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Carolina Cancanilla
A cuatro manos: Las nuevas tecnologías y las familias

A cuatro manos: Las nuevas tecnologías y las familias

Málaga en verano ·

Sábado, 21 de julio 2018, 00:36

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Los hijos son nativos digitales y los padres aún están en pañales. Las nuevas tecnologías ofrecen tantos puntos de encuentro como de conflicto.

Ana Barreales

Antes muertos que sin wifi

Para los no iniciados reproduciré una conversación tipo con un adolescente que no coge el móvil, porque la pubertad tiene esas contradicciones:estás enganchado a la tecnología, pero tienes alergia a hablar por teléfono (o por lo menos a hablar con tus padres). En muchos casos te responderán por Whatsapp:«¿Qué quieres». A lo que contestas (ya con cierto mosqueo, porque para eso le has comprado el teléfono y le pagas la línea, no para que esté en comunicación permanente con sus colegas):«Hablar contigo». Y es posible que recibas un «¿Para qué?». Llegados a ese punto la conversación escrita suele terminar en un leguaje que entienda tipo:«Llámame ahora mismo o cógeme el teléfono ya o no lo vuelves a ver en toda la semana».

Claro que hay padres muy puros, que no le dan un móvil a su hijo hasta los 18, tienen un ordenador en el salón o en el pasillo y ven la tele todos juntos. Al parecer, no pertenezco a ese grupo selecto, aunque si hago caso de lo que cuentan mis hijas «todo el mundo» (el concepto 'todo el mundo' de cuando tienes 13 años) tenía móvil antes que ellas. Tampoco me daría la vida para controlar su actividad en múltiples redes y dispositivos aunque me dedicara en cuerpo y alma a ello, así que en esto también hay que intentar prepararles para el camino (en parte desconocido), confiar en ellos (hay cosas que es mejor no saber), poner límites por edades (por lo menos de tiempo) y tener un poco de suerte tampoco viene mal.

«La pubertad tiene esas contradicciones: estás enganchado a la tecnología, pero tienes alergia a hablar por teléfono»

Hay padres que alardean de que sus hijos adolescentes llegan a la mayoría de edad sin haber probado jamás el alcohol, ni el tabaco, no practican sexo ni se lo plantean, no reclaman salir por la noche y no se pasan las horas muertas conectados a sus amigos a través de diferentes dispositivos. Habrá alguno, no digo que no, igual que también hay gente a la que le toca la primitiva. Desde luego, no son la media. El resultado es como con todo, si se les aprietan mucho las tuercas lo habitual es que mientan por acción u omisión en defensa propia. Por otra parte, quién no ha pensado alguna vez ¡Que no hagan lo que hacía yo a su edad, por Dios!

Hay que ponerse en su piel. El infierno es pasar un fin de semana sin wifi y sin cobertura de datos, porque igual que en nuestra infancia no concebíamos el mundo sin televisión ellos creen que la conexión inalámbrica a Internet es una especie de derecho fundamental de la humanidad. Antes muertos que sin wifi . Hay que apuntarse a la parte positiva de la tecnología y enseñarles, por ejemplo, que compartir es vivir, sólo que ahora se comparten datos. Y que tampoco es una ofensa tan grave que «te dejen en visto» (con la señal de haber leído un mensaje de Whatsapp sin contestar).

Al final, la realidad casi siempre acaba superándote. (Yo me las prometía muy felices cuando me negué a que hubiera tele en la cocina y en los dormitorios). Si no puedes con ellos, únete... y acaba llamando a cenar por whastapp. No hay que levantarse, y a lo mejor hasta hacen más caso.

Pablo Aranda

Los adolescentes también somos nosotros

El invierno pasado estuve en Islandia y mis hijos se dedicaron a grabar el primer géiser antes de mirarlo con los propios ojos. Contemplar la complicada realidad a través de la traducción que nos ofrece una pantalla mínima. La verdad es que nunca he estado en Islandia, aunque tengo muchas ganas, pero no me digan que la escena no es verosímil. Quizá lo menos creíble es lo de que fuera en invierno, qué frío. Hasta géiser, desordenado, es jersey. Pero íbamos a hablar de adolescentes y dispositivos, cuando los adolescentes ya son un dispositivo, con el inconveniente de que no podemos apagarlos. La tecnología es un arma de doble filo y ellos también nos apagarían a veces. Los dispositivos tecnológicos no sólo han entrado en nuestras casas sino que cuando salimos a la calle los llevamos encima. Cuando los adolescentes aún no eran adolescentes y no tenían móviles les dejábamos los nuestros para anularlos en los restaurantes. Hay bebés que agarran un teléfono que proyecta teletubbies, que por cierto estuvieron a punto de ser prohibidos en Polonia (los bebés no, los teletubbies) por el Partido de la Familia, y es que uno de ellos podría ser homosexual, que por lo visto es gravísimo para algunos. Si no se lo creen pídanle a su hijo adolescente que lo consulte en su móvil, en plan.

«Los dispositivos tecnológicos no sólo han entrado en nuestras casas sino que cuando salimos a la calle los llevamos encima»

Los dispositivos son como nosotros, ni buenos ni malos. Hay que aceptarlos, pero con condiciones. Son necesarias las normas y, sobre todo, una educación preventiva, porque nos contradecimos. Algunas normas podrían ser que a la hora de comer en la mesa no hay móvil, y si no se enteran se les dice por whatsapp. Al acostarse se desconecta el wifi para que no estén diciendo tonterías hasta las cuatro de la mañana. Si salen por la noche y les llamas para ver cómo se lo están pasando se habrán quedado sin batería justo en ese momento, o lo tenían en silencio sin querer, entonces mejor pactar una llamada, o un mensaje, sus posibles respuestas, y hasta el castigo por no devolver la llamada. Castigos leves. Tres horas sin móvil mejor que un mes sin él. Penas que pueden ser reducidas por tender una colada o leer veinte páginas de un libro. O un rato de formación: ver con papá y mamá un programa de la policía explicando los peligros del uso indebido del aparato. Aparato no es un tecnicismo, pero es que algunos somos de otra época. Hemos tenido que adaptarnos y ahora necesitamos dominar las herramientas que usan nuestros adolescentes, lo malo es que quedamos enganchados en el proceso. A veces los adolescentes somos nosotros. Y el vídeo más largo del géiser es el mío. Encima estaba en modo selfie y el vídeo es un minuto y medio de mi ojo izquierdo y mi nariz helada. Menos mal que no fuimos. Cuando vaya no pienso llevarme el móvil. Aunque me han dicho que allí hay wifi gratis por todas partes. Nada como poder consultar la temperatura cuando estamos muertos de frío. ¿Para qué? Yo qué sé, para hacer una captura de pantalla y subirla a Instagram.

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