servicio

Cómo está el servicio

Mayordomo, doncella, ama de llaves, 'salus'... Lejos de ser cosa del pasado, el empleo doméstico de lujo está en auge y la demanda supera a la oferta

isabel ibáñez

Lunes, 18 de febrero 2019, 00:50

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Un anuncio en un periódico pidiendo una doncella es el germen de este reportaje. Llamando al teléfono responde un hombre que dice no poder dar detalles porque el cliente es una persona «extremadamente importante de nuestro país y pide total confidencialidad». Pero es el punto de partida para adentrarse en un terreno poco conocido y circunscrito para la mayoría de los mortales a series que reflejan épocas pasadas, como 'Downton Abbey' o aquella otra que triunfó en los años 70, 'Arriba y abajo', con criados, mayordomos, doncellas, amas de llaves, cocineras, institutrices, limpiadoras... que sirven a sus señores vestidos de uniforme y sujetos a un estricto protocolo y también a un sistema de clases bien diferenciado. Sin olvidar a Gracita Morales en '¡Cómo está el servicio!', comedia española de 1968 dirigida por Mariano Ozores donde la actriz hizo famoso aquello de «Caray con el señorito», dicho además con su peculiar voz.

Y resulta que así les siguen llamando en la actualidad, señoritos, incluso si hablamos de la cúspide de la pirámide, de los mayordomos al más alto nivel, una legión que está saliendo de prestigiosas academias y que resulta insuficiente para atender una demanda creciente, según las empresas que se dedican a hacer de intermediarios entre clientes y trabajadores. Lo certifica Juan de Dios Orozco, profesional en el ámbito del protocolo y responsable de International Butler School: «Nos llaman 10 o 12 personas al mes con intenciones reales de contratar a uno de nuestros mayordomos, no de los que cobran 1.200 euros al mes, que más que otra cosa son camareros distinguidos que la gente que recibe a los fotógrafos del '¡Hola!' quiere tener para lucir. Los nuestros cobran un mínimo de 2.400 mensuales con un contrato que no pertenece al sector del empleo doméstico, sino que es pactado. Hay casos, como algún profesional en casas mexicanas, que llegan a cobrar hasta 120.000 euros limpios al año; me refiero a perfiles a los que les piden no tener pareja, estar a su disposición los 365 días del año, tener una edad determinada...».

Cifras del empleo doméstico de lujo

  • 13.000 euros aproximadamente cuesta un curso de ocho a diez semanas para formarse como mayordomo de élite en el prestigioso centro holandés The International Butler Academy. 

Dice que a veces tardan hasta cinco meses en dar alguien que satisfaga al solicitante.«En España no encontramos gente preparada, hay un nicho importante de trabajo por descubrir –aduce–. Yes una profesión bonita en la que se puede ganar mucho dinero;no estamos hablando de 50 euros en propinas, sino mucho, mucho más». Recibe medio centenar de aspirantes al mes para emplearse, con currículos brillantes, licenciados con idiomas, «pero al hacerles el test psicotécnico ¡les falta actitud! Porque buscamos una especial predisposición, un deseo de agradar a personas exigentes irascibles a veces, que sepan adaptarse a un entorno hostil. Gente que se enfada si le haces malgastar cinco minutos porque puede suponerle perder miles de euros, prestigio, imagen... Como que un mayordomo coloque una condecoración en el uniforme que no es. No es solo servir el té y vestir chaqué, sino saber moverse por el mundo al más alto nivel».

También mayordomas

Su escuela forma a «profesionales para hoteles de lujo y gran lujo, resorts del Caribe con cincuenta mayordomos para diferenciarse, también para grandes propiedades y yates privados». Y si todo va bien, es decir, si la relación señorito-mayordomo se asienta, la empresa percibe un porcentaje del sueldo anual que prefiere no concretar. Porque la relación no siempre va bien; hay muchos que se echan para atrás cuando conocen al contratador: «No aguantan su carácter o no pueden seguirle el ritmo, porque llegan a casa a las tres de la mañana y madrugan a las siete».

