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El hombre de los cubitos de hielo

El hombre de los cubitos de hielo

El gaditano Miguel Ángel Vázquez es el primer productor de cubitos de Europa. «Deben ser cristalinos, de buen tamaño y macizos, para que no agüen las bebidas», sentencia

ISABEL IBÁÑEZ

Miércoles, 5 de septiembre 2018, 00:24

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Aunque sus cimientos sean de hielo, el imperio que ha levantado Miguel Ángel Vázquez Gavira no tiene visos de derretirse a las primeras de cambio. Este gaditano pasó de regentar una gasolinera en el Campo de Gibraltar a convertirse en el primer fabricante europeo de un producto tan demandado en verano como son los cubitos de hielo. ¿Su secreto? «Una buena base mineral del agua utilizada y un buen tratamiento de choque de frío una vez recién producidos», revela. Su empresa, ICH (Ingeniería y Comercialización del Hielo), es la mayor factoría continental de hielo en cubitos, con una capacidad de producción de 370 toneladas al día; es decir, más de seis millones de cubitos diarios, suficientes para refrescar tres millones de bebidas.

Como suele ocurrir con las grandes empresas, Vázquez empezó casi por casualidad. Hace treinta años sólo había dos fábricas de hielo en la región, una situada en Málaga y la otra en Fuengirola. Su gasolinera estaba al final de la ruta de los transportistas de pescados y mariscos y de bloques de hielo, y cuando los camiones refrigerados llegaban a repostar, o habían vendido ya todo el hielo o éste llegaba en muy mal estado, aguado de tanto abrir y cerrar las puertas para cargar y descargar mercancía. Y de ahí surgió la idea: montar en un garaje –al más puro estilo de las 'start up' californianas– una máquina para fabricar hielo.

«Empezamos con la producción de seis máquinas modulares, que compramos a un fabricante de Cataluña –recuerda–. Fabricábamos en aquel entonces unas 1.250 bolsas de dos kilos diarias, una cantidad pequeña que repartíamos prácticamente a nivel local». Pero aquello fue solo el primer paso. Animado por el éxito, en el año 2004 tomó la determinación de instalar una nueva fábrica en el centro de España. «La razón principal era por motivos logísticos: teníamos muchos clientes allí y los costes de transporte absorbían la mayor parte del margen de beneficio. No quedaba más remedio que montar una nueva planta en esta zona para poder seguir creciendo. De lo contrario, nos quedaríamos estancados».

Buscando posibles ubicaciones en Madrid y alrededores, un amigo les ofreció la oportunidad de instalar la fábrica en Cebreros, pueblo abulense conocido por ser el lugar de nacimiento de Adolfo Suárez, el primer presidente de la democracia. Comprobaron que era una zona rica en agua tanto en calidad como en cantidad, ya que el pantano del Burguillo se abastece en gran parte del deshielo de las estribaciones de la serranía de Gredos. «Esto hace que la pureza del agua sea fantástica, lo cual ayuda a la transparencia y la cristalinidad de nuestro hielo». Todo eran ventajas:logísticamente cerca de Madrid, y con una colaboración total por parte de la Administración, tanto municipal como regional. «Entendimos que era mejor ser cabeza de ratón, la fábrica más importante de Cebreros y el mayor empleador del municipio, que cola de león, ya que en Madrid hubiéramos sido sólo una empresa más», refexiona Vázquez.

Miguel Ángel Vázquez, en su fábrica de Cebreros.
Miguel Ángel Vázquez, en su fábrica de Cebreros. Jorge Barreno/El Español

El cubito perfecto

Fabricar bloques de hielo puede parecer una tarea sencilla, pero no lo es cuando se pretende conseguir el cubito perfecto.Ese que, en palabras de Miguel Ángel, debe ser «cristalino, de buen tamaño y completamente macizo, y que vaya suelto en la bolsa para facilitar la labor al cliente». Para lograrlo no basta con echar agua en bandejas compartimentadas y meterlas al congelador. «En primer lugar cogemos el agua de la red, la filtramos y depuramos aún más de lo que lo hace el propio suministro público, y la sometemos a un tratamiento de higienizacion», repasa el empresario. «Posteriormente entra en unos grandes generadores tubulares, donde se forma el hielo mediante un sofisticado sistema de enfriamiento que utiliza como gas refrigerante el NH3, el más ecológico que existe en el mercado a día de hoy. Una vez se han formado las barras de hielo, van cayendo por su propio peso y una máquina las corta en trozos de 50 milímetros, todos iguales, que caen a una tolva de recepción. A continuación se enfrían en un túnel de congelación y se procede al envasado del producto en bolsas de dos kilos. Se agrupan en sacos de cinco bolsas, que se paletizan con robots. Los operarios nunca tocan el producto, lo que garantían aún más, si cabe, su seguridad alimentaria».

«El hielo mejora ostensiblemente cualquier tipo de bebida, pues magnifica su sabor»

Como cualquier buen bebedor sabe, los cubitos de hielo son como los copos de nieve, no hay dos iguales. Su forma, textura y características vienen determinadas por el proceso de producción: en función de éste, el cubito puede ser trapezoidal, como el fabricado por máquinas de bares y restaurantes; redondo y opaco, como el producido en prensas hidráulicas a partir de hielo en escamas; más redondeado y lleno, como el procedente de túneles de congelación; o cilíndrico y cristalino, como el que sale de la planta de Cebreros.

