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El escritor británico Adam Kay, ayer, en Madrid. :: d. r.
Chistes ácidos y curativos

Chistes ácidos y curativos

Adam Kay publica los diarios que escribió durante sus años como médico y que se han convertido en el libro del año en Reino Unido

DANIEL ROLDÁN

Martes, 5 de junio 2018, 00:27

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El inglés Adam Kay (Brighton, 1980) descubrió el poder de sus diarios mucho después de escribirlos. Cada día, entre el 3 de agosto de 2004 -su primera jornada como residente- y el 2 de diciembre de 2010 -cuando era adjunto sénior- apuntó sus reflexiones de las consultas de obstetricia y ginecología y en urgencias. No había descubierto su «poder terapéutico» hasta que los releyó después de observar cómo había quedado el sistema británico de salud tras la guerra entre los internos residentes y el ministro de Sanidad, Jeremy Hunt. El resultado fue tan desolador, por la falta de recursos para los médicos y sus pacientes, que Kay decidió sacar a la luz sus diarios y contar las miserias del día a día.

Pero en vez de hacerlo de forma seria, optó por retocar sus textos para conseguir un tono más gracioso. El resultado fue 'Esto te va a doler' (Planeta), titulo elegido por los lectores y por los libreros británicos como el mejor del año. Humor para criticar a los malos administradores y para denunciar «las brutales jornadas laborales, unos horarios lamentables y el salario espantoso». «Te menosprecian, no te apoyan, te faltan al respeto y, con frecuencia, corre peligro tu integridad física. Pero es el mejor trabajo del mundo», indica Kay que no deja de recibir nuevas historias de lectores y colegas. «Sólo reflejo lo que pasa en Gran Bretaña, pero me llegan mensajes de Italia y de otros lugares», dice Kay junto a El Gran Wyoming, otro médico que colgó la bata.

Kay no se corta un pelo a la hora de criticar al Estado. «Si la sanidad pública se evapora, tendremos un problema muy serio», afirma el escritor británico que, gracias al éxito de su libro, tuvo la oportunidad de mantener una entrevista con un secretario de Estado de Servicios Sociales. «Cuando le pregunté si me podía asegurar que él no iba a terminar en la empresa privada, el secretario de Estado me contestó que la conversación había terminado», indica con media sonrisa y sin esconder que en algunos sectores, incluidos colegas de profesión, su trabajo no ha gustado nada. «El sistema de salud es un activo nacional», añade. Kay insiste en que lo que pasa en su país «ocurre en cualquiera» y que hay que destacar las bondades de estos sistemas de salud. «En Europa, nadie se va a arruinar por un tratamiento contra el cáncer», apunta.

En el libro relata, además, algunas de las situaciones que vivió en la consulta. Como aquella mujer que le preguntó que si con una pastilla del día después tenía suficiente. «Es que anoche me acosté con tres hombres», precisó. O esa pareja a la que tuvo que explicar que su fertilidad no pasaba por dar friegas de semen por el ombligo. O el marido que se quejaba de que los preservativos estaban mal hechos porque siempre eran pequeños. Kay le tuvo que explicar que no era necesario introducir el pene y los testículos en el condón.

También obtuvo respuestas que le dejaron patidifuso. A una mujer a la que preguntó que de cuántas semanas estaba (embarazada), ella le contestó: «Voy a cumplir 32 años, así que deben ser más de mil semanas». Por no hablar de «la cantidad de objetos» introducidos en los orificios más inesperados, desde botellas, tubos, recipientes de análisis de orina o esponjas como anticonceptivos. Tampoco han faltado caseras labioplastias -operación en los labios- y 'piercings' en los lugares más sorprendentes del cuerpo.

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