Este militar de carrera dedicado al protocolo tiene una «concepción actualizada de los servicios de mayordomía adaptada al siglo XXI, que se asemeja más a un jefe de equipos que lleve la administración de varias casas o acompañe a dirigentes por todo el mundo que al tradicional mayordomo que imaginamos». Por cierto, confirma Orozco que también hay mayordomas, a su juicio, incluso mejores a la hora de gestionar, y que cada vez son más: «Los países árabes las prefieren», precisa, en referencia a que el hombre de la casa quiere a su esposa rodeada solo de mujeres, una curiosa forma de llegar a la igualdad en el empleo a través del machismo.

«El mayordomo debe agradar a personas a veces irascibles, adaptarse a un entorno hostil»

«Crecen los clientes venezolanos y mexicanos, y los que piden personal para barcos de lujo»

«Pedimos que nos equiparen al resto de trabajadores en todos los ámbitos»

Pero no solo hablamos de mayordomos. Domestika International es una de las sociedades dedicadas en España a ofertar servicios domésticos con el 25% de su demanda centrada en hogares de alto poder adquisitivo. Aunque hay otras empresas, pero es llamativo que, intentando contactar con varias de ellas, resulte casi imposible conseguir que respondan al teléfono ni devuelvan los mensajes. «Estamos hasta arriba», dicen. Sí responde Marta Medina, responsable de Domestika International, que, con varias franquicias, confirma la tendencia al alza de este sector del lujo: «Hay más demanda que oferta.Recibimos quince o veinte solicitudes diarias para trabajar en Madrid, pero, tras el proceso de selección, nos quedamos con cinco que sí valen... Antes había más clientes españoles, pero cada vez son más los extranjeros que requieren este tipo de personal, mexicanos y venezolanos acostumbrados en sus países a tener muchos sirvientes, rusos en Ibiza y Marbella... Y están aumentando las solicitudes de barcos de lujo en Baleares». Respecto a las candidatas, abundan las ucranianas y georgianas, aunque también hay quien prefiere españolas o latinas.

Lo que su empresa ofrece son doncellas, mayordomos, cocineros, limpiadores, chóferes, jardineros... La doncella, por ejemplo, debe ser «muy educada y discreta», y ocuparse del desayuno, de atender la mesa (si no hay mayordomo), arreglar el dormitorio de los señores y su ropa, recibir a las visitas... «Las buenas tienen cierta edad, les ha dado tiempo a aprender el oficio, y hay mucha gente que las prefiere tradicionales; es decir, que sepan servir muy bien la mesa, limpiar la plata... Es gente acostumbrada al servicio de otras épocas», agrega.

Excesos

Si hay doncella, en la misma casa suele haber cocinera y limpiadora. En el caso del 'matrimonio doméstico', él hace de chófer, va a los recados y se ocupa del mantenimiento, mientras la mujer se encarga de las tareas del hogar o de que las personas que lo hacen cumplan. También se solicitan 'nannys' o institutrices para los niños, y emerge la figura de las 'salus', enfermeras tituladas –suelen ser españolas– para ayudar a las madres recién paridas a cuidar de sus bebés durante la noche las primeras semanas de vida, trabajo por el que pueden ganar hasta 5.000 euros mensuales.

Reivindicaciones

  • El servicio de lujo es una parte residual del total de trabajadores domésticos, pero todos –menos los mayordomos de alto nivel– están sujetos a las condiciones del sector, al que no se le reconoce el derecho a cobrar paro. Lorea Ureta, de la Asociación de Trabajadoras del Hogar de Bizkaia (ATH-ELE), recuerda sus reivindicaciones: «Equiparación con el resto en cuanto al estatuto, Seguridad Social, salud laboral... No recibimos ayuda por reducción de jornada o excedencia. Y falta cumplir lo que sí está legislado, una jornada de 60 horas semanales (40 fijas más 20 presenciales) y un salario mínimo que se incumplen en muchos casos». Si se lograra esto, se acabarían las jornadas maratonianas de las personas dedicadas al cuidado de mayores, labor de la que, considera, «deberían encargarse las administraciones públicas».

