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Un grupo de visitantes se adentra en el Parque Nacional Laguna de San Rafael (Chile), para admirar sus imponentes glaciares.
Cubitos de 25.000 años

Cubitos de 25.000 años

El hielo milenario seduce a sibaritas de todo el mundo por su alta calidad. «Su pureza lo hace único para degustar un buen whisky»

Susana Zamora

Málaga

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Lunes, 7 de enero 2019, 00:15

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Fue un robo por encargo. Se trataba de una valiosísima 'antigüedad' de miles de años perdida en las gélidas aguas australes de la Patagonia chilena, de la que se encaprichó hace unos años un empresario. Allí, a medio camino entre los campos de hielo Norte y Sur, seis ladrones pertrechados como rudos pescadores navegaron hasta la orilla del glaciar Jorge Montt, en el Parque Nacional Bernardo O'Higgins, para cometer el robo del siglo. ¿El botín? Cinco toneladas de hielo milenario, desprendidos de una mole de 510 metros cuadrados, que durante tres días se afanaron en distribuir en grandes bolsas de plástico.

Allí, en el fin del mundo, en aquel paraíso inhóspito donde solo llegan exploradores y osados turistas, pensaron que su delito quedaría impune. ¿Quién iba a echar en falta unos cuantos trozos de hielo? Se equivocaron. La Policía les esperaba en Cochrane, una localidad a 2.040 kilómetros al sur de Santiago, donde el oro blanco iba a ser picado para ser servido como cubitos en copas de whisky.

Y es que el hielo milenario no es cualquier hielo. Se le conoce como el 'diamante negro', ya que, a diferencia de otros témpanos helados, su cristalina transparencia refleja la oscuridad del océano más profundo. Pero no es su aparente color lo que lo convierte en la actualidad en un producto 'premium'. Es su pureza, ya que se formó antes de que la contaminación causada pr el hombre hiciese estragos en el planeta y, también, su extraordinaria capacidad para derretirse más lentamente que un hielo convencional, dado que se fraguó a partir de los copos de nieve caídos durante 25.000 años y con el tiempo quedaron tan comprimidos que apenas dejaron aire en su interior.

Bebida '12/30'

  • Bebida El principal atractivo del hielo milenario es su pureza, ya que se formó antes de que la contaminación provocada por el hombre apareciese. También su capacidad para derretirse más lentamente

  • Precio Una empresa noruega está comercializando el hielo glaciar a entre 15 y 35 dólares por cada bebida

  • Turismo En el glaciar de San Rafael (Chile) se degusta la bebida '12/30': whisky de 12 años con hielo de 30.000.

Para algunos es simple esnobismo, pero el consumo de hielo milenario no es nuevo ni exclusivo de estas tierras australes. En 1988, el diario estadounidense 'The New York Times' ya advertía de que el comercio de hielo glaciar se estaba convirtiendo en una 'Hot new industry', en un atractivo y lucrativo negocio en regiones como Alaska. En ese estado, el hielo milenario no solo se usa para refrescar el trago, sino también para elaborar cerveza, vodka y agua embotellada. Y en ciudades como Los Ángeles y Nueva York cuentan con empresas que suministran hielo glaciar de alta calidad a fiestas exclusivas, que posiblemente termina en los vasos de famosos como Brad Pitt o Penélope Cruz.

En Saint John's, capital de la isla ártica de Newfoundland, en Canadá, los hombres cuyos antepasados pescaban bacalao ya no van a los pesqueros. Han sustituido las redes por excavadoras y los barcos, por destiladoras de vodka. Son 'pescadores de icebergs': su agua es el ingrediente principal que se usa para fabricar uno de los vodkas más exclusivos. Están convencidos de que su calidad se debe a la pureza de ese agua, diez veces menos ácida que la embotellada.

Y no son los únicos que han encontrado una mina de oro en las regiones más heladas del planeta y quieren sacar tajada. En Noruega, la compañía Svaice pretende obtener el hielo de un glaciar gigantesco y milenario, el Svartisen, al norte del país, para venderlo a exclusivos restaurantes de Nueva York, Londres y Oriente Medio. Serían los cubitos más caros del mundo, entre 15 y 35 dólares por cada bebida. Según Geir Olsen, el empresario que ha tenido la idea, el hielo glaciar es de muy alta calidad, claro y puro, y no está contaminado ni desprende ningún sabor. Todas estas características hacen único su producto.

Según los expertos, el agua despierta los aromas ocultos en las moléculas de un destilado. Por eso, cuidar la dosis es clave para no estropear un buen whisky: apenas un chorrito es suficiente o unos cubitos de hielo. Pero no cualquier hielo. «Si entre un 15% y un 25% de un cóctel es agua, que al menos sea de calidad», defienden.

Una copa en el glaciar

Pero el hielo milenario no solo seduce a empresarios avispados. En la Antártida, los militares lo pescan con grúas para paladearlo, aderezado con un buen espirituoso, en sus ratos de esparcimiento o para regalarlo a sus familiares una vez en tierra. Los turistas brindan con él en los cruceros turísticos, entusiasmados con la idea de consumir un hielo prehistórico.

Desde 1976, el 'Skorpios III', un barco de 70 metros de eslora, se adentra en el glaciar de San Rafael (Chile) para mostrar su belleza a 14 privilegiados. Este crucero de aventuras es la única vía de acceso a este espectáculo natural, con torres de hielo milenario de hasta 60 metros de altura que a veces se desmoronan con estrépito y sirven para que el 'barman' coja un bloque, lo corte en trocitos y sirva la bebida exclusiva '12/30': un whisky de 12 años con hielo de 30.000 años de antigüedad.

Pero a pesar de toda esta fascinación por el hielo milenario, las palabras del glaciólogo croata-chileno Cedomir Marangonic desbaratan en parte su mito. «Podríamos decir que se derrite un poco más lento, pero tampoco es muy diferente de uno de 20 años de antigüedad», explica. «En realidad no hay grandes diferencias, excepto en la densidad y las impurezas. El hielo glaciar tiene algunas que provienen del arrastre del viento de las partículas». Aún así, asegura, su consumo es seguro y no debería causar daños a la salud de quien los consume. Salvo a la de su bolsillo, por supuesto. Por lo demás, dice, se trata de un hielo no muy distinto al normal, excepto por el romanticismo que genera su historia.

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