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DANIEL ROLDÁN
Jueves, 9 de junio 2016, 00:40
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A las once y media de la mañana del martes, el cielo de Kenia se llenó de maldiciones. La luz había desaparecido. Y no volvía. Nada. El nerviosismo crecía porque los rumores que hablaban de un gran apagón en el país se propagaron enseguida. Los temores aumentaron. Kenia ha sido uno de los países más golpeados por la sinrazón de los yihadistas, que mataron a 152 estudiantes y profesores cristianos de la Universidad de Garissa en abril del año pasado y a otras 72 personas en el centro comercial Westgate de Nairobi en 2013.
El miedo a algo similar era lógico, cuando después de una hora no volvían a funcionar ni los ordenadores ni las neveras ni los semáforos. Más de tres horas y media tuvieron que pasar hasta que los técnicos de Kenya Electricity Generating Company (KenGen) arreglaron el problema y las cuatro zonas más afectadas -la región costera, el valle del Rift, la parte sur de Nairobi y la región occidental de Kenia- intentaron recuperar la normalidad. La luz había regresado pero las dudas sobre el apagón persistían. Hasta que KenGen desveló al culpable de carne y hueso: un mono.
Un pequeño primate se coló en la central hidroeléctrica de Gitaru, la más grande del país, con una capacidad de 225 megavatios y que da el 9,6% de la energía del país. No se sabe cómo, el monito logró burlar la verja electrificada que rodea la instalación para evitar, precisamente, que los animales salvajes entren. Algo falló y la empresa no entiende qué. Porque el mono, además de colarse, se dejó caer a un transformador y produjo una sobrecarga. El fallo en cadena estaba listo. El resultado fue una «pérdida de más de 180 MW, lo que provocó un apagón nacional», según reconoció KenGen en un comunicado.
Después de prometer «más seguridad en todas las plantas», las críticas y las mofas se han ido sucediendo. Guasa porque un mono -puede que un cercopiteco verde- haya liado semejante berenjenal en el país. Y preocupación al comprobar cómo una de la instalaciones vitales del país se fue al garete por la acción de un animal que apenas supera el medio metro y los seis kilos. Por cierto, el pequeño saboteador salió vivo de la aventura y está bajo custodia del Servicio de Vida Silvestre de Kenia.
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