Hay que hablar también de excesos; una doncella que prefiere mantener el anonimato recordaba su estancia en una casona a las órdenes de un hombre de 80 años en activo al que además de las cosas pactadas, incluso las más exigentes, como abrirle la cama, atarle los cordones de los zapatos, darle la crema en la cara... a las tres de la mañana la despertaba para que le preparara una tostada. Marta Medina reconoce que esto existe, pero que ella se ocupa «tanto de que los clientes estén satisfechos con el servicio como de que los trabajadores no tengan que afrontar este tipo de cosas».

Preguntaron una vez al actor Gordon Jackson (Escocia, 1923-1990), el pelirrojo mayordomo de la serie 'Arriba y Abajo', si podría desempeñar ese papel en la vida real: «Sería completamente imposible que siempre accediera a todos los deseos de los señores y estuviera de acuerdo con ellos». Una cosa queda clara, que para esto del servicio hay que servir.

Mari Luz Rodríguez y Julio Ortega (Madrid), 'matrimonio doméstico': ama de llaves y mayordomo

«Te piden una camilla o un velero y has de conseguirlo... ya»

Mari Luz Rodríguez y Julio Ortega, con su uniforme de trabajo.
Mari Luz Rodríguez y Julio Ortega, con su uniforme de trabajo. R.C

Juntos forman lo que en el argot se conoce como un 'matrimonio de servicio', aparte de que efectivamente lo son. Mari Luz Rodríguez y Julio Ortega, 49 y 53 años, respectivamente, ambos madrileños y en este tipo de empleos desde hace una década (antes trabajaban en empresas de limpieza, como encargados). El cometido de esta figura del 'matrimonio doméstico' puede variar mucho dependiendo del tamaño de la casa, del número de empleados que tengan..., en definitiva, del poder adquisitivo de la familia. Ahora mismo acaban de hacerse cargo del cuidado de una vivienda vacacional en Cataluña; habitan un piso de 150 metros cuadrados dentro de una finca presidida por una gran casona ahora vacía, que recibe la visita de sus dueños por temporadas. En este caso, él se ocupa de los recados, los jardines, de coordinar a los profesionales que acuden para reparaciones varias... Mientras, ella se encarga de la limpieza y el mantenimiento.

La cosa cambia cuando llegan los propietarios y hay que atenderles a ellos, los niños, la comida... En otras ocasiones han trabajado en hogares con varios miembros del servicio doméstico, y aquí Julio hace las funciones de mayordomo, teniendo a sus órdenes a su propia mujer, al cuerpo de limpiadores, cocineros, jardineros, doncella, institutriz... Hasta ocho personas ha llegado a coordinar. Y con el protocolo exigido. Mari Luz es entonces ama de llaves, cuidando el trabajo de las personas dedicadas a limpieza y cocina, además de atender a las visitas y los dueños de la casa. «A veces, cuando trabajadores que vienen a hacer reparaciones ven el nivel de la familia, quieren cobrar de más, hacer cosas que en realidad no son necesarias, inflan los precios, y tienes que estar ahí para que no suceda».

No cuentan mucho, firman una cláusula de confidencialidad: «No decimos ni dónde hemos estado ni lo que hemos visto ni oído. Vivimos de esto y está en nuestro currículum. Debes ser visible cuando quieren y también invisible, saber cuándo debes estar y cuándo retirarte. Los responsables de todo siempre somos nosotros, de lo que se hace y de lo que no se hace, respondes por todas las personas a tu cargo. Y nos convertimos en 'conseguidores'; una vez nos pidieron una camilla para darse un masaje en menos de media hora. En otra ocasión, vinieron invitados y en la cena decidieron que por la mañana querían ir a navegar. Pues conseguimos un velero durante la noche, con su patrón y comida a bordo».

