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El revólver de Van Gogh dispara la subasta

El revólver de Van Gogh dispara la subasta

Los coleccionistas se aprestan a pujar por la pistola con el que el pintor se quitó la vida. Un campesino francés lo encontró en 1965 en un prado próximo al albergue donde murió

paula rosas

Miércoles, 19 de junio 2019, 00:50

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Aquel domingo de verano, Vincent van Gogh salió del albergue con sus bártulos de pintura justo después de almorzar. Al caer la noche, aún no había vuelto. Los Ravoux, dueños del hostal en el que el pintor se alojaba desde hacía algo más de dos meses por tres francos y medio al día, estaban sentados en la terraza del café cuando lo vieron llegar caminando encorvado, sujetándose el vientre. Sin apenas mediar palabra, enfiló la escalera que llevaba a su buhardilla. Alarmado por sus lamentos, Arthur Ravoux subió rápidamente y se lo encontró acostado en posición fetal, gimiendo fuertemente. «¡Infeliz, qué ha hecho!». «Me he disparado esta vez, no he fallado...».

Adeline, la hija del alberguista, recordaba años después la tragedia de aquella noche de verano. El artista había llegado al campo de trigo en el que pintaba su último cuadro, detrás del castillo de Auvers-sur-Oise. En algún momento de la tarde –«Vincent no precisó la hora»–, se levantó la camisa y se disparó en el pecho. El impacto lo derribó y perdió el conocimiento. El arma, que había tomado prestado a Ravoux, se le escapó de las manos. «El frescor de la noche lo reanimó. A cuatro patas, buscó su revólver pero no pudo encontrarlo», relató en una carta.

Tras dos días de agonía, Van Gogh fallecía el 29 de julio de 1890. La pequeña bala del calibre 7 que se había disparado entró en su cuerpo justo por debajo del corazón, se topó con una costilla y desvió su trayectoria hacia los intestinos, destrozando todo lo que encontró a su paso. Su amigo el doctor Paul Gachet, que había cuidado de él durante sus frecuentes crisis psicológicas, no pudo hacer nada por su vida.

El arma, 75 años perdida

¿Qué fue del arma del suicidio? Nadie supo nada de ella hasta que en 1965, un labrador que trabajaba en el mismo campo donde el pintor se quitó la vida encontró un revólver herrumbroso y se lo llevó a los nuevos dueños del albergue, muy activos en la vida cultural de Auvers y la memoria de Van Gogh. Esta pequeña pistola, que ha pasado años expuesta bajo el mostrador del hostal, será subastada mañana en París, y se estima que su precio pueda alcanzar entre 40 y 60.000 euros.

Pinceladas

  • Auvers-sur-Oise Tras pasar dos años en el sur de Francia, Van Gogh se instaló en Auvers-sur-Oise, a 25 kilómetros de París, por recomendación de su hermano Theo, que pensaba que allí encontraría la calma.

  • Buhardilla Su habitación en el Albergue Ravoux, una modesta buhardilla de siete metros cuadrados iluminada por un simple tragaluz, nunca más se volvió a alquilar tras su muerte

  • Suicidio Dos investigadores estadounidenses pusieron en duda la tesis del suicidio en 2011 y señalaron que pudo morir por un disparo accidental, una teoría ampliamente rebatida por los expertos

Pero, ¿se puede probar que ese arma, encontrada en el campo siete décadas después de su muerte, en un país que ha vivido dos guerras mundiales, es el auténtico revólver usado por Van Gogh? Los expertos de la casa de ventas Auction Art, encargada de la subasta, se basan en un libro aparecido en 2012, 'Aurait-on retrouvé l'arme du suicide?' (¿Habremos encontrado el arma del suicidio?) para certificar su autenticidad. Como si de una investigación policial se tratara, su autor, Alain Rohan, dedicó tres años a esclarecer las circunstancias de la muerte del pintor a través de documentos históricos y de un minucioso estudio científico del arma.

La descripción de la bala y de la cicatriz realizadas entonces por el doctor Gachet y el médico del pueblo, el doctor Mazery, coinciden con el calibre del revólver, «de tan solo 7 milímetros, demasiado pequeño para ser un arma militar», explica a este diario el comisario Grégoire Veyrès. El modelo, un Lefaucheux de espiga, muy popular en la época, era un arma de defensa, no concebida para matar sino para alejar el peligro, de ahí que, pese a dispararse en pleno pecho, la bala no matara a Van Gogh en el momento. El lugar en el que se encontró, en un campo de cultivo detrás del castillo del pueblo, también coincide, así como su estado: «Los estudios que se han practicado al arma prueban que estuvo en el suelo entre 50 y 80 años».

Veyrès señala el gatillo del pequeño revólver, expuesto para su subasta en la casa Drouot, sobre unas pacas de paja y junto a una reproducción de un autorretrato del artista. «Con este modelo de revólver, cuando se llevaba en el bolsillo, el gatillo estaba plegado por seguridad. Ahí está en posición abierta, lo que quiere decir que quizás se ha disparado justo antes de caer al suelo». Lo mismo ocurre con la varilla lateral, que «normalmente entra en el tambor y bloquea el sistema de rotación. Aquí tampoco está dentro, un indicio de que se ha disparado antes», señala el comisario.

Coinciden el calibre del arma, el lugar en que apareció y su estado de conservación

Por el momento, distintos coleccionistas privados internacionales se han interesado por el revólver, «que más que una pieza histórica es una reliquia de la muerte de Van Gogh», afirma Grégoire Veyrès, a quien le gustaría que el arma fuera a parar a un museo. El museo Van Gogh de Ámsterdam, que ya expuso el revólver en una exposición en torno a la enfermedad mental del artista en 2016, quiso entonces adquirirlo, pero su actual propietaria declinó entonces la oferta y prefirió la subasta.

Van Gogh tenía 37 años cuando se quitó la vida. Durante sus últimos días en Auvers-sur-Oise pintó frenéticamente, a razón de más de un cuadro al día. Pintó los campos y los cafés, las casas del pueblo y el ayuntamiento. Inmortalizó la pequeña iglesia, cuyo párroco se negó a oficiar una misa por su alma atormentada porque la vida solo podía quitarla Dios. Su cuerpo descansa en el pequeño cementerio de la localidad, junto a su querido hermano Theo, que murió apenas seis meses después a causa de la pena y la sífilis. Sobre su modesta tumba, recubierta de hiedra, nunca faltan flores.

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