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Los familiares acompañan a un ser querIdo muerto por el COVID-19 en el cementerio de La Almudena. REUTERS
Madrid, capital del duelo

Madrid, capital del duelo

Una mala ciudad para morir ·

Las funerarias están desbordadas. La comunidad, tras acondicionar como morgue el Palacio de Hielo, ya instala una segunda en la inacabada Ciudad de la Justicia

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Sábado, 28 de marzo 2020, 01:14

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Madrid es una ciudad rebosante de muertos. El efecto del COVID-19 ha sido tan devastador que el número de fallecidos desde que estalló la epidemia se ha triplicado. Nadie recuerda algo parecido, ni siquiera cuando se produjeron los atentados del 11-M o el accidente de Spanair. Si normalmente Madrid registra 100 difuntos al día, el jueves perecieron unos 385, casi todos ellos víctimas del COVID-19 o sospechosos de serlo.

«Por mucho que se sumen los crematorios públicos y privados, no hay manera de dar abasto», dice una fuente sindical del sector. «En incinerar un cuerpo se tardan cuatro horas, de manera que se amontonan los cadáveres», alega. Por esta y otras causas, algunos crematorios extremeños están incinerando desde hace días a fallecidos de Madrid. La razón no es otra que las funerarias de la capital están saturadas como consecuencia de la pandemia. Iniciativas Alcaesar, que gestiona hornos en Cáceres y Plasencia, y el Tanatorio San Lázaro, que se ocupa del otro existente en la capital del Jerte han confirmado que desde la semana pasada procuran este tipo de servicios. Otras empresas ofrecen al cliente la cremación en provincias limítrofes a Madrid como Guadalajara.

Coche fúnebre a las puertas del Palacio de Hielo.
Coche fúnebre a las puertas del Palacio de Hielo. EFE

Alberto (nombre ficticio) trabaja desde hace 32 años en empresas de servicios funerarios. «Todos estamos trabajando días libres, prolongando jornadas», explica Alberto, quien se felicita de que la Unidad Militar de Emergencia (UME) esté ayudando en el traslado de los cadáveres desde los hospitales y las residencias hasta la morgue del Palacio de Hielo de Madrid. Si no fuera por el Ejército, que dispone de camiones, habría sido muy difícil el traslado de difuntos en coches fúnebres, en el que caben dos cuerpos a lo sumo.

Para este trabajador que desempeña su labor en los Servicios Funerarios de Madrid, empresa de titularidad municipal, lo más duro ha sido ver cómo los familiares no pueden despedirse de sus muertos. «No han podido ver a sus allegados mientras estaban en la UCI. Y encima, por la complejidad de este virus, tampoco han podido estar presentes en la salas de los tanatorios. Los ataúdes con muertos de COVID-19 tienen que estar cerrados. Los cuerpos deben estar metidos en una bolsa estanca que garantice la impermeabilidad, han de estar sellados y rociados de lejía. Y el personal que se encarga de los féretros debe de tener equipos de protección especiales», asegura. Todo este prolijo procedimiento hace que el trabajo sufra muchísimos retrasos.

Dudas sobre Robles

De ahí que algunos pongan en duda la acusación de la ministra de Defensa, Margarita Robles, en el sentido de que en las residencias geriátricas los cadáveres permanecían en cualquier lado conviviendo con los residentes. «Las residencias no tienen depósitos para almacenar cuerpos», señala una trabajadora de un centro geriátrico del sur de Madrid.

«Esto es como si todos los días, desde hace ocho, se estrellara un Boieng 747 en Madrid con todosu pasaje a bordo»

A raíz de la polémica, las residencias deben comunicar 'ipso facto' a las consejerías de Sanidad de sus comunidades y a las delegaciones del Gobierno si no pueden gestionar adecuadamente la conservación y retirada de cadáveres por la ausencia de servicios funerarios disponibles.

Las salas de los tanatorios están clausuradas para evitar la propagación de la enfermedad. Aun así, el tanatorio permanece abierto para prestar atención telefónica a los clientes, mantener la cadena de seguridad en los destinos intermedios y realizar otras tareas, pero los velatorios en sí están prohibidos.

Trabajadores funerarios en el cementerio de Carabanchel.
Trabajadores funerarios en el cementerio de Carabanchel. REUTERS

El acondicionamiento como morgue de la pista de patinaje olímpica, de 1.800 metros cuadrados, ha supuesto un cierto alivio para el sector funerario. El recinto habla por sí solo del desbordamiento de estas empresas, que hace tan solo unas semanas era imposible de prever. En la Comunidad de Madrid se acumulan 2.412 muertos por coronavirus. Las edades de las personas fallecidas que han sido comunicadas oscilan entre los 73 y los 99 años. Mientras, la cifra de recuperados es de más de 5.000, según los últimos datos del Ministerio de Sanidad. Con estos datos, no extraña que los fabricantes de ataúdes «hayan tenido que duplicar su producción», según sostiene Gonzalo Amorós, director de 'Revista funeraria'.

