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Joaquina Benavente, vestida con traje de chulapa madrileña, posa con Mark, el empresario catarí que ha abierto la prim era churrería en Doha.
Churros para Catar

Churros para Catar

Joaquina Benavente exporta sus recetas de porras y 'madrileños' a Doha, reclutada por un empresario catarí para abrir la primera churrería del país

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Martes, 5 de marzo 2019, 00:47

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Cada mañana recibe el mismo mensaje a través de su teléfono móvil: «¡Buenos días, mi reina!». A Joaquina Benavente (Córdoba, 1964) se le ilumina la cara y los recuerdos se le agolpan en su cabeza. Hasta el madrugón diario a las 3.45 horas para ir a trabajar se le hace más llevadero. Es el cálido saludo de Mark, un empresario catarí que encontró en esta churrera de Alcorcón a la profesional que necesitaba para abrir en Doha, la capital del emirato, el primer establecimiento especializado en este castizo manjar. Desde entonces, su amistad está a prueba de bombas. «Estaba desesperado, porque llegaba el día de la inauguración y no encontraba a nadie que supiera hacer buenos churros, como los que él recordaba de los quince años que vivió en España», explica.

Joaquina regenta desde hace dos décadas la churrería San Vicente, que sus suegros abrieron por primera vez hace 46 años en Alcorcón. En este municipio madrileño, esta emprendedora es toda una institución (colabora con Cruz Roja y con diferentes causas solidarias) y sus churros, un producto único reconocido con innumerables distinciones. «Hace unos meses, personal de la Embajada de Catar en Madrid contactó conmigo para que le recomendase a algún churrero que pudiera orientar al empresario en su nuevo proyecto, pero ninguno cuajó», subraya la empresaria. Cuando el tiempo se les echaba encima para la apertura oficial, prevista para este mes de febrero, volvieron a recurrir a Joaquina y a su marido para que fueran ellos directamente los que ayudasen a Mark a poner en marcha la que hoy ya se conoce como 'La Chorreria', situada en las inmediaciones del estadio que será sede del Mundial de Fútbol de 2022 y donde juega el Al-Sadd, equipo catarí en el que militan están Xavi Hernández y Gabi Fernández. Su pareja, que no podía viajar en aquel momento, le preguntó: «¿Tú te atreves sola?». Joaquina no tuvo dudas: «¿Por qué no?», se dijo a sí misma, y en cuestión de días estaba volando rumbo a Oriente Próximo para enseñar a preparar los verdaderos churros madrileños. El trayecto más largo que había hecho nunca, más de nueve horas de avión, con escala en Estambul. «Lo más lejos que había ido hasta entonces era a Marruecos y a Canarias», bromea.

LA AVENTURA

  • 1. to

  • Precios ajustados. Los churros que más éxito están teniendo en la primera churrería de Doha son los 'madrileños'. Media docena y un vasito de chocolate cuestan 15 reales (entre tres y cuatro euros). En España salen casi al mismo precio. Los favoritos de los cataríes son los churros con 'nutella'.

Joaquina acaba de regresar a España, pero aún no ha aterrizado mentalmente de su aventura. En los doce días que ha permanecido en Doha «todo han sido atenciones», pero también ha sufrido contratiempos. Una tonelada de harina y 500 litros de aceite viajaron desde España para que el producto fuera genuino y los parroquianos locales probaran los «churros de verdad». Sin embargo, hubo problemas para pasar estos productos por la aduana y finalmente quedaron confiscados. Joaquina se vio sin su materia prima y sin las boquillas necesarias para confeccionar las porras. Pero, como «mujer de recursos» que es, tiró de imaginación y en lugar de porras optó por hacer rosquillas. «Eso sí, tuve que prescindir del alcohol, que lo tienen prohibido, y sustituirlo por zumo de naranja», apunta.

