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Rubén Fernández Santos utiliza cómics para sus clases en el instituto de Valera de Abajo, en Cuenca. Carlos Llobregat
La letra con juego entra

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El sistema educativo se resiste a los cambios, pero hay profesores que no dejan de innovar para motivar a sus alumnos. Cuatro de ellos explican sus métodos

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Martes, 2 de enero 2018, 00:24

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Nada hay más parecido a un aula del siglo XXI que un aula del siglo XX. Cambian los decorados y el mobiliario, pero en esencia las dos clases, a pesar de los años, son espacios muy parecidos. El sistema educativo se resiste a los cambios. De hecho aún persiste el timbre para avisar de que la clase ha acabado, un método genuino de la revolución industrial. Sin embargo, no todos los profesores están anclados en la pedagogía tradicional ni en la clase magistral. En este reportaje, cuatro profesores que se rebelan contra el anquilosamiento educativo cuentan sus experiencias innovadoras, basadas en dar cabida al juego para despertar la motivación de los alumnos. No son los únicos.

Rubén Fernández Santos. Las andanzas de Lorca, Dalí y Buñuel, llevadas al cómic

¿Cómo explicar la figura de Einstein, la emancipación de la mujer y el periodo de entreguerras a unos adolescentes? Rubén Fernández Santos, de 42 años, profesor de Dibujo del instituto Duque de Alarcón, en Valera de Abajo (Cuenca), pensó que la mejor manera era por medio de un cómic. No uno cualquiera, sino un trabajo especial, que abarcara aspectos que siguen estando vigentes en la sociedad actual. Lo encontró en la novela gráfica de Javierre y Juanfran Cabrera ‘Los Caballeros de la Orden de Toledo’, un tebeo cuyo quinto tomo se publicará en breve y que narra las andanzas de Lorca, Dalí, Buñuel y Pepín Bello, entre otros. Todos ellos eran inquilinos de la Residencia de Estudiantes y sus peripecias permiten ilustrar muchos de los problemas, movimientos artísticos y fenómenos culturales que agitaron el siglo XX.

«El cómic se lee de forma amena, porque básicamente es una novela gráfica de aventuras que, a su vez, permite muchos niveles de lectura», asegura el docente y pintor. «Se dice hasta la saciedad que los chicos no leen, lo cual no es verdad. Lo que ocurre es que leen en las pantallas y chats de WhatsApp. Eso, aunque no es malo, propicia que se cometan muchos errores ortográficos. También pensamos al principio que el cómic serviría para incentivar la lectura, que a veces es vista como un castigo». Por añadidura, las viñetas ayudaban a que muchos alumnos que son hijos de inmigrantes se familiarizaran con la cultura española de una manera natural y divertida.

El éxito de la propuesta obedece a que en el propio instituto una veintena de profesores de 17 departamentos distintos se involucraron en la iniciativa. Las vicisitudes de Unamuno sirven para deslizar nociones del pensamiento del atormentado miembro de la Generación del 98. De igual modo, las correrías de Maruja Mallo dan pie a explicar quiénes fueron ‘Las Sinsombrero’, ese grupo de mujeres artistas que se destocaron en público en los años veinte, un gesto entonces desafiante que les acarreó apedreamientos e insultos.

Los alumnos, entre los 12 y 18 años, se dotaron además de un libro de bocetos en el que realizan dibujos y ejercicios prácticos. En ellos pueden crear, por ejemplo, sus propios ‘cadáveres exquisitos’, esos juegos surrealistas en los que varios autores encadenaban textos e imágenes alumbrando composiciones sorprendentes. «Ahora estamos organizando una exposición con estos cuadernos. Ha sido una herramienta que ha motivado a los estudiantes», apunta el profesor.

José Antonio Lucero, profesor de la ESO en un colegio de Cádiz.
José Antonio Lucero, profesor de la ESO en un colegio de Cádiz. R. C.

José Antonio Lucero. Los alumnos llegan con la lección aprendida en YouTube

Los chavales de la era digital ven más vídeos de YouTube que televisión. A la vista de que notaba que sus clases de Ciencias Sociales, Lengua y Literatura no eran del todo bienvenidas por sus alumnos, José Antonio Lucero, de 29 años, se propuso utilizar los recursos audiovisuales que estaban a su alcance. «La clase magistral generaba rechazo, el mismo que yo sentía cuando tenía su edad», explica Lucero, que enseña a estudiantes de 1º a 4º de la ESO en el colegio de las Salesianas de Rota (Cádiz). Decidió entonces grabar sus lecciones en vídeo y subirlas a YouTube, lecciones que salpimenta con gags y un lenguaje cercano.

Mientras ven los vídeos en su casa, a veces acompañados de sus padres, los alumnos tienen que tomar apuntes y rellenar fichas, al tiempo que pueden rebobinar si no han comprendido algo. De este modo llegan a clase con la lección más o menos aprendida. Ya en el aula, dedican el tiempo a debates, escenificaciones teatrales y actividades musicales destinadas a reforzar el aprendizaje del contenido. El profesor aplica lo que se llama clase invertida, un método pedagógico que han popularizado Jonathan Bergman y Aaron Sams, docentes que abogan por que el aprendizaje se realice también fuera del centro escolar, algo que ya es posible mediante herramientas informáticas.

