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Una mujer, provista de gafas de sol y abanico, participa en la romería de la localidad pontevedresa
El funeral de los vivos

El funeral de los vivos

El pueblo pontevedrés de As Neves celebra la procesión de Santa Marta, en la que varios 'ofrecidos' cumple de ser llevados en ataudes

CARLOS BENITO

Martes, 29 de julio 2014, 19:46

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Karina Domínguez es una de esas pocas personas que pueden contar lo que sintieron al ser llevadas en un ataúd. «Cuando me elevaron en el aire, noté algo dentro, como una presión que me subía del estómago. A partir de ahí me concentré en pensar en mis hijos. Lo que más recuerdo es que llegó un momento, a la altura de la iglesia, en el que cerré los ojos un par de minutos y ya no me enteraba de nada: ni de la gente, ni del ruido, ni de la banda de música».

Ocurrió hace cinco años, cuando Karina tenía 23. Las enfermedades de sus dos niños la habían empujado a hacer una promesa decidida a Santa Marta, su santiña: si salían adelante, participaría en la 'romería de los ataúdes', la procesión desconcertante y algo tétrica que se celebra cada 29 de julio en su pueblo, As Neves, al sur de la provincia de Pontevedra. «Días antes, estuvimos limpiando el ataúd y le dije a mi amiga: 'Yo aquí no me meto, voy a cambiar la promesa'. Pero eso no se hace».

La romería de los ataúdes es un cortejo fúnebre en el que las cajas, descubiertas, van ocupadas por vivos. Son los 'ofrecidos'. Se trata, en muchas ocasiones, de vivos por poco, que agradecen a la santa el haber superado una enfermedad grave, aunque otras veces el que ha merodeado por las inmediaciones de la muerte es algún ser querido. Suele haber también ataúdes cerrados y vacíos, simbólicos o, como dicen en As Neves, 'libres': ese es el caso cuando el empeñado en la promesa es algún niño, aunque antaño también se metía a los pequeños en los féretros, que después eran portados a cuestas por chiquillos de su edad. «En realidad, las ofertas son muy variadas: hay gente que da una vuelta de rodillas alrededor de la iglesia con una mortaja de tul, que nosotros llamamos 'hábito'. También están las ofertas en metálico. Y, luego, los ataúdes», desarrolla José González, de la comisión que organiza el acto, que mañana se celebrará, como siempre, en los alrededores de la iglesia de San José de Ribarteme.

De la romería de As Neves se tiene noticia desde principios del siglo XVIII, pero ya entonces aludían a ella como una costumbre asentada: en aquella primera referencia escrita, el obispo aconsejaba al cura aprovechar el dinero de las ofrendas para reparar el templo. También se pierde en las nieblas del pasado el origen de las coplas que tradicionalmente han acompañado al cortejo: «Virxe Santa Marta, estrela do Norte, traemos-che os que viron a morte» (virgen Santa Marta, estrella del Norte, te traemos a los que vieron la muerte). La comitiva de San José de Ribarteme no es la única práctica de este tipo que ha pervivido en Galicia: en la parroquia de O Deán, en A Pobra do Caramiñal (La Coruña), la 'procesión de las mortajas' acompaña al Divino Nazareno con cirios y ataúdes. Allí, la costumbre es que quienes se han librado de morir caminen detrás de la caja vacía, como si hubiesen dado esquinazo a su funesto destino en el último momento.

«Haciendo el payaso»

Los ataúdes de San José de Ribarteme pertenecen a la parroquia y se alquilan a cambio de la voluntad. «No hay un precio estipulado: unos dan 50 euros, otros 100, otros 400... Cada uno, lo que puede», aclara Marta Domínguez, la joven sacristana. Marta es alegre como un cascabel, pese a tratar a diario con asuntos así de lúgubres: nieta de sacristán, empezó a asumir las tareas del cargo con solo 11 años, hace ya una década, y también solía acompañar al abuelo en sus tareas de enterrador, incluso cuando le tocaba vaciar alguna tumba.

