Covid, estrés y malas digestiones
El aumento de los trastornos mentales es un hecho y nada menos que el 90% de la población sufre estrés mental en la actualidad principalmente por motivos ligados al coronavirus
Nuestro aparato digestivo alberga unos 200 millones de neuronas, más o menos la cuantía que tiene un perro en su cerebro. Es nuestro sistema ... nervioso entérico (SNE). Esto es fiel reflejo de la complejidad de los procesos que se van a dar y de la necesidad de un control cercano por parte de nuestro sistema nervioso. Pero también es indicativo de la permeabilidad que tiene nuestra función digestiva a las posibles interacciones nerviosas que nos aquejen.
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Covid y estrés
Vivimos malos tiempos para la salud mental. Numerosos especialistas alertan de una marejada de fondo que solo se empezará a valorar cuando pasen las premuras más asfixiantes de la actual pandemia. El aumento de los trastornos mentales es un hecho y un reciente estudio advierte de que nada menos que el 90% de la población sufre estrés mental en las actuales circunstancias. Principalmente por motivos ligados al coronavirus, ya bien sea por miedo al contagio personal o de un familiar (44,8 por ciento) o por estar confinado (36,2 por ciento). Todo ello ha impactado en la salud de la población, aumentando el número de personas con problemas de sueño (51,5 por ciento), ansiedad (50 por ciento), irritabilidad o ira (50,9 por ciento) e incluso aquellas que comen más por culpa del estrés (28,10 por ciento), en comparación con el año pasado.
Estrés y digestión
Hemos visto la tremenda implicación que tiene el sistema nervioso en el aparato digestivo. De hecho es uno de los principales centros de fabricación de neurotransmisores. Sustancias que en gran medida regulan nuestro estado de ánimo, en especial la serotonina. La conocida como «hormona de la felicidad» tiene su mayor producción en el tubo digestivo y esta se ve alterada en situaciones de estrés, algo que tiene implicaciones a diferentes niveles:
- El más evidente, nuestra sensación de bienestar disminuye.
- Vamos a dormir peor, resulta que la melatonina (reguladora del sueño) necesita de la serotonina para poder producirse.
- Regula la sensación de saciedad y la motilidad intestinal, así que su carencia nos garantiza un aumento de la ingesta calórica y peores digestiones.
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Cuestión de tiempo
El estrés per se no es malo, de hecho se trata de un avance evolutivo imprescindible para nuestra supervivencia. El cuerpo focaliza una amenaza y pone lo mejor de sí mismo para superarla, es decir, paraliza cualquier actividad no esencial y dedica todos los esfuerzos a salir vivo del aprieto. Este «superpoder» es canalizado por sustancia como las catecolaminas o el cortisol, pero cualquier gran esfuerzo tiene consecuencias.
Que el estrés aparezca frente a una amenaza concreta y mesurable no supone ningún problema. La patología aparece cuando la sensación de amenaza es continua e intangible, esto produce la cronificación del estrés que lleva un importante desgaste asociado.
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Una serie de catastróficas desdichas
La alarma provocada por el estrés condiciona toda nuestra actividad fisiológica y la actividad digestiva e inmunitaria no son un excepción. De las principales consecuencias a nivel digestivo podemos destacar: disminución de la calidad y variabilidad de nuestra mirobiota, disfunción de la barrera intestinal, menor recuperación de la mucosa digestiva, disminución de las secreciones gástricas y de los movimientos peristálticos, aumento de la segregación de ácido clorhídrico, inflamación crónica…
Todos estos procesos tendrán consecuencias: gases, estreñimiento, diarreas, úlceras… E incluso la controvertida y cada vez más documentada permeabilidad intestinal (de la que próximamente hablaremos).
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Cuidarse a todos los niveles
Vemos que el coronavirus no solo tiene consecuencias a nivel pulmonar sino que estas se pueden extender al resto de aparatos y sistemas con especial incidencia en nuestra salud mental y digestiva. Que el considerado «segundo cerebro» se sitúe en nuestro tubo digestivo nos avisa de las importantes consecuencias que tiene no atender nuestras necesidades emocionales. Los expertos vaticinan que el estrés o la ansiedad son y serán las grandes pandemias del siglo XXI y esto condicionará todo nuestro metabolismo.
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