«En este trabajo ves de todo –desvela Mari Luz–, casos en los que se aprovechan de la necesidad de las personas, contratan a gente sin formación para ahorrar dinero y abusan pagando un sueldo mísero al que trabaja 14, 18 horas, y ni siquiera libra. Emplearte con una empresa da garantías, y más en casas que valen millones de euros». Recomienda sentirse a gusto en el hogar elegido: «Si no hay conexión o estás incómodo es mejor marcharse, lo notas en la entrevista por cómo te hablan o lo que te ofrecen. Hemos dicho 'no' varias veces. Hay que guardar las distancias, el respeto y la educación por ambas partes». Sus condiciones no son malas, admiten: «Podemos sacar entre los dos de 40.000 a 50.000 euros limpios al año».

Daniel Sierra (Francia), mayordomo

«En la academia te machacan para crearte un caparazón»

Daniel Sierra, en uno de sus empleos en China.
Daniel Sierra, en uno de sus empleos en China. R.C

Daniel Sierra, nacido en 1972 en Francia de padres españoles, es uno de esos mayordomos de nueva hornada preparado para atender las casas más elitistas entre la élite; en China, Grecia, Baréin... y ahora en Suiza, donde gana unos 6.500 euros mensuales. Trabajaba en una auditoría hasta que, con 34 años, quiso cambiar de vida y se colocó en el mercado inmobiliario en Sotogrande (Cádiz). Pero llegó la crisis en 2008 y marchó a Madrid a dirigir la expansión de una franquicia... «Nada de eso me gustaba. Yo tenía el gusanillo de preocuparme por la gente. Había sido profesor de inglés, francés y español y también había estado en campamentos con niños. Y un día en internet descubrí un curso para mayordomos en Holanda. Nada que ver con 'Downton Abbey', no quiero caer en ese tópico, pero siempre me habían dicho que yo era exquisito en mi educación y que conocía muchas cosas, así que me fui para allá, a una mansión de 8.000 metros cuadrados con 135 habitaciones (The International Butler Academy). Fueron diez semanas con un entrenamiento duro, te machacan para que te hagas un caparazón, porque este trabajo es mucho de sentimientos. Son muchas horas conviviendo y tienes que ver el lado positivo del jefe, porque a veces está tan ocupado que el ambiente puede resultar un tanto hostil. Sobre todo, no juzgar lo que hace. Te aconsejan que controles tus emociones, aunque yo las dejo fluir bastante. Debemos lealtad al señor, pero yo no estoy para regalarle el oído, solo mi honestidad».

Recuerda que en aquel entrenamiento les llevaron a una fiesta donde había que organizar el servicio: «Hubo un malentedido y el mayordomo principal me gritó 'cállate' a 20 centímetros de mi cara. Antes le hubiera pegado un puñetazo, pero he aprendido a controlar. Es importante mantener la dignidad. Servimos con devoción, pero hay que poner pautas, porque alguno puede intentar abusar y hay que pararle los pies elegantemente; decir 'necesito descansar, llevo desde la mañana'. Te ven tan bueno y tan correcto que a veces creen que eres imbécil».

En las casas más formales viste con traje oscuro, no negro, y corbata discreta, nunca roja, «reservada para el señorito. Por eso Trump siempre la lleva de ese color, para demostrar quién manda». Un mayordomo moderno sabe dirigir a los equipos de trabajo, cocineros, niñeras, limpiadoras, y es una espece de asistente personal. «Solo hay dos cosas a las que digo no: un hogar de fumadores y cuidar animales exóticos, como un amigo que tiene que alimentar un tigre».