Ni tampoco que la Comunidad de Madrid ya esté instalando una segunda morgue, como anunció anoche. Será en la inacabada Ciudad de la Justicia, en Valdebebas, en el edificio diseñado para ser la sede del Instituto Anatómico Forense de Madrid, que podrá acoger alrededor de 200 cadáveres en cámaras de conservación.

A decir de Juan Rodríguez, consejero delegado de Albia, empresa funeraria del grupo Santa Lucía, nadie podría haber previsto lo que está ocurriendo. «Esto es como si todos los días, desde hace ocho, se estrellara un Boieng 737 en Madrid, con la cantidad de muertos que ello genera. Ni el Gobierno ni Estado, ni este ni ninguno en el mundo, puede estar preparado para una avalancha así. Esto es lo que economistas llaman un cisne negro (un suceso sorpresivo de gran impacto socioeconómico)», asevera Juan Rodríguez. Desde que se desató la epidemia, Albia ha realizado 1.600 servicios funerarios. «Ya que estoy viendo en medios de comunicación y en televisión que hay empresas funerarias que están aprovechando el momento de una forma deleznable para subir precios, sí quería comunicar que nosotros, en Albia, hemos colaborado con la Comunidad de Madrid cediendo ochenta féretros para que la UME pudiera empezar a recoger fallecidos. Hemos cedido féretros, personal, hemos cedido furgones de recogida. Nosotros no vamos a subir ningún precio ni vamos a lucrarnos con este tremendo drama que estamos viviendo», aduce Juan Rodríguez.

Para la secretaria general de la Federación de Sanidad y Servicios Socio-Saniarios de CC OO, Rosa Cuadrado, «ni las empresas ni los profesionales tienen los medios y la capacidad para afrontar la pandemia de otra manera».

Después de realizar un servicio, el coche fúnebre y las instalaciones han de ser desinfectados a conciencia. Cuando llega a casa, Alberto se quita su ropa de faena y la lava a 60 grados. «Estamos vivienda una guerra, diferente a las que les tocó vivir a otras generaciones. La nuestra se libra contra un enemigo desconocido. Madrid es el frente y nosotros estamos en la trinchera», apostilla Alberto.

«Estamos viviendo una guerra, diferente a la de otras generaciones. La nuestra es contra un enemigo desconocido»

Por otra parte, la Comunidad de Madrid ha dictado un procedimiento por el que se suspenden todos los velatorios por el plazo de un mes con independencia de cuál sea la causa del fallecimiento. Hasta el momento solo estaban prohibidos los velatorios de fallecidos con coronavirus. La resolución determina que los deudos tendrán que despedirse de sus fallecidos en el destino final y no en los tanatorios, «siempre que sea posible».

Cartas de despedida

Ante la crecientes dificultades para despedir a un ser querido, los psicólogos aconsejan a los familiares que escriban cartas dirigidas al finado o incluso graben vídeos. «Cuando toda la situación pase, es el momento de celebrar un acto o ceremonia para recodar a esa persona que ya no está y pedir a todos tus familiares y amigos que te acompañen», explican los psicólogos.

Entre tanto, se suceden los testimonios de verdadera ineptitud. Según le contaron al presidente de Colegios de Médicos de Madrid, Miguel Ángel Sánchez, un trabajador de una funeraria le recomendó a un familiar que metiera dentro del coche a su allegado muerto y lo trasladara él mismo al Palacio de Hielo. Porque, de lo contrario, no descarta que se tirara el cadáver dos días en su casa.

Rosa, una madrileña que ha tenido que convivir trece horas con Petra, su suegra, de 92 años, fallecida el jueves por «posible coronavirus», se queja de la bucrocracia de la funerarias. Rosa trató de que se llevaran el cuerpo. No hubo forma sin seguro de decesos el precio superaba los tres mil euros. Finalmente pudo reunir el dinero y logró que por 3.100 euros una funeraria se llevara el cuerpo.

Responso diario en el Palacio de Hielo

Hoy será el tercer día en que un sacerdote de la Archidiócesis de Madrid oficie un breve responso en la pista del Palacio de Hielo ante las hileras de féretros con los cuerpos de los fallecidos por coronavirus que aguardan su turno para su incineración. El pasado jueves lo hizo el obispo auxiliar de Madrid, y desde entonces son curas de las parroquias de la zona los que van a ir acudiendo a realizar los responsos para acortar los desplazamientos al máximo. Protegidos con mascarilla y guantes y con un salvoconducto del Arzobispado para poder sortear los controles policiales, el sacerdote se coloca en la misma pista de hielo ante los difuntos, lee la palabra de Dios, hace unas peticiones y se despide con una oración final. Apenas diez minutos para el eterno descanso de los que han caído en esta guerra silenciosa contra la pandemia.

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