Fiestas singulares

  • - La Nochevieja en agosto de Bérchules (Granada)

  • - La Danza de la Muerte de Verges (Girona)

  • - El Colacho de Castrillo de Murcia (Burgos)

  • - El Cipotegato de Tarazona (Zaragoza)

Ella lleva la gestión de los cinco ataúdes de la iglesia, que se van ocupando por estricto orden de petición: «El año pasado tuve que decir que no me quedaban. Hombre, si alguien viene con su propio cajón, no hay problema. Aquella vez, además, fueron todos de estreno: los ataúdes anteriores tendrían ya veinte años, no estaban en condiciones, así que contacté con la funeraria y nos los cambiaron por unos nuevos, sin cobrarnos. La verdad es que el diseño ha cambiado mucho: los de antes eran un poquito horteras».

Quizá tuviese algo que ver con esa ilusión del estreno, pero el caso es que en 2013 se registró un pleno. Más que pleno, en realidad, porque al final salieron en la romería seis ataúdes: los cinco de la parroquia más otro aportado por el propio 'ofrecido', que acabó convirtiéndose en objeto de polémica. Ese sexto féretro estaba ocupado por el presentador escocés Darren McMullen, en plena grabación de un programa para National Geographic. «Dijo que había tenido un accidente, que quería salir en la caja, y después fue haciendo el payaso. El pueblo lo vio como algo muy feo, una ofensa, pero esas cosas nosotros no las podemos evitar», lamenta José González.

Pulpo y churrasco

El portavoz de la comisión es consciente del atractivo, entre morboso y estrafalario, que su querida romería tiene para algunas personas. «Resulta pintoresca, ya lo sé, pero también es una experiencia profunda que hay que vivir con atención. Ir en un ataúd tanto rato, bajo el sol del 29 de julio, no tiene ninguna gracia, y quien se ofrece a hacerlo es porque ha sentido la necesidad de ese acto de fe. Yo he estado recogiendo ofertas delante de la imagen y he visto las caras de la gente: ahí ves al que se emociona, al que lagrimea cuando se pone a rezar... Claro que, si no lo tienes creído de antes, aquí nada hay que creer». ¿Y usted, nunca se ha ofrecido? «Yo he tenido mis cosiñas, pero ligeras».

Este año habrá en As Neves cuatro ataúdes: uno desfilará libre, mientras que los otros tres estarán ocupados por un madrileño que procede de Moaña, una mujer de Arantei (en la vecina Salvatierra de Miño) y un vecino de la propia parroquia. ¿Por qué van a hacerlo? «Yo no pregunto nunca, pero ellos me lo cuentan -responde Marta-. Que si una hija mala, una nieta con cáncer...». Tras la romería, como espantando los pensamientos aciagos, llega la hora del pulpo, el churrasco, el vino y la música, y el forastero no puede evitar asombrarse una vez más de la manera peculiar en que Galicia emborrona las fronteras entre muerte y vida. ¿Es tal vez un tópico? La sacristana menea la cabeza con duda: «A lo mejor es porque yo siempre he tenido contacto con estas cosas, pero lo cierto es que se sabe cuándo va a morir alguien en la parroquia. Las campanas suenan con pena, las flores empiezan a oler distinto. Es automático».

Esta tradición reciente nació en 1994, cuando un corte de luz arruinó la Nochevieja a los vecinos de este pueblo de la Alpujarra. Desde entonces, el primer fin de semana de agosto se celebra allí con uvas, turrón y hasta Reyes Magos.

La Semana Santa es muy propicia para preservar tradiciones antiquísimas. La Danza de la Muerte es una reliquia de origen medieval, protagonizada por cinco vecinos vestidos de esqueletos que bailan por las calles de la localidad y acaban su recorrido postrados ante el altar de la iglesia. Uno porta una guadaña con la inscripción 'a nadie perdono'.

El domingo siguiente al Corpus, esta figura ataviada con una llamativa botarga (en la foto) se dedica a fustigar a los vecinos de la localidad burgalesa con una cola de caballo. Claro que lo curioso de verdad es su otra encomienda: saltar por encima de los bebés que hayan nacido ese año.

También vestido de forma grotesca, el Cipotegato, elegido por sorteo entre los jóvenes del pueblo, es perseguido a tomatazos por los vecinos el 27 de agosto. Acaba triunfante, subido a una escultura levantada en su honor, mientras la muchedumbre lo aclama gritando «¡Cipote, Cipote!».

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