Probó hasta 20 tipos distintos de harinas en un solo día hasta dar con una que permitiese obtener la textura y la consistencia necesarias para estar a la altura de las circunstancias. Ni la harina ni el aceite eran españoles, pero Joaquina fue experimentando con pequeñas cantidades de masa, con cuatro o cinco litros de agua y distintas harinas, para ir comprobando cómo se comportaban. Así, hasta dar con el punto exacto. «Parece fácil, pero además de la harina, el agua y la sal, la masa hay que trabajarla siempre a mano y con mucho cariño. Hay que mimarla. Si lo haces con ganas, con fuerza y amor no puede fallar nunca», recalca. La masa, alecciona, siempre debe quedar compacta, «como la plastilina», y así se lo transmitió a las dos aprendices que hoy ya hacen los churros al estilo Joaquina Benavente en Catar. «Las recetas del típico churro madrileño de lazo, de las porras e, incluso, de las rosquillas las tienen apuntadas y es fácil seguirlas, pero 'tirar' bien el churro a la sartén es lo que se aprende con la experiencia y quizás les lleve más tiempo», advierte.

La churrera de Alcorcón, con dos clientas en el negocio de Catar.
La churrera de Alcorcón, con dos clientas en el negocio de Catar.

«Ha sido un lujo»

Ya de regreso de su aventura arábica, confiesa que la han tratado como a una «reina». Hospedada en un deslumbrante hotel de cinco estrellas, cada día la recogían y la llevaban a ver la ciudad o a comer en los mejores restaurantes de la capital catarí. «Esta experiencia ha sido un lujo», admite. Todo parecía poco para agradecer lo que Joaquina, de forma altruista y desinteresada, ha hecho por este empresario. En su maleta de vuelta ha traído «muchos regalos», entre ellos una pulsera y varios 'rolex' de oro, pero a los que Joaquina resta valor, «porque lo más importante no son los objetos materiales, sino el trato familiar y el enorme cariño que he recibido. Siempre guardaré conmigo el extenso pañuelo rojo con las firmas y dedicatorias de todos los empleados de la churrería. Eso sí que no tiene precio».

Fue condecorada por salvar la vida de un cliente

Joaquina es famosa por sus churros, pero en Alcorcón la conocen también por su faceta solidaria. Miembro de Cruz Roja desde hace años, colabora en diversos proyectos locales. Le hubiera gustado ejercer la medicina, pero la vida la llevó por otros derroteros. Casualidades del destino, Joaquina Benavente se vio obligada a poner en práctica sus conocimientos de primeros auxilios. Fue en 2015, cuando su determinación y extraordinaria templanza resultaron claves para salvarle la vida a uno de sus clientes, quien, a consecuencia del derrame cerebral que sufrió mientras desayunaba, dejó de respirar. Tras practicarle un masaje cardiopulmonar, la churrera logró estabilizarle. Ella le resta importancia, pero por aquella acción fue condecorada por la Policía local de Alcorcón.

El día de la inauguración, con una temperatura de 26 grados, Joaquina no dio abasto. Ataviada con el traje típico de chulapa, apenas pudo separarse de los fogones para recibir las múltiples felicitaciones de la clientela. «Empecé a las seis de la tarde y calculo que eran las diez cuando freí la última unidad», recuerda. Trabajó sola para sacar adelante más de 2.000 churros para el medio millar de invitados a la inauguración del nuevo local, principalmente familias dohanas y muchos españoles residentes en el país. «Estaban encantados, decían que por fin iban a poder comer los churros crujientes de su tierra», subraya. Pero a Joaquina el trabajo no le pesa. «Estoy acostumbrada a echar muchas horas en el oficio», afirma. Lo ha hecho hasta para 1.500 personas en el Teatro Municipal Buero Vallejo de Alcorcón y, cada día, en su churrería San Vicente elabora más de 5.000 unidades, entre churros y porras, para servir en su establecimiento y distribuir entre otros bares que se los encargan.

Pese a la abundancia en la que se mueve el país catarí, el precio de los churros no varía mucho con respecto a España, apenas un euro de diferencia. «En Doha, están vendiendo seis churros y un vasito de chocolate por 15 reales (tres o cuatro euros), mientras que en España cobraríamos 2,75 por lo mismo», detalla. El churro original ha sido el más vendido en estas últimas tres semanas desde que se abrió 'La Chorreria'. «Les gustan también con una capa de chocolate blanco y negro o con dulce de leche, aunque se mueren por los churros bañados en 'nutella'. Son muy golosones».

A punto de cumplir los 55 años, Joaquina ya piensa en ir soltando lastre y dejar el negocio en manos de su hija. Necesita tiempo para cuidar de sus padres mayores y confía en poder hacerlo en breve. Alcorcón perderá a su churrera de referencia, pero su legado se extiende ahora a la lejana Doha, que ya nunca será lo mismo sin los churros de Joaquina Benavente.

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