Asun Hernández (Madrid), 'salus'

«Te dan al recién nacido y haces de mamá por la noche»

Asun Hernández sostiene a uno de los bebés que ha cuidado.
Asun Hernández sostiene a uno de los bebés que ha cuidado. R.C

Tiene 64 años y, durante los últimos quince, Asun Hernández, técnica en cuidados auxiliares de enfermería, ha combinado su trabajo diurno en hospitales y centros de salud con el cuidado de criaturas recién nacidas, unas cuatro por año, la mayor parte desde el parto hasta los dos meses de vida, a veces más, durante la noche. Es la figura denominada 'salus', poco conocida para la mayoría al estar ligada a un altísimo poder adquisitivo, «aunque cada vez más es un regalo que hacen las amigas o la familia a la madre reciente, para ayudarla». Un trabajo de mucha responsabilidad y conocimientos en el que, además, se paga la nocturnidad. Suelen cobrar alrededor de 5.000 euros al mes por jornadas de unas diez horas y, en principio, sin librar. Son profesionales diplomadas comoAsun, enfermeras en su mayoría, instruidas en lactancia materna, nutrición y con mucha experiencia a cuestas, que ayudan en esos primeros meses donde el cansancio y el desconocimiento llevan a los padres al límite de sus fuerzas.

«Al principio hay gente que desconfía y te vigila mucho, hasta que se relajan. Y hay mamás que no quieren quedarse solas ni un día, porque no saben, están asustadas. Y llegas tú y haces de mamá por la noche, las liberas, les damos el biberón, aunque la mayoría prefiere dar el pecho, y entonces se los llevas a la cama o las despiertas para que se levanten. Muchas se sacan leche por el día y así tú tienes para darles por la noche. Después te vuelves a llevar al bebé a tu habitación y allí le sacas el aire y le abrazas, le acunas hasta que se duerme oyendo tu corazón. Hay mucho intrusismo en esto, y eso puede resultar un poco peligroso, sobre todo ahora que está en auge», advierte Asun.

Tras trabajar gracias a contactos que le informaban de familias demandantes, Asun empezó a hacerlo para Domestika International. «Muchos no saben de qué va esto; cuando les cuento lo que hago, me dicen 'vaya madres', pero si te lo puedes permitir... Ellas saben que su bebé está bien cuidado y descansan para estar muy bien durante el día». Lo primero es conocer a los padres y cómo desean que críe a su hijo, «si quieren que le enseñe a dormir distanciando las tomas cuando son más mayores, si prefieren que no les tengas en brazos... Enseño a coger el chupete, ayudo con la lactancia... Hay de todo, padres y madres muy implicados, otros que llegan de cenar y ni pasan a ver al niño...».

Lorena Silva (Colombia), doncella

«Debes ser muy honrada; ves joyas y como si ves horquillas»

Lorena Silva, en su lugar de trabajo.
Lorena Silva, en su lugar de trabajo. Óscar Chamorro

Llegó desde Medellín (Colombia) en 2000 con su título de licenciada en Bellas Artes y su experiencia de maestra para dar una vida mejor a su hijo adolescente tras divorciarse del padre, que no aportaba pensión. Empezó a trabajar limpiando casas por horas, hasta que le ofrecieron un puesto fijo: «Aprendí a hacer la limpieza a fondo, cocina, a ser institutriz... Aunque al principio hay que aguantar cosas. La mujer trabajaba hasta las ocho de la tarde y tenía dos niños, de 8 y 11 años, y cuando me mandaba limpiar los rodapiés y estaba agachada venían a darme con un palo y decirme 'chacha, sudaca'. Su madre lo justificaba diciendo que eran cosas de niños. Y se olvidaba de pagarme, pasaba una semana, dos... Caí enferma y decidí dejarlo», confiesa a sus 51 años.

