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Una «divertida» guillotina en casa

Una «divertida» guillotina en casa

Un millonario francés compra por 8.000 euros el macabro instrumento de tres metros de alto que antes quiso Lady Gaga

Doménico Chiappe

Sábado, 21 de julio 2018, 00:24

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En una subasta en el hotel Drouot en París, salió a la venta un objeto tan macabro como curioso: una guillotina, construida a mediados del siglo XIX. El millonario Christophe Février, a través de un agente, pujó durante dos minutos. Sin mayor oposición, llegó a los 8.008 euros para llevarse esta réplica exacta del modelo oficial francés que tantas cabezas cercenó hasta hace un puñado de años. La última decapitación en Francia sucedió en 1977, aunque la pena de muerte se abolió cuatro años después. El instrumento de tres metros de altura tenía «algunas abolladuras en la cuchilla», según el catálogo de la casa Drouot, y se encontraba expuesto en el museo de la tortura de la Cueva del Olvido, un club embargado y endeudado con el fisco, que había en un edificio del siglo XII.

El comprador, oriundo de Château-Gontier, una ciudad al noroeste de Francia y «amante de los objetos inusuales», según 'Le Parisien', logró sortear los impedimentos que se impusieron en 2012, cuando se ofreció al público la posibilidad de comprar una de estas armas ejecutorias. Aquella, que finalmente no llegó a venderse por la intervención del Ministerio de Cultura, fue utilizada en la guerra de Argelia y pertenecía a la familia de un verdugo francés. El diario 'The Local Fr' sostiene que aquella «navaja nacional», como también se le conoce, atravesó unos 200 cuellos. Tampoco se vendió otra ofrecida hace cuatro años, por la que pedían 40.000 euros.

Aunque hay referencias de su uso desde el siglo XII, la guillotina es famosa por haber sido el instrumento de los revolucionarios franceses, que diseñaron un nuevo modelo con una curvatura en la hoja, promulgaron que fuera la única forma de ejecución y le concedieron el apellido de quien insistió en su utilización, en vez de otros métodos, como la horca. Se calcula que en los primeros meses de la revolución fueron decapitadas unas 16.000 personas en la plaza de la Concordia y, durante 185 años, el «cortador patriota», otro de sus títulos, funcionó sin mayores cambios. De ahí la indignación de las organizaciones de derechos humanos cuando aparece uno de estos sangrientos artilugios para que lo compren excéntricos coleccionistas, como Lady Gaga, que perdió una puja ante un millonario ruso que pagó 220.000 euros en 2011 por esta misma guillotina que acabó en aquella casa de los horrores para turistas, al tener prohibición de sacarla de territorio francés.

La casa de subastas insistió en todo momento que se trata de una réplica nunca estrenada. «Es un símbolo histórico vinculado al patrimonio común de la humanidad», dijo Février a 'The New York Times'. «Ocupa un lugar único en la historia de mi país y está vinculado a la identidad francesa». Su próxima compra, dice este coleccionista de «raras obras de arte y autos de carrera», será un coche que perteneció a Pablo Escobar. No sabe dónde pondrá la «divertida» guillotina. No quiere que la vean sus cuatro hijos.

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