Rafa Guerrero, psicólogo: «Dejemos de castigar y recompensar a los niños: son chantajes inútiles»
«Mal asunto que preocupe más las notas del colegio que las emociones de los hijos», dice el divulgador, profesor y psicoterapeuta que imparte un máster sobre inteligencia emocional en la UMA
Atiende la llamada al volante, con el manos libres puesto, aprovechando un hueco libre en su apretada agenda. Tiene el tiempo justo pero se involucra ... en cada pregunta de la entrevista como si fuera la primera vez que responde a cada cuestión. El psicólogo Rafa Guerrero, -psicoterapeuta, director de Darwin Psicólogos en Madrid, profesor de universidad y autor de libros sobre problemas de gestión emocional, trauma, vínculo afectivo y TDAH-, es un firme defensor de la educación emocional y de la psicología positiva. Aconseja huir de los castigos y recompensas que interpreta como chantajes: «los niños necesitan nuestro cariño y mirada incondicional», sentencia. El especialista, que imparte de marzo a noviembre un máster sobre inteligencia emocional en la Universidad de Málaga, aboga además por conocer en todo momento el proceso cerebral de cada etapa de los hijos así como «dar cancha» a los adolescentes que tanto suelen tensar la cuerda con los padres: «Tenemos que confiar en ellos; no ser su detective privado», afirma.
-Si algo queda claro en sus charlas o entradas en Instagram es que para gestionar el día a día con los hijos -y favorecer la conexión emocional con ellos- es imprescindible saber manejar sus emociones, ¿cierto?
-La inteligencia emocional es fundamental, sí. En primer lugar, si nos centramos en la evolución del ser humano, es vital porque primero somos seres emocionales y después somos seres racionales. El problema que tenemos es que nuestra sociedad no le da tanta importancia a la emoción pero sí a la razón, a los aspectos académicos y cognitivos. En segundo lugar es importante porque si esa inteligencia emocional no se potencia no vamos a ser emocionalmente inteligentes. Es algo que se aprende.
-Y si fallamos en ese aspecto, ¿qué pasa? ¿Qué consecuencias puede acarrear la falta de apego o vínculo emocional con los niños?
-El apego, dentro de la psicología del desarrollo es el paradigma fundamental: es un vínculo, un lazo emocional que une al chiquitín con su mama, papá o figuras de referencia. En función de cómo respondan a sus necesidades se va a desarrollar un apego seguro o inseguro. Si se conecta con las necesidades del menor (miedo, hambre, cansancio, etc) y son capaces de cubrirlas de manera suficiente, el mensaje que transmitimos al niño es que mamá y papa son sensibles, que somos importantes para ellos y les aportaremos seguridad. Si por el contrario si no se cubren sus necesidades o se ignoran o se señalan con un: «déjate de tonterías»; el niño ve que su miedo no se apacigua y aprende que no son una figura de seguridad. En estos casos hay papeletas para que sean personas con autoestima baja, vulnerables, de las que no confían ni en sí mismo ni en la humanidad. Es muy importante hablar de empatía, apego, de la conexión emocional del ser humano.
-Esa educación emocional, ¿es cosa de los padres o también debería ser labor de los centros educativos?
-Debería estar presente en todos los contextos donde se desarrolle el niño: principalmente en casa pero también en el colegio. Deberíamos ir todos en la misma dirección, llevar a cabo un desarrollo integral. Los adultos tenemos la responsabilidad de trabajar esa inteligencia emocional. Pero estamos más preocupados de los resultados académicos que de sus sentimientos o sus relaciones sociales.
-Tenemos un problema entonces si nos preocupan más las notas que su salud emocional, ¿no es así?
-Sí. Me preocupa bastante que lo importante sea llegar a Málaga y no el trayecto a Málaga; es decir, el disfrute y el aprendizaje del camino, por decirlo de alguna forma. El ámbito académico es fundamental, de eso no hay duda, pero hay una descompensación muy grande. Es como darle demasiada importancia a la alimentación y no dársela al descanso y a la actividad física, por ejemplo. Hay que alcanzar un grado medio. Lo académico es muy importante pero también lo es la parte social, la emocional, el descanso o una buena alimentación o tener momento de no hacer nada y aburrirse... tiene que existir un equilibrio. El problema es que estamos tan pendientes del humo y de poner ventiladores que nos olvidamos de lo que realmente se está quemando. No vemos la raíz.
En lo académico, lo importante no es aprobar un examen. Es que tus padres y profesores te enseñen una serie de habilidades para sacrificarte, luchar, ser perseverante... el examen de hoy es solo una oportunidad más para aprender a desarrollar esas habilidades.
-Hablamos ahora de los castigos. Supongo será consciente de que, sin ellos, muchos padres se quedan sin herramientas para gestionar situaciones de conflicto en casa.
-Todos hemos aplicado el castigo, es una cuestión generacional. Pero los padres para los que la única alternativa es la del grito, el chantaje, o el castigo, también son conscientes de que nada de eso es efectivo. La clave es ser consciente de que lo que estás haciendo no te sirve. Albert Einstein decía que si una actividad la haces siempre de la misma manera y sale mal, tendrás que cambiar algo para obtener resultados diferentes. Seguir igual no servirá para nada.
-¿Y tampoco son buenas las recompensas?