Después hubo más casas, ya como interna, puestos de trabajo a los que accedía gracias al 'boca a boca'. «En una ocasión estuve de institutriz de dos niñas majísimas, que eran como mis hijas, fui feliz en esa casa, había un ambiente muy bueno;la madre dio a luz a la segunda y me la entregó en brazos al llegar a casa para que me ocupara yo. Ella las veía una hora al día, de cuatro a cinco, estaba muy ocupada. Yo pasaba todo el día con ellas. Pero pedí permiso para irme un par de fines de semana con un chico que había conocido y me dijeron 'mejor váyase'. Lo pase mal por dejar a las crías». Las cosas cambiaron para bien cuando empezó a trabajar para una empresa, Domestika International, después de aprender protocolo y hacer de doncella gracias al tiempo pasado en el Hotel Palace de Madrid, instruida por un veterano que se jubilaba: «Me enseñó todo, a servir, a saber estar, a ser discreta... 'Usted no hable', me aconsejaba». Así, empezó a trabajar en casas de gente adinerada, «donde te encuentras joyas por el suelo como si fueran horquillas.Por eso debes ser muy honrada; tienes tu sueldo y sabes que vas a estar bien».

«Trabajo con uniforme, sin maquillar, con el pelo recogido. Hay que estar ahí, pero sin que se note, y tratando de usted». La doncella, que suele ser interna, sirve el desayuno a los señores, les prepara la ropa, arregla su dormitorio, sirve la mesa si no hay mayordomo, atiende a las visitas... Lorena trabaja del domingo por la noche al sábado a las tres de la tarde por unos mil euros al mes, catorce pagas al año. «Puede ser un trabajo muy bonito, aunque en el servicio doméstico no tenemos ni derecho a paro», lamenta.

Franklin Flores (Venezuela), cuidador de personas mayores

«A los mayores debes darles conversación y escucharles»

Frank Flores, junto a un matrimonio para el que trabaja.
Frank Flores, junto a un matrimonio para el que trabaja. R.C

Vino a España hace diez años sin intención de quedarse, pero lo hizo por la llegada de la crisis a su país, Venezuela, donde regentaba una tienda de ropa femenina. Frank Flores, 49 años, empezó entonces a trabajar en la asistencia a personas mayores en Tenerife. Ahora lleva nueve meses en Barcelona, donde de lunes a viernes dedica cuatro horas a cuidar de un hombre que se encuentra en silla de ruedas, mientras su mujer se ocupa de los cuatro restaurantes chinos que poseen:«Le aseo, le ayudo a vestirse, le saco a pasear, le doy conversación... En estos casos de alto nivel adquisitivo todo resulta más fácil, porque tienen sillas y aparatos en casa adaptados que te ayudan mucho. Y de sábado a lunes, estoy como interno ocupándome de todo en la casa de un matrimonio, aunque dedicándome en especial al marido, un señor de 95 años que está en activo, en plenas condiciones. Yo soy una especie de mayordomo que se ocupa de hacer la comida, de atenderles en todo, de lo que necesita él... Recibo a las visitas y si de repente hay que preparar un menú para 14 personas, pues también lo hago yo».

«Cuando trabajas con personas mayores –explica–, vas aprendiendo lo que se necesita en estos casos: un trato especial, un poco de psicología, dar buena conversación, escuchar... También debes saber sobre las medicaciones y cómo actuar si se presenta una emergencia, siempre adaptado a las situaciones, sin alarmar sin necesidad, tranquilizando a la persona, no llevándote las manos a la cabeza con cualquier caída que puede no ser nada...».

Frank tuvo una experiencia que le dejó marcado:estaba cuidando a un hombre en una mansión y se planteó trabajar unas horas más para sacar dinero atendiendo la llamada de una familia que quería que asistiera a su madre:«La tenían en casa en condiciones infrahumanas, en una habitación de un metro por un metro... La hubiera cuidado gratis, pero les dije que no porque estaba muy mal física y mentalmente». Salvando casos así de dramáticos, el trabajo le gusta «mucho». Dice que el trato con estas personas le aporta paz y tranquilidad. «Creas lazos fuertes, nexos casi de familia, y te sientes bien con ellos, en un entorno de amistad...». Cifra en unos 2.000 euros el dinero que gana mensualmente con estos dos clientes en las condiciones citadas.

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