A cuatro manos: deporte y postureo
Nadie duda de los beneficios del deporte. Otra cosa es encontrar tiempo y superar la pereza y el postureo.
Ana Barreales
Arreglá, pero informal
En España nos encanta el deporte. ... Especialmente verlo por televisión con una cervecita y una bolsa de patatas fritas al lado. Se ve que a mucha gente también le rechifla llevar ropa deportiva mientras realiza cualquier otra actividad, como hacer la compra o salir a por el periódico del domingo. Si no, no se entiende la cantidad de personas que pululan un día cualquiera por Decathlon y los índices de sobrepeso y actividad física que hay de media en España, ¿Qué se hace con todos esos culottes, esas camisetas técnicas, esas máquinas de abdominales, esas cintas de correr y esas zapatillas de más de 100 euros que se venden? Aceptemos que para picar cebolla sin que te caigan dos lagrimones te pongas gafas de submarinismo, pero ¿y el resto de las adquisiciones?
El problema es que a lo que hay afición de verdad es a llevarla puesta. El resto ya son palabras mayores. Tengo un caso cercano en que la bicicleta estática se usa fundamentalmente para tender los albornoces después de la ducha. Hay gente que usa zapatillas de correr de las caras para pasear al perro y van con su Apple Watch para medir la actividad física, que te cuenta algo fundamental: las veces que levantas el culo de la silla, lo que viene siendo actividad deportiva extrema. Los hay que van vestidos como si fueran a participar en el Tour de Francia para hacerse 3 km en bici por el paseo marítimo. Por suerte los monos de Triatlón ultraceñidos no se han extendido tanto. Hasta hay quien se vanagloria de hacer gimnasia pasiva... ¿Puede haber una contradicción mayor?
En la otra orilla están los que una amiga denomina 'perturbados del deporte', esos que cuando tú crees que has madrugado para correr por el paseo marítimo porque has empezado antes de que salga el sol, ellos ya han vuelto y están estirando.
«Van con su Apple Watch para saber cosas fundamentales, como cuántas veces al día levantan el culo de la silla»
El caso es que no hay mucho término medio: o el deporte de sillóno te marcas unos objetivos como si no tuvieras que levantarte todos los días a las siete de la mañana para trabajar, bregar con la intendencia doméstica, las cien mil actividades de tus hijos y vegetar un poco delante de la tele, el móvil o la tablet con la mirada perdida, o leer más de 20 líneas del libro antes de que se te cierren los ojos, que también tenemos derecho.
Total, que para el entrenamiento exigente no queda mucho tiempo. El número de actividades de un gimnasio suele ser inversamente proporcional a las ganas de hacerlas. Es como cuando hay un buffet variado con mil ensaladas y ninguna te convence.
A mí lo que de verdad me apetece es correr sin control (sin control de apps y de tiempos, se entiende) y hacer un ejercicio variado. Así que este año, aburrida de zumba, cross fit, aerobox, step, fit boxe y otras actividades parecidas (que te tienes que leer qué se hace ahí porque suenan todas a lo mismo), he redescubierto algo parecido a la educación física, con un horario y un profesor fijos y que no se hace en un gimnasio, sino en un polideportivo. Gimnasia de mantenimiento lo llaman. Lo más de lo más.
Pablo Aranda
Deporte con espuma
Hace dos semanas leí un texto científico en el que explicaban que la cerveza es mala. Lo bueno es que hace tres leí otro en el que explicaban que era muy buena. ¿Cuál tenía razón? Pues el de hace tres, claro. Lo importante es la moderación: no se pueden leer demasiados textos científicos seguidos. Pero los que tratan sobre deporte, con la única excepción de los de mi amigo Garriga Vela, coinciden en las virtudes de practicarlo, sobre todo los que tenemos mediana edad (porque tenemos mediana edad ¿no, Ana Barreales?). El otro día afeé a un motorista casi adolescente que se saltase un ceda al paso y se acordó de mis difuntos. Me planteé bajarme del coche para que me pegase, pero después decidí que mejor sería seguir entero, como sigo, aunque rabioso.
«Me siento bien y mis compañeros de curso me dicen anda, Aranda, qué bien te conservas»
Para eliminar la rabia, o reconducirla, me fui a nadar. El bañador me entró, aunque un poco en plan Mr. Increíble, y supuse que batiría alguna plusmarca personal. La furia me hizo abrir la boca antes de tiempo y tragué agua. El socorrista se acercó y me dijo si se encuentra usted bien, señor. Quise decirle que por supuesto, pero no me salió la voz. En la calle de al lado un nadador me miraba y creí reconocer al adolescente motorista, aunque con las gafas y el gorro no estuve seguro. En la calle del otro lado también creí reconocerlo, así que lo mejor sería relajarme y continué nadando a un ritmo moderado, podríamos decir a un ritmo como la edad: mediano. Cuando salí de la piscina el bañador me sentaba mejor, y mi mente estaba tranquila. Habría sido capaz de sonreír a todos los casi adolescentes del mundo. ¿Que no es bueno el deporte?
Es cierto que arrastro una tendinitis en el hombro y que de mis tiempos de corredor arrastro un menisco que me da mordiscos, pero me siento bien y mis compañeros de curso me dicen anda, Aranda, qué bien te conservas. Si hago deporte con mucha intensidad no puedo moverme durante dos días, pero si hago muchas veces un poco de deporte me siento estupendamente. Siento pinchazos en la zona lumbar y al levantarme no puedo moverme si no estiro. No me preocupo, pues mi asesor en temas deportivos, un amigo de la infancia que estudió INEF, me recordó la edad que tenemos cuando lo llamé para preguntarle por qué me duele todo tras hacer deporte, José Carlos. ¿Entonces no tiene beneficios hacer deporte?, le pregunté. Ya verás que sí cuando cumplamos 80.
Todos irán con andador y nosotros caminando. Mientras espero a los 80 para caminar, cojo el autobús para ir al fisioterapeuta. Es que hoy me duele aquí. El fisioterapeuta me toca donde más me duele y lo miro: ostras, no, el adolescente de la moto. O eso creo. Me relajo y prometo nadar treinta largos cuando salga. Pero al salir, lo que esperaba: frente a la consulta del fisio, un bar donde tomarme una caña. Mediana, por supuesto.
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