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El cardenal George Pell, a la salida de una de las sesiones del juicio. AFP

Condenan a 6 años de cárcel al cardenal Pell por pederastia

El purpurado australiano, 'número tres' del Vaticano hasta el mes pasado, abusó sexualmente de dos miembros del coro de la catedral de Melbourne en los años 90

Darío Menor

Corresponsal en Roma

Miércoles, 13 de marzo 2019, 02:02

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6 años de cárcel le han caído al cardenal australiano George Pell, de 77 años, por abusar sexualmente entre 1996 y 1997 de dos muchachos de 13 años de edad que formaban parte del coro de la catedral de Melbourne, de la que entonces era arzobispo. El purpurado fue condenado el pasado diciembre, pero no fue hasta esta madrugada (horario europeo) cuando se celebró la audiencia en el Tribunal de la citada ciudad australiana en la que el juez Peter Kidd dictó su sentencia. Según los medios locales, Pell iba vestido con una chaqueta beige y una camisa negra sin alzacuellos y escuchó con gesto impasible el fallo de Kidd, quien criticó la «sorprendente arrogancia» con que se comportó con los adolescentes cuando tuvieron lugar los hechos.

El condenado no podrá pedir la libertad condicional hasta que haya cumplido al menos tres años y ocho meses de condena, explicó el magistrado, quien dijo haber tenido en cuenta la edad y problemas de salud del eclesiástico a la hora de decidir la pena. No podrá salir de prisión hasta octubre de 2022, como pronto. «El período de cárcel implica la posibilidad de que no viva para ser puesto en libertad», dijo Kidd, precisando que la condena tiene en cuenta el delito más grave del que estaba acusado, la violación oral a la que sometió a uno de los muchachos. Pell se enfrentaba a cinco cargos que podrían haberle supuesto hasta 50 años de prisión.

El cardenal australiano es el más alto cargo de la Iglesia católica en verse directamente implicado en un delito de pederastia. Era hasta finales de febrero prefecto de la Secretaría para la Economía de la Santa Sede, un cargo que le convertía en la práctica en el 'número tres' del Vaticano, y fue además hasta el pasado diciembre miembro del Consejo de Cardenales, el grupo de purpurados que asesoran al Papa en el gobierno de la Iglesia y en la reforma de la Curia romana. Se trataba, por tanto, de un hombre de la máxima confianza de Jorge Mario Bergoglio, que recurrió a él al poco de iniciarse su pontificado para tratar de poner orden en las cuentas vaticanas. Francisco le concedió una excedencia en junio de 2017 para que volviera a Australia a defenderse en el juicio.

Pell siempre se ha declarado inocente y ha apelado la sentencia. Se espera que a principios de junio tenga lugar el proceso en segundo grado para examinar de nuevo su caso. En esta ocasión decidirá si es o no culpable un magistrado y no un tribunal popular, como ocurrió en primera instancia. En Roma se confía en una posible absolución del cardenal por falta de pruebas, ya que en su contra sólo hay el testimonio de una de las víctimas. La otra falleció por una sobredosis de heroína en 2014 y antes nunca dijo que hubiera sido abusado por el eclesiástico. La Congregación para la Doctrina de la Fe, responsable de juzgar canónicamente estos delitos, se va a ocupar del caso, aunque no está previsto que abra un proceso formal hasta que se conozca la sentencia del juicio de apelación y sólo si entonces se confirma el fallo del primer grado.

Pell lleva en prisión desde el 27 de febrero, un día después de que se diera a conocer que era culpable. La decisión del tribunal no se hizo pública durante dos meses para evitar interferir en otro proceso en el que el cardenal estaba acusado igualmente por abusos sexuales a menores. La retirada de los cargos propició que finalmente saliera a la luz su culpabilidad.

El padre de la víctima que se suicidó en 2014 consideró «insuficientes» los 6 años de cárcel que le cayeron a Pell, pero celebró que el nombre del eclesiástico haya sido incluido en la lista de abusadores sexuales. «Siento que la vida de mi hijo fue echada a perder. ¿Y para qué? Para dos minutos de placer de un tipo», lamentó el padre, que considera que su hijo cayó en la drogadicción debido al trauma provocado por el abuso cometido por el eclesiástico, del que, no obstante, nunca habló durante su vida.

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