El logotipo de la marca, un oso polar, fue una idea de la madre del empresario, que incluso dibujó unos bocetos preliminares de la imagen definitiva. «Mi madre es ama de casa y la persona que siempre me ha ayudado y ha apostado por mis ideas y proyectos. Siempre la he tenido a mi lado, y gracias a Dios aún la sigo teniendo», se emociona Miguel Ángel, que de hielo solo tiene el negocio. En cuanto al nombre del producto, Procubitos, se le ocurrió al hijo del dueño del garaje donde empezaron a fabricarlo. «Me gustó cómo sonaba y lo cogimos, pues tampoco tenía recursos como para poder hacer el encargo a una empresa especializada».

Arrba, un operario vigila el proceso de producción en la planta. Abajo, a la izquierda, los bloques de hielo caen en la tolva tras ser cortados. A la derecha, envases de cubitos almacenados para su distribución. Jorge Barreno/El Español
Imagen principal - Arrba, un operario vigila el proceso de producción en la planta. Abajo, a la izquierda, los bloques de hielo caen en la tolva tras ser cortados. A la derecha, envases de cubitos almacenados para su distribución.
Imagen secundaria 1 - Arrba, un operario vigila el proceso de producción en la planta. Abajo, a la izquierda, los bloques de hielo caen en la tolva tras ser cortados. A la derecha, envases de cubitos almacenados para su distribución.
Imagen secundaria 2 - Arrba, un operario vigila el proceso de producción en la planta. Abajo, a la izquierda, los bloques de hielo caen en la tolva tras ser cortados. A la derecha, envases de cubitos almacenados para su distribución.

El tamaño importa

España es el primer consumidor de hielo de Europa, triplicando o cuadruplicando el consumo per cápita de países de nuestro entorno. Y nos gustan –desvela Vázquez– los bloques grandes, que aguanten en la copa sin derretirse: así, el tamaño estándar es de entre 55 y 65 gramos, mientras que en el resto del continente el usuario no es tan exigente y el hielo es más pequeño, de entre 30 y 40 gramos. «El de mayor tamaño es el mejor cubito para disfrutar de la pureza de un combinado, ya que lo mantiene frío durante mucho tiempo sin aguarlo –sentencia el productor–. El consumo de estos cubitos grandes fue una iniciativa de los barmans, pero, curiosamente, no por estas razones, sino para poner menos alcohol en las copas. Con el tiempo, el cliente se ha acostumbrado».

Con vistas a los consumidores extranjeros, Vázquez puso en marcha hace seis años en la fábrica de Cebreros una planta dedicada específicamente a la exportación, donde fabrican hielo en cubitos de 40 gramos y también hielo picado, especial para cócteles y mojitos; un producto que cada vez va teniendo mayor aceptación en el mercado. Pero su afán innovador no acaba ahí. Intentó incluso comercializar cubitos de colores, aunque admite que «no tuvo buenos resultados; los sobrecostes de fabricación no lo hacían atractivo de cara al público». El último grito en cubitos de hielo es en forma esférica, de un tamaño algo mayor al de una pelota de golf. «Por el momento se hace de forma casi artesanal. Vamos a montar una fábrica en los próximos meses para elaborar este producto».

¿Y usted con qué los toma?

– Con todo:con el gazpacho para que esté fresco, con el café ahora en verano, para enfriar picotas como postre... para todo. El hielo se ha convertido en un producto más de la cesta de la compra.

Y cuando lo pide en bares o restaurantes, ¿qué es lo que más le molesta?

– Que me pongan un cubito que no sea macizo, se derrita enseguida y tengas que estar molestándote para pedir más hielo, y además te agua la copa.

¿Se puede hacer algo para que nuestros cubitos en casa no cojan olor en el congelador?

– Solo hay una fórmula: no hacerlo en casa. Comprarlo ya fabricado en supermercados, gasolineras...

Gaditano como es, a Vázquez no le escandaliza el anatema de enfriar el fino o la manzanilla con un cubito de hielo dentro de la copa. «Cada vez lo vemos más. De hecho, los catavinos los están haciendo más anchos para que el hielo entre sin problemas. Cada vez más gente pone hielo en el cava o en los vinos blancos para mantenerlos fríos; en definitiva, el hielo mejora ostensiblemente y hace que el usuario consuma más cualquier tipo de bebida, pues magnifica su sabor».

Negocio al cubo

  • A la cabeza de Europa ICH (Ingeniería y Comercialización del Hielo) es la mayor fábrica de Europa de hielo en cubitos, con una capacidad de producción de 370 toneladas al día; es decir, más de seis millones de cubitos diarios, suficientes para refrescar tres millones de bebidas.

  • 10 kilos de hielo consume cada español al año, una cifra muy superior a la media de los países occidentales. Doblamos el consumo de los británicos, triplicamos el de los alemanes y multiplicamos por cinco el de franceses o italianos. Los estadounidenses son los mayores consumidores de hielo del mundo, aunque ellos lo prefieren picado, para hacer combinados.

  • Distintos gustos Los españoles preferimos el hielo en cubitos grandes, pues tardan más en derretirse y enfrían la bebida sin aguarla. Pesan unos 60 gramos, frente a los 30-40 gramos de los que se comercializan en otros países europeos.

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