-El problema de las recompensas es que siguen siendo un chantaje. Papá no puede dejar de quererte porque no te comas las acelgas o no hagas algo que espera. Yo veo una manera de educar y tratar a los menores que me parece mucho más respetuosa que el condicionamiento duro al que sometemos a nuestros niños. Debemos dejar de castigar o recompensarlos: son chantajes que no sirven para nada. Tienes que querer jugar con ellos ya saque sobresaliente, sea sociable o no, sea homosexual, del Atletic o del Málaga. Lo tienes que querer igual porque es tu hijo y de una manera incondicional haga lo que haga, piense lo que piense. Es muy dificil pero se puede.
-¿Qué herramientas o técnicas podemos usar? Cómo los educamos entonces?
-Con mucha paciencia, con acompañamiento, con mirada incondicional, sin refuerzos, sin castigos, sin chantajes... No podemos decir eso de «si recoges el cuarto, entonces papá va a estar muy contento contigo pero si no lo haces me enfado mucho contigo». No: Nos toca a los padres recoger con ellos. Ellos no saben. Para un adulto es tarea fácil, tienes experiencia. No lo es para un niño de cinco años. Recuerdo una paciente que me comentaba que se frustraba mucho porque, por poner un ejemplo, su madre le exponía lo fácil que era montar en bici, pero ella no sabía y se sentía tonta. El primer paso es ser consciente de que lo que estás haciendo no sirve. A partir de ahí, hay opciones. A mí me gusta la disciplina positiva, la crianza respetuosa... También me gusta explicar a los padres cómo es el cerebro de los niños. Es bueno partir de la conciencia y motivación de asumir que necesitaras otras fórmulas o ayuda.
-¿Cuáles los principales fallos de los padres/madres?
-En primer lugar, los fallos vienen precisamente porque nuestros hijos son grandes desconocidos. No tenemos ni idea de quiénes son realmente ni en qué momento evolutivo están, cómo es su cerebro o cómo es el desarrollo de un bebé, niño o adolescente. Como no tenemos ni idea no somos capaces de entender ni comprender qué pasa en el cerebro de nuestro bebé de 6 meses, nuestro niño de 5 años o nuestro hijo adolescente. El primer fallo sería ese, que desconocemos cómo se desarrollan los niños y qué cosas les podemos exigir y cuáles no.
Otro fallo es el famoso acción-reacción. Queremos hacer algo que sea mágico y que el niño comprenda, por ejemplo, lo importante que es recoger los juguetes. Su funcionamiento es incluso contrario a esto: el niño no entiende las cosas a la primera. No se aprende a recoger por el simple hecho de que se lo digas. Nunca en la historia de calmarse lo ha hecho alguien al decirle que se calme. Porque no funciona así. Entonces chantajeas, criticas o señalas al niño y sale ese 'me enfado' o 'no te quiero' o 'no te hago caso'. Eso es una auténtica aberración. Si mi mujer viene llorando porque la han echado del trabajo yo no puedo enfadarme con ella: lo que necesita es un abrazo y comprensión. En el mundo adulto esto se entiende pero, cuando le pasa a un niño le maltratamos, le ignoramos, le chantajeamos. No entendemos lo que ocurre en su cabecita. El mundo adulto está muy estructurado y clarito pero los niños están en fase de aprendizaje.
-Y muchas veces a los propios padres nos falta autocontrol... ¿Por qué nos pasa esto?
-Les pedimos a los niños lo que nosotros no somos capaces de hacer. Esto ocurre porque la vida que llevamos es tremendamente estresante y en este contexto es difícil tener cierto manejo emocional en un entorno tan presionado y competitivo. También tiene que ver con que nuestros padres tampoco han desarrollado en nosotros esa capacidad de autocontrol que es una habilidad de la inteligencia emocional. Si nuestros padres no tienen inteligencia emocional no nos la pueden transmitir y entonces no la tenemos. Y así sucesivamente.
-Para terminar, ¿puede darnos algunas claves para entender o conectar mejor con los adolescentes?
-Lo primero que tienen que hacer los padres de hijos adolescentes es conocer qué está pasando en el cerebro de su hijo. Saber que se está produciendo un proceso de reorganización neuronal y cerebral. Como cuando la serpiente muda su piel. Eso provoca ese gran cambio que hace que los adolescentes los etiquetemos como impulsivos, irascibles o cambiantes de humor. Ya no es un cerebro infantil. Los padres deben formarse en este aspecto para entenderlos mejor.
En segundo lugar, mamá y papá deben pasar por el duelo del niño que han perdido y dar la bienvenida al adolescente. Este adolescente, tan grandote pero que cerebralmente es tan inmaduro, era el que hasta hace unos años venía corriendo a que lo protegieran. Pero ahora no lo va a hacer porque está en la etapa de la independencia. Está rompiendo las paredes de confort. Ahora lo que necesita no es que tú lo protejas, para eso ya tiene a sus amigos, lo que necesita de sus padres es que les den cancha, autonomía, y confianza. Ese es el gran cambio del niño al adolescente: dejar a un lado la protección y darle más autonomía de la que le dabas entonces. Confiar en él aunque a veces la vaya a liar, aunque actúe de manera impulsiva. No puedes ser el detective privado de tu hijo adolescente, tienes que confiar en él, no te queda otra. Es ver los toros desde la barrera. Antes toreabas pero ahora tu papel consiste en estar en la distancia y estar ahí para cuando lo requiera. Hacer ese duelo es difícil, pero, como ves, la clave está siempre en el adulto.
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