Lucero, algunos de cuyos vídeos han logrado 4.000 visitas a la semana, ha traspasado los confines del colegio gaditano en el que trabaja, ya que sus lecciones también son vistas por estudiantes de Latinoamérica. El maestro no concede mucha vida a los libros de texto. «No soy partidario de su empleo diario, debe ser un material de consulta, pero no erigirse en el tótem de la educación. El tradicional manual está llamado a transformarse y adoptar un nuevo enfoque que brinde más ayuda al profesor y no tanto al alumno».

Desconfía de la «cultura del esfuerzo», un lema machaconamente repetido por algunos legisladores y pedagogos. «Creemos erróneamente que el esfuerzo se reduce a hincar los codos y memorizar. Mis alumnos se esfuerzan mucho, pero también aprenden de una forma lúdica y emotiva». Lucero, autor de la novela ‘Mariela, 1972. Un asesinato en Rota’, anima a sus alumnos a que escriban ficciones para espolear su creatividad. «Con los mejores trabajos publicamos a final de curso un libro».

Carlos González enseña Historia en un instituto de Burgos
Carlos González enseña Historia en un instituto de Burgos . A. Mingueza

Carlos González. Píldoras de Historia comprimidas en mensajes de Twitter

El Renacimiento, el arte medieval, mujeres que han hecho historia... Son asuntos que han abordado miles de libros y que, pese a su envergadura, se pueden resumir en un tuit. Siempre que se acompañe, claro está, de un enlace a un artículo o de una fotografía. Carlos González es profesor de Historia en el instituto Juan Martín el Empecinado de Aranda de Duero (Burgos). Tiene 33 años y es un usuario muy activo de Twitter, aunque no se llama a engaño y sabe de sobra que esta red social «genera un conocimiento muy superficial». Con todo, pensó que era una herramienta más que válida para instigar la motivación de sus alumnos.

Lo pudo comprobar de primera mano. Terminada una jornada dedicada a publicar tuits sobre mujeres que habían descollado en tiempos pasados, se encontró con que a las nueve de la noche un chaval de 1º de Bachillerato, un estudiante universitario, una periodista y él mismo seguían enzarzados en una sesuda discusión sobre lo que era un personaje histórico. «Los razonamientos eran de lo más interesantes. Lo más curioso es que al día siguiente, a las ocho de la mañana, cuando yo andaba todavía con sueño, me encontré con que los chicos seguían hablando de las mujeres y la historia».

En dos ocasiones han logrado ser ‘trending topic’ en España, una de ellas animando una conversación en la red social sobre las revoluciones americana y francesa. González no ha constatado un incremento del rendimiento académico, pero sí del interés de los estudiantes. «Es una actividad más dentro del curso. Tiene el inconveniente de que podemos caer en el error, sobre todo los profesores, por ser tendencia dominante». Otro efecto perverso es que la iniciativa se convierta en un mero volcado de información, en una producción industrial de tuits. El docente, profesor asociado en la Universidad de Valladolid, procura que los mensajes estén bien redactados, sin faltas de ortografía y precedido de una recopilación previa de información. El tuiteo no es en sí el objeto de la asignatura. «Todo esto requiere el esfuerzo del estudio. Mis alumnos de 2º de la ESO, 1º y 2º de Bachillerato, tienen exámenes y toman apuntes».

Juan Naranjo, con alumnos de su instituto de Mijas.
Juan Naranjo, con alumnos de su instituto de Mijas. R. C.

Juan Naranjo. Wasapear la presencia de los pueblos bárbaros en la Península Ibérica

La Edad Media fue un periodo convulso. Su comprensión cabal es difícil y puede convertirse en un galimatías. Especialmente engorroso es entender las relaciones entre los pueblos germánicos que se asentaron en la Península Ibérica tras la caída del Imperio Romano. Sin embargo, Juan Naranjo, profesor de Ciencias Sociales en el instituto Las Lagunas, en Mijas (Málaga), lo ha conseguido. Acaba de corregir los exámenes y puede darse por satisfecho. Sus alumnos saben dónde se afincaron y cómo se repartieron el territorio los suevos, los visigodos, los francos, y cómo irrumpieron en el siglo XI los musulmanes para fundar Al-Andalus. Durante un mes, los chicos de 2º de la ESO estudiaron lo ocurrido entre los siglos V al XI y en octubre hicieron un ejercicio práctico para repasar todo. Lo novedoso es que Juan Naranjo creó grupos de WhatsApp entre los chicos, que fueron asignados a cada una de las civilizaciones bárbaras que poblaron la península. «Podía haber utilizado un esquema o un cronograma, pero preferí la aplicación de mensajería porque todos la conocen. Los profesores tenemos que ser expertos en la cultura más actual».

No es la primera vez que Naranjo, profesor interino, acude a métodos innovadores para explicar su asignatura. Ya recurrió a un videojuego en el que los protagonistas vivían en la Edad de Piedra para explicar la Prehistoria. Y para ilustrar la presencia hegemónica de las redes sociales hizo que sus estudiantes vieran un capítulo de la serie ‘Black Mirror’. Es una paradoja, pero resulta que los nativos digitales adolecen de una falta de educación digital. «Dominan a la perfección Instagram o Snapchat pero tienen lagunas muy grandes